La guerra contra el pueblo nunca ha terminado

Estamos en guerra. Un microbus ametrallado y otro incendiado con sus pasajeros adentro, no tiene otra definición que acto terrorista. Un acto terrorista de un nuevo tipo en estos tiempos de guerra social. Un acto terrorista con un fin político: hacer pedazos la gestión territorial del FMLN. Un acto punitivo contra el FMLN, donde los chivos expiatorios fueron un grupo de sacrificados ciudadanos, pobres todos, de extracción popular, la mayoría trabajadores informales. El pueblo pobre, pues, que nada tenía que ver en esta guerra que las fuerzas más recalcitrantes de la derecha le han declarado, desde hace mucho, a él y al partido del pueblo.

Y cuando me refiero a "guerra declarada contra el pueblo y desde hace mucho", reflexiono y mesuro bien mis palabras. Si consideramos que la Paz no sólo es la ausencia de guerra sino que ella es fruto de la Justicia Social, llegaremos a la reflexión de que el pueblo salvadoreño nunca ha gozado de esta ansiada condición. Todo lo contrario, este ha sido agredido continuamente, siempre padeciendo de gobiernos y de un sistema social que le ha estrangulado con criminales políticas económicas; que le ha empobrecido, asesinado de hambre y de enfermedades endémicas. El pueblo salvadoreño, paradójicamente y desde el fin del conflicto armado, NUNCA ha gozado de Paz.



Los actos terroristas de los cuales los medios de desinformación nacional nos han malinformado hasta la saciedad, son una nueva escalada en toda esta línea de agresiones contra el pueblo. Estos superan la tradicional violencia social. Si bien es cierto que son hechos grotescos, trágicos y despreciables, no hay que perder de vista que son hechos gráficos, crudos, de un nuevo tipo, los cuales buscan instaurar un clima de terror con el objetivo de venir a ponerle enfasis a toda esa propaganda de la derecha, que es la de convencernos de que la gestión del gobierno, y en particular la del FMLN, es un fracaso. "Incapaces" dicen ellos en las vallas propagandisticas regadas por todos lados, refiriéndose a la gestión del gobierno.

No hay que sorprenderse, pues. Al fin y al cabo, este nuevo tipo de violencia viene a agregarse a toda esa larga lista de hechos violentos en contra del pueblo. Miles de niños salvadoreños mueren cada año, víctimas de la desnutrición -o marasmo- y diarrea. Decenas de compatriotas mueren cada año en esa trágica "transhumancia" hacia el Norte. Miles son los que mueren asesinados en las calles. Hemorragia eterna. De eso ya casi no se escribe en esos dizque medios de información, o, simplemente, no se escribe nada.

-Estos actos terroristas -con fines políticos- están comprendidos dentro de un vasto plan propagandístico.

Este fue un plan bien orquestado, bien calculado. Los que no debían hablar, hablaron e hicieron uso de esa magnífica y pesada maquinaria que representan los medios propagandísticos de la derecha. Convencieron a muchos de que la gestión efemelenista en materia de seguridad es un fracaso. Los microfonos, las cámaras y el papel, así como todo espacio radial y digital, fueron puestos al servicio de dudosos y siniestros personajes como Alfredo Cristiani o Rodrigo Avila, quienes "aportaron" sus necesarias críticas y "propusieron" "sesudas" soluciones al problema de la violencia social, mistificando la administración del Estado. Y siempre, claro está, llevándose "por las patas" al gobierno y pidiendo la cabeza del responsable de la seguridad pública. Son unos "burros hablando de orejas", como acertadamente les trató Mauricio Funes, y con mucha razón. Estos nefastos personajes se cuidaron de no mencionar que la violencia social es un problema heredado por decenios de gestiones gubernamentales areneras y como consecuencia de un sistema social aberrante.

Y confundieron a algunos que hoy están plenamente convencidos de que debe instaurarse la pena de muerte. Otros, las peores víctimas de esta guerra mediática y propagandística, repiten sin cesar que es necesario "revivir" a los tenebrosos y desaparecidos cuerpos de seguridad, como la extinta Guardia Nacional o la Policía de Hacienda. Las tribunas radiales y televisivas se llenaron de analistas al vapor, periodistas, politólogos, sociologos e, incluso, siquiatras. Casi todos estuvieron de acuerdo en la aplicación de medidas cohercitivas y punitivas extremas como la pena de muerte. "Mano archidura!", clamaron casi todos. Los moderadores ya no moderaron, incluso tomaron posición en el mismo sentido.

Lo que no se reflexiona, lo que nunca se dice es que la pena de muerte sería un "privilegio" del cual "gozaría" sólamente el pueblo pobre. Este tipo de pena nunca sería aplicada a aquellos que en verdad la merecen. Nunca veríamos juzgados y condenados a muerte a los responsables de tanta pobreza, enfermedades, exilios forzados, ladrones del estado, narcotráficantes, o los que enterraron la medicina y se robaron la banca, etc; hechos que, en suma, generan miles y miles de víctimas mortales cada año, sin que la "respetable" prensa nacional diga nada.

El diputado José Armendariz del PCN, ex miembro de la Tandona, tuvo el descaro de decir que "antes, el pueblo vivía en paz y  todo el mundo se sentía seguro". Quiero decirle a este diputado que ese "antes", cuando el ejercito nacional masacraba a pueblos enteros, la prensa salvadorena callaba en un silencio cómplice. Hoy, esa misma prensa le mete más leña al fuego, uniendose a la cruzada de desprestigio de la actual gestión gubernamental. Hace trece meses, ni tan siquiera mencionaban el problema de la criminalidad. Lejos de eso, lo escamoteaban como el mejor de los prestidigitadores.

-Las "Manos peludas".

La vox populi no cesa de repetir que detrás de estos actos terroristas existe lo que ella llama "mano peluda". No hay duda de que el nombre y adjetivo se refieren a los poderosos de esta nación. Decía un gran investigador inglés que para seguirle la pista a los verdaderos asesinos, además de aplicarse disciplinadamente en la investigación del escenario del crimen, tambien había que reflexionar sobre a quién o a quiénes el mismo crimen favorece. En el caso que nos ocupa, no existe la menor duda de que estos horrendos crímenes favorecen a los mismos que tratan al gobierno de "incapaz" y de "fracasado". Favorece a los mismos que hoy piden la cabeza del ministro Melgar. Todo apunta hacia ellos. No hay duda en esto.

Mencionaré ahora el tema del narcotráfico. Es necesario para comprender un poco de dónde se origina una parte de la violencia social en El Salvador.

El Salvador se ha convertido hoy en el punto de trasiego del narcotráfico latinoamericano. A El Salvador llega la droga y de aquí parten los "cargamentos" hacia países vecinos, Mexico y Estados Unidos. Hace cinco años, Carlos Avilés declaraba que cada año por El Salvador transitaban alrededor de 900 toneladas de cocaína. Eso fue hace cinco años, cuando El Salvador apenas comenzaba a ser el punto de trasiego regional. Imaginemos hoy, cinco años despues, de toda la organizacion y logística que "ellos" los de la "mano peluda" han logrado montar en este negocio de la muerte. Se habla de que los carteles de la droga pagan con droga el trasiego. De ahí surgen muchas preguntas: la droga que queda en el país, quién la maneja? Quién la reparte para su distribución? Serán las Maras? Las Maras tienen la capacidad de transigir y negociar con los carteles? Las Maras son las duenas de las avionetas y de las pistas de aterrizaje y de las companías de transporte terrestre? Las maras manejan la banca para el lavado de dólares? Quiénes, en realidad, están detrás de todo esto?

El narcotráfico en El Salvador tiene una historia y una característica muy especial, pues al contrario de los demás países latinoamericanos víctimas de este flagelo, no fue por medio de carteles o grupos organizados que se inició, para luego penetrar  a las esferas gubernamentales. En anteriores artículos nos hemos referido a este tema. El narcotráfico en El Salvador tuvo un origen gubernamental, institucionalizado, bajo el tema de la Guerra Fría y la guerra de la contrarrevolución en Nicaragua. Fueron dos los personajes responsables del inicio del narcotráfico institucionalizado: el General Medrano y el Mayor d'Aubuisson. Lo demás es historia conocida, donde desfilaron muchos personajes, desde Luis Posada Carriles, terrorista internacional que manejaba a su antojo hangares en la base aerea de Ilopango, hasta Oliver North, militar estadounidense implicado en el escandalo Irangate-Contras. Menciono todo esto para referirme al hecho de que el narcotrafico en El Salvador, desde el gobierno, penetró a grupos de particulares.

Estos horrendos crímenes han sido planificados por criminales de altos vuelos, y tienen el sello de escuadrones de la muerte o de sicarios del narcotráfico, pagados por aquellos a los que la mano de la justicia salvadorena no puede alcanzar ni tocar. Los autores intelectuales son en los que se debe pensar. Sobre los ejecutores, eso es secundario. Recordemos que para que sus "respetables" y florecientes negocios funcionen (agencias de seguridad, ventas de armas, narcotráfico, etc.), ellos necesitan de un caos social donde la violencia y el miedo imperen y persistan, donde la impunidad exista, donde "ellos" se sientan seguros. Si gente como "Los Perrones", criminales de poca monta, por ejemplo, viven en la más absoluta impunidad, imaginemos ahora a los verdaderamente "poderosos". Muy lejos están las maras de estas esferas de poder, aunque ellas son necesarias para la venta de la droga, de armas y mantener el caos social.

-La tranquilidad de los corruptos

La impunidad, he ahí el ingrediente principal y necesario para que estos malhechores se sientan seguros, "saquen pecho" y den rienda suelta a sus diatribas. Nunca en este espacio hemos mantenido discursos panegíricos para con el presidente Funes. Parte de culpa tiene él en esto del sentimiento de seguridad instalado en la mente de estos malhechores. La frase de "no voy a perseguir a los corruptos" -aunque el presidente se haya referido a ex-funcionarios públicos- permitió un sentimiento de seguridad y de tranquilidad en estos antiguos funcionarios. Y no sólo se sintieron seguros y tranquilos por las fechorías cometidas en 20 años de desgobiernos y relativas a sus puestos,  tambien se sintieron seguros por lo  "demás". En un país donde el narcotráfico vive en perfecta simbiosis con la administración -y administradores- de la cosa pública (recordemos a los narcodiputados calcinados), expresar esa frase de no perseguir corruptos, es de una extrema insensatez y contraproducencia.

-Medidas fracasadas?

Leyendo una vieja entrevista a Manuel Melgar, realizada por CoLatino y retomada por El Faro.net, veo que a esta la titulan "El gobierno sigue proponiendo medidas fracasadas", en referencia a las intenciones del gobierno actual de instaurar planes de represión de la criminalidad, similares a los aplicados por las administraciones areneras (Saca en particular, con sus  manos dura a mano superdura). Hay algo que se ha dejado por la borda al hacer la crítica a Melgar, y es que los anteriores gobiernos areneros nunca tuvieron la real intención de acabar con la criminalidad y el caos social, por cuanto eso hubiese sido contraproducente para sus florecientes negocios.

Expresar que Rodrigo Avila, por ejemplo, es un ex-funcionario público "fracasado", es un error, ya que desde el perspectiva de este ex-funcionario, su gestión fue un enorme éxito para sus negocios de ventas de armas y sus acciones en agencias de seguridad. Idem para su gente correligionaria que está en esos negocios. Acaso para los periodistas de El Faro, las anteriores administraciones areneras "fracasaron" en su lucha contra la criminalidad? Ese pretendido "fracaso", desde le punto de vista del interés popular, es un hecho.  Sin duda alguna. Pero ya vemos como dos puntos de vista diametralmente opuestos conllevan intereses, tambien, diametralmente opuestos: para unos se trató de un fracaso; mientras que para otros fue un total y rotundo éxito.

Con esto no pretendo decir que un plan de represión de la criminalidad sea la panacea para nuestro males sociales. En un mundo ideal sí que lo sería, pero únicamente como medida temporal, mientras se planifica un verdadero y radical cambio de la sociedad, a corto, mediano y largo plazo, con una verdadera reforma fiscal que permita percibir tributos para repensar y reestructurar un sistema de Salud, de Educación, programas de vivienda digna, de creación de empleos, etc. A parte de repensar las leyes laborales, y cambio en el sistema de Justicia. Algo que verdaderamente funcione, sin parches inmediatistas y sin retórica barata como la del gobienro actual que habla de "cambio" y de medidas sociales como los uniformes y viviendas, cuando, por otro lado, el mismo pueblo paga con creces esas medidas: ahí están los aumentos a la electricidad, al agua, el gaz, que no me dejarán mentir. Para que haya un verdadero y real cambio, sería necesario tocar a las estructuras económicas y sociales, cosa de la cual estamos muy lejos con un presidente y gobierno que siguen en la misma línea neoliberal de sus antecesores. Si a la oligarquía no se le arrebató con balas lo que le pertenece al pueblo, mucho menos se logrará hacerlo a puras papeletas de voto.

Sociologos se ponen de acuerdo al mencionar que la solución a todas las taras sociales en El Salvador, si se comienza a trabajar POR UN VERDADERO CAMBIO, una revolución real y no de retórica, es posible y que los frutos los comenzaríamos a ver en 20 años. Entonces, cuándo se debería comenzar a trabajar por un nuevo El Salvador?

-La depuración de la PNC

No cabe duda que la PNC es un valuarte, un pilar principal en esto de la criminalidad social y el narcotráfico institucionalizado. Depurarla es una estocada mortal para ambos. De ahí que se haga todo lo posible por torpedear todo intento de depuración.

Pero no sólo la depuración es necesaria. Esta tan sólo es un primer paso hacia la transformación total de la PNC. Diginificar a sus miembros es necesario, y esto pasa por mejorar las condiciones laborales: alojamiento, uniformes y, sobretodo, salario digno.

Considero que antes de sacar al ejercito a las calles, como medida de ultima instancia, debió haberse profundizado más el plan de depuración de la PNC, proporcionándole las herramientas financieras, materiales y humanas necesarias.

-Conclusión

La sociedad salvadoreña padece una grave enfermedad y ha entrado en su fase terminal de descomposición. Nada me permite avizorar que esta escalada de violencia tenga algún paro, ya que si se comienza a reprimir, esto acarreará más violencia. Si el gobierno de Funes cede a la presión y le apuesta a esto, le deseamos la mejor de las suertes. No olvidemos que los señores de la "mano peluda" poseen todos los recursos para exacerbar la violencia ya existente.

Las condiciones socio-económicas que propiciaron y desembocaron la guerra civil en los finales de los 70's y principios de los 80's están aún presentes y más agudizadas en la sociedad salvadoreña de hoy. Las agresiones de toda naturaleza por parte de los poderosos y sus representantes políticos en contra del pueblo salvadoreño, nunca han tenido pausa alguna. Antes, los poderosos ordenaban matarnos a balazos. Hoy ordenan matarnos de hambre y de enfermedades. No hay ninguna diferencia, punto y aparte de lo expeditivo en la ejecución de la orden.

Temo que a la violencia social producto de la injusticia del sistema, venga a agregarse una de un tipo diferente: la violencia revolucionaria. Talvez hoy no, ni mañana tampoco. Pero la situación social nos permite reflexionar sobre la inminencia de esto. "Organización y lucha", repiten por ahí.

Y usted qué opina?

Reyzope

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