Inversión extranjera directa : un mecanismo para el desarrollo?

Los temas de coyuntura de las primeras semanas de mayo han gravitado en torno a los hallazgos del informe sobre inversión privada en América Latina, presentado por la CEPAL. Lo que llama la atención del informe son dos elementos: primero, que la gran empresa salvadoreña es la que más invierte fuera de las fronteras de su país de origen; segundo, que El Salvador es el país con menos atracción de inversión extranjera.

Gobierno, empresarios, académicos y políticos se rasgan las vestiduras tratando de explicar estas cosas. Cada quien, obviamente, se decanta por donde le conviene y el informe ha servido para dimes y diretes de la empresa privada contra el gobierno y del gobierno contra el empresa privada. En medio, un grupo de académicos les contradice al denunciarlos a ambos y, al mismo tiempo, asignarles papeles fundamentales en la economía del país. Sin embargo, esos mismos académicos no formulan la pregunta fundamental: ¿y el pueblo?.

Pero lo que realmente preocupa es que parece existir un consenso en torno al hecho de que la inversión (sobre todo la extranjera) es uno de los puntales para el desarrollo y que, en ese sentido, un país fracasaría seguramente si el capital de los grandes empresarios extranjeros no llegara a su territorio. Pero esta visión o es escasa en su conocimiento de la realidad o, simplemente, posee mala fe.

En El Salvador, las peores violaciones a los derechos laborales se han dado en la maquila textil de propiedad extranjera. El río San Sebastián, en La Unión, fue completamente contaminado por Commerce Group, de capital estadounidense. En Cabañas hay indicios de que las amenazas y los asesinatos de activistas ambientales en 2009 tienen detrás la lucha contra la explotación minera de la empresa Pacific Rim, una firma canadiense. Los secuestros y robos sufridos por el CEICOM y otras organizaciones sociales, organización que ha acompañado las luchas populares en materia de minería y recursos hídricos, están relacionados a su incidencia en regiones estratégicas para el capital transnacional. El ahogo del crédito productivo, por contraste del crédito para el consumo, ha sido profundizado por la banca transnacional, desde 2007. Proyectos residenciales y turísticos que destruirían la riqueza natural del país, como en el caso de Los Cóbanos, son las cartas de presentación de inversionistas extranjeros, sólo para mencionar algunos casos.

El desarrollo es mucho más que crecimiento económico, más que aumento en la oferta de bienes de consumo, más que industrialización y urbanización, más que estabilidad de precios o disminución del desempleo. El desarrollo es un proceso: un proceso incesante de adaptación de la humanidad y de la naturaleza en donde ambas encuentran complementariedad en el desenvolvimiento del otro. El desarrollo no es una etapa, no es una situación. El cambio es siempre ascendente e implica la satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la humanidad, pero esa satisfacción debe ser siempre liberadora, es decir donde el hombre y la mujer, como individuos inmersos en un ente social que los supera, se encuentren como sujetos históricos capaces de determinar su destino.

Así las cosas, uno puede y debe preguntarse qué papel juega la empresa privada en la liberación de los pueblos, en la conformación de una sociedad que no se destruya a sí misma ni a la naturaleza, donde la vida de sus miembros sea cada día más digna. Uno podría preguntarse eso y para contestarse habría que tener en cuenta que el capitalismo no juega en esa lógica y que la empresa privada vista en ese contexto es sólo un mecanismo de explotación y enajenación de las sociedades.

Jorge Daboub, director de la ANEP, sostenía en una entrevista reciente que son los empresarios quienes alimentan y desarrollan al país. "¿Quién va a generar empleo sin los grandes empresarios?" Se preguntaba. Y, estúpidamente, se respondía que nadie, puesto que la empresa privada es el motor del desarrollo.

Regresando a las consideraciones del informe de CEPAL, pongamos el caso entonces de que este país atraiga 49 millones de dólares anuales en inversión extranjera como Brasil, pero que, por el contrario, se queda sin trabajadores. ¿Qué van a hacer los empresarios sino tirar esos 49 millones de dólares a la basura? Ni Cristiani, ni Daboub, ni Poma irían a poner las espaldas en las maquilas, en las cortas de caña, ni en la manipulación de químicos pesados para la fabricación de piezas electrónicas.

Pongamos, por contrario, el caso de que este país se queda sin empresarios. Fuera del mal gusto de verlos por televisión, tal vez no perdamos más que la seguridad de ser explotados. Tal como sentencia José de Molina: "en el fondo el patrón es bueno, sí, pero en el fondo de la tierra!".

Bajo el modo de producción capitalista, la gran empresa tiene siempre intereses opuestos a la clase trabajadora. Esto se entiende porque las ganancias de los empresarios (nacionales y extranjeros) se basa en la diferencia que existe entre el valor que el trabajador produce y aquel que le es retribuido, el cual es menor y por tanto hay una apropiación del capitalista de una gran parte del valor en cuya creación no interviene.

¿Qué haría la clase trabajadora sin empresarios? Pues, ser artífice de su destino. No necesitamos para eso al gran capital corporativo transnacional, ni la destrucción de nuestra soberanía. La producción no siempre es capitalista -donde el empresario aparece como el factor clave y directriz del proceso de producción-, es decir, no siempre tiene a la base el lucro.

Por antiguas y nuevas experiencias, como la economía solidaria, sabemos que hay formas distintas de producir y distribuir las riquezas a las engendradas por la sociedad capitalista: son formas que se basan en la satisfacción de las necesidades de la gente, que no entrañan la destrucción de la naturaleza, que no se basan en la enajenación y en la creación de necesidades superfluas en las personas.

¿Y esto implica inversión? Sí, pero implica inversión en el sentido puramente etimológico (invertir, convertir, reformular, rehacer la relación), más que en el plano económico donde sólo es un aspecto secundario. En el plano de lo económico lo que implica es trabajo, mucho trabajo. Lo demás, como en todo aspecto de la vida humana, parte de ahí.

Alberto Quinonez
TR El Salvador

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