Dignidad y entereza frente a la corrupción del presidente

Otro golpe de la luz de la verdad ha puesto en evidencia lo que muchos ya sabíamos desde antes que Mauricio Funes se sentara en la silla presidencial. Lo sabíamos desde antes de 2003 y 2004. Y por qué lo sabíamos? Muchos de la izquierda orgánica del FMLN se resistieron de distintas formas a que Mauricio siquiera llegara a ser candidato en aquélla vez. Hoy la verdad de esa sabiduría es plena, completa, indiscutible.

En las discusiones de entonces entre grupos de izquierda, algunos sostuvieron su convicción de que Funes no tenía la estatura ni la capacidad ni el carácter ni los principios mínimos necesarios para gobernar desde la perspectiva de la izquierda. Era democratista, un término totalmente distinto de demócrata; es decir, un carácter deformado de ser demócrata. Y se equivocaron, porque ni resultó de izquierda, ni demócrata, ni socialdemócrata, ni socialcristiano. Y, por último, ni democratista, sino de derecha y con un entero espíritu de tirano.

 Hasta hace pocos días, muchos aun seguían creyendo que, al menos, era inteligente, capaz siquiera de hablar, de expresarse, que al menos tenía porte, tenía talante; pero ya no. Ya ni siquiera mira hacia las cámaras cuando lo entrevistan. Hoy baja la mirada de la misma manera que la bajan los taimados, los arteros, los falsos. No se sabe si lo hace por vergüenza. Aunque no ha de ser por esto último, porque ya no la tiene. También estaban equivocados los que lo creían inteligente. Otros, que ya en estos últimos días eran muy pero muy pocos, guardaban la esperanza de que podía regresar, enmendar. No se sabe si todavía creen en esta ilusión, pero también están equivocados y de la peor manera.

Funes no puede ya aprender nada, ni lo necesita. Pero, en todo caso, ée ahora ex-ministro Manuel Sevilla, por decisión propia, ha dado a medio mundo un ejemplo de dignidad. Esto sí le duele a Funes. Hay seres humanos que tienen vergüenza, son seres que tienen dignidad y que están dispuestos a afrontar a quien sea, con tal de resguardarla, porque la dignidad se merece, no se compra, no se impone ni se vende.

La dignidad, absolutamente imposible de ser asequible a Funes y sus secuaces, es un asunto de espíritu, de carácter afincado en principios. No es comprensible, sino practicable. Por eso es grandiosa, por eso es arrolladora, por eso es irreverente. Un pobre y simple presidente, por muy arrogante que sea, nunca será capaz de dominarla, de imponerse sobre ella.

La dignidad y la verdad han destruido a Funes y también a la derecha y a la oligarquía. Funes fue su última carta. Su voracidad no le dio tiempo ni siquiera al disimulo, a la discreción. Lo empujaron directamente al abismo de la deshonra. Pero esto es bueno para el pueblo, para la sociedad, porque les ubica en la realidad, en la verdad.

Sevilla nos ha dado un medio, una prueba de que “en cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle”, como lo dijo Mahatma Ghandi. Y Funes, aun con su pobre anhelo de tirano, ha entendido dolorosamente este mensaje. Le guste o no le guste, lo acepte o no lo acepte, la renuncia y la denuncia de Sevilla lo perturbó, lo descompuso, lo desnudó y lo desubicó, no sólo porque lo puso en evidencia sino porque lo encaró.

Funes fue  abochornado frente a las cámaras, sin poder siquiera verlas de frente, secándose con el pañuelo el sudor, de manera torpe, tartamudeando, a punto de llorar por indignación, con incredulidad, zaherido en lo más hondo de su narcisismo puro, de su altanería vulgar.

Cómo puede la verdad y la dignidad, un destello de dignidad y de verdad, sacudir el interior, la naturaleza exacta de un individuo? Cómo un acto de respeto con uno mismo es capaz de descubrir una intensa crisis, y provocar un acontecimiento político que expone toda una realidad de transes turbios, de subterfugios acumulados, de explicaciones contundentes, evidentes de un gobierno y un presidente incompetente, incapaz, inepto, sin ideas ni pensamiento, sin creatividad, y que para encubrir esta realidad acude al centralismo de sus supuestas decisiones sobre los supuestos programas que están elaborados sobre supuestos planes quinquenales, tan oscuros que ni siquiera están escritos en las computadoras, por lo que no pueden ser impresos en papeles. Tan oscuros que ni siquiera se han podido ver a la luz pública, si no sólo oír en la millonaria propaganda.

Qué mentalidad tan tendenciosa de tiranía existe que ni siquiera los ministros conocen los grandes secretos de los programas del gobierno que cada quien ha de impulsar durante los próximos cinco años, porque Funes y su omnisapiente equipo de confianza los han convertido en un privilegio de dioses.

Alex Segovia, el guru económico del país, debería decirse que la centralización de los programas y planes no es más que un ardid con el que ha ocultado su incapacidad de operativizar el gasto de los presupuestos de los ministerios. Debería de, como lo hace casi todo mundo, contratar a alguien que tenga la capacidad de armar y darle salida a la operatividad del gasto presupuestario, aunque sea él quien salga ante las cámaras, exponiéndolo, presentándolo.

Esta es la verdad. Segovia es incompetente, como lo son todos los amigos de Funes que gobiernan. Además, su papel se ha enfocado en la conspiración y la intriga política, junto a la derecha. Por  un lado, su objetivo es sabotear toda iniciativa, todo trabajo que procure la ejecución de los programas del Ministerio de Educación, del Ministerio de Salud y el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública. Por el otro, están las circunstancias de la incompetencia e ineptitud. Ambas son las causas, las verdaderas razones por las que en los hospitales no haya medicamentos, a pesar de todos los esfuerzos, la capacidad, el compromiso y disposición de la Ministra de Salud, la Dra. Isabel Rodríguez, de desarrollar sus planes y programas y cumplir con sus compromisos.

Uno de los pocos ministerios que ha mostrado personalidad y capacidad porque ha enfrentado a Funes, es el de Salud. La ministra Rodríguez ha demostrado carácter, pero también ha demostrado capacidad al enfrentar ya varias crisis de salud, encima de la crisis de recursos, encima del sabotaje, y las ha superado gracias a esa voluntad férrea de cumplir con los compromisos que ha asumido con el pueblo, con la sociedad, con el país. Y ha enfrentado hasta la estupidez y la hipocresía de la derecha en todos los ámbitos, principalmente a sus representantes en la Asamblea Legislativa, a quienes ya les ha hecho quedar como ignorantes.

En cambio, Sánchez Cerén, a pesar del sabotaje, ha optado por ensalzar a Funes. No ha podido entregar todos los paquetes escolares y ya vamos en el último tramo del año lectivo. No ha podido definir, siquiera, una nueva visión educativa, una reforma educativa que procure impulsar un nuevo sistema de educación en los años venideros, que garantice un verdadera formación de calidad con conocimientos más profundos y arraigados. No lo ha permitido Funes. Pero sí ha podido caer en la trampa de Funes, con aquellos del gobierno de unidad nacional.

Cerén se ha convertido en un merolico del "gobierno de unidad nacional" de Funes. La más grande falacia y estafa de los últimos tiempos. Al menos en lo que respecta a una unidad democrática de representación pluralista que puede ser posible y necesaria. Pero, en realidad, Funes ha llamado a la unidad a la derecha, para que gobiernen en unidad con él y sus amigos. “Yo quiero una oposición fuerte”, dijo desde el principio ¿Qué significaba esto? Una derecha fuerte para derrotar a la izquierda y para gobernar con ella? ¿A quién se le puede ocurrir un adversario fuerte? A nadie si está en su sano juicio. A nadie si sus compromisos e intereses son distintos a los de su adversario.

¿Y cuál es la clase de socialismo que vocifera Cerén? ¿Un socialismo de la derecha? ¿Un socialismo de la oligarquía?  ¿Socializar la deuda privada?  Patrañas de socialismo!

Teníamos que verlo: el presidente saboteando a su propio gobierno. Pero Sevilla lo descalabró, lo desmoronó. Sigamos el ejemplo, no de renuncia, sino de dignidad, de compromiso con la verdad, porque lo que hizo Sevilla al renunciar, fue anunciar!

Gengis Khan

Colaboración

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