El proyecto histórico de la izquierda está íntimamente ligado a las aspiraciones más genuinas de los pueblos. Se puede afirmar que no existe proyecto de izquierda que no se identifique con los valores que los pueblos asumen como propios: la justicia, la paz, la solidaridad, la lucha contra la exclusión o cualquier forma de discriminación, la soberanía y autodeterminación de nuestros países; todos son valores que definen a la izquierda. La lucha que la izquierda sostiene contra las fuerzas de la reacción y el imperialismo, es una lucha que conlleva muchos sacrificios y es una lucha desinteresada que la llevan a cabo hombres y mujeres movidos por los ideales de justicia y transformaciones necesarias en bien de nuestros pueblos.
A su vez los pueblos se identifican con la lucha que como avanzada de sus aspiraciones y valores la Izquierda impulsa. Por eso es importante que la Izquierda defina de manera clara su proyecto histórico. El ascenso de la derecha en Chile y Panamá, nos deja lecciones importantes: A los pueblos no les gusta una Izquierda “ligth”, ni les gusta una Izquierda que se parezca a la derecha; ni en sus métodos ni en sus objetivos. En nuestro país esto es especialmente importante, puesto que la Izquierda representada mayoritariamente por el FMLN es revolucionaria y no reformista y aquel que crea que de lo que se trata es de “humanizar “ el capitalismo debe de replantearse semejante despropósito, ya que el capitalismo no se puede humanizar, pues es intrínsecamente inhumano.
Para aquellos que aún creen que el capitalismo es la solución, los invito a que vean su entorno: La pobreza, la marginalidad, la falta de oportunidades de educación y de trabajo digno, la emigración y la consiguiente desintegración de la familia con sus secuelas de violencia y drogadicción, todo es resultado de un sistema capitalista que ha sido incapaz de dar respuestas mínimas a los acuciantes problemas que nuestro pueblo enfrenta.
Por consiguiente, de lo que se trata es de impulsar vías alternativas para nuestro desarrollo, que recojan todo aquello por lo cual la izquierda siempre ha luchado. Esta vía es, sin duda, el Socialismo, que adaptado a nuestra propia realidad, hará posible la construcción de un país más humano, más incluyente, más equitativo y más justo. Sólamente en el Socialismo se podrán impulsar y realizar las transformaciones urgentes y necesarias que harán a nuestro país viable y sustentable.
El imperialismo ha lanzado una nueva ofensiva contra los movimientos populares y revolucionarios que surgen por todo el continente. Ante esta escalada, la izquierda está en la obligación de profundizar la lucha por las transformaciones fundamentales en nuestras desgarradas patrias. La izquierda es la única fuerza capaz de garantizar la soberanía y la autodeterminación de nuestros pueblos, condición indispensable para nuestro progreso y en definitiva para nuestra liberación.
Es aleccionador cuando vemos la consolidación de los procesos democráticos en Venezuela, Ecuador y Bolivia; de manera clara los pueblos han identificado a estos procesos como propios, de ahí las victorias electorales contundentes de sus respectivos movimientos de Izquierda. Estos son los procesos a los que el imperialismo teme y, por lo tanto, descalifica, porque ellos saben bien que son procesos revolucionarios que defienden los intereses nacionales de esos países.
Como contraparte aquellos procesos a los que el imperio acepta y avala son los que responden a proyectos difíciles de distinguir de los proyectos de las derechas, es el caso de Chile y Panamá, que por mucho tiempo escuchamos en los grandes medios que eran un modelo de izquierda a seguir. Sin embargo, los pueblos les han dado la espalda, porque esos mismos pueblos exigen un proyecto claro y definido de izquierda, es decir, profundamente democrático y que impulse los valores que la definen históricamente.
La solidaridad y la fraternidad que implica priorizar los intereses de la colectividad y el bien común por sobre mezquinos intereses personales; la igualdad que implica oportunidades para todos y, por supuesto, igualdad ante la ley; la libertad, que conlleva el pleno ejercicio de los derechos humanos; estos no son valores abstractos sino valores intrínsecos del Socialismo que la izquierda debería impulsar desde lo más profundo de su esencia.
Los escenarios están planteados: por un lado las fuerzas del imperialismo y la reacción, que están tratando de socavar los procesos revolucionarios que desde distintas realidades históricas, económicas, sociales y políticas son impulsados a lo ancho y largo de nuestra América; y, por el otro, las fuerzas progresistas y revolucionarias que tienen sus raíces en lo más profundo de nuestros pueblos; que luchan con entrega por darle vida a este nuevo continente que se yergue como un gigante que estaba dormido, pero que hoy impulsado por esta nueva conciencia de los pueblos, se despereza y avanza hacia la conquista de esa sociedad por la que lucharon y murieron nuestros héroes y mártires.
A su vez los pueblos se identifican con la lucha que como avanzada de sus aspiraciones y valores la Izquierda impulsa. Por eso es importante que la Izquierda defina de manera clara su proyecto histórico. El ascenso de la derecha en Chile y Panamá, nos deja lecciones importantes: A los pueblos no les gusta una Izquierda “ligth”, ni les gusta una Izquierda que se parezca a la derecha; ni en sus métodos ni en sus objetivos. En nuestro país esto es especialmente importante, puesto que la Izquierda representada mayoritariamente por el FMLN es revolucionaria y no reformista y aquel que crea que de lo que se trata es de “humanizar “ el capitalismo debe de replantearse semejante despropósito, ya que el capitalismo no se puede humanizar, pues es intrínsecamente inhumano.
Para aquellos que aún creen que el capitalismo es la solución, los invito a que vean su entorno: La pobreza, la marginalidad, la falta de oportunidades de educación y de trabajo digno, la emigración y la consiguiente desintegración de la familia con sus secuelas de violencia y drogadicción, todo es resultado de un sistema capitalista que ha sido incapaz de dar respuestas mínimas a los acuciantes problemas que nuestro pueblo enfrenta.
Por consiguiente, de lo que se trata es de impulsar vías alternativas para nuestro desarrollo, que recojan todo aquello por lo cual la izquierda siempre ha luchado. Esta vía es, sin duda, el Socialismo, que adaptado a nuestra propia realidad, hará posible la construcción de un país más humano, más incluyente, más equitativo y más justo. Sólamente en el Socialismo se podrán impulsar y realizar las transformaciones urgentes y necesarias que harán a nuestro país viable y sustentable.
El imperialismo ha lanzado una nueva ofensiva contra los movimientos populares y revolucionarios que surgen por todo el continente. Ante esta escalada, la izquierda está en la obligación de profundizar la lucha por las transformaciones fundamentales en nuestras desgarradas patrias. La izquierda es la única fuerza capaz de garantizar la soberanía y la autodeterminación de nuestros pueblos, condición indispensable para nuestro progreso y en definitiva para nuestra liberación.
Es aleccionador cuando vemos la consolidación de los procesos democráticos en Venezuela, Ecuador y Bolivia; de manera clara los pueblos han identificado a estos procesos como propios, de ahí las victorias electorales contundentes de sus respectivos movimientos de Izquierda. Estos son los procesos a los que el imperialismo teme y, por lo tanto, descalifica, porque ellos saben bien que son procesos revolucionarios que defienden los intereses nacionales de esos países.
Como contraparte aquellos procesos a los que el imperio acepta y avala son los que responden a proyectos difíciles de distinguir de los proyectos de las derechas, es el caso de Chile y Panamá, que por mucho tiempo escuchamos en los grandes medios que eran un modelo de izquierda a seguir. Sin embargo, los pueblos les han dado la espalda, porque esos mismos pueblos exigen un proyecto claro y definido de izquierda, es decir, profundamente democrático y que impulse los valores que la definen históricamente.
La solidaridad y la fraternidad que implica priorizar los intereses de la colectividad y el bien común por sobre mezquinos intereses personales; la igualdad que implica oportunidades para todos y, por supuesto, igualdad ante la ley; la libertad, que conlleva el pleno ejercicio de los derechos humanos; estos no son valores abstractos sino valores intrínsecos del Socialismo que la izquierda debería impulsar desde lo más profundo de su esencia.
Los escenarios están planteados: por un lado las fuerzas del imperialismo y la reacción, que están tratando de socavar los procesos revolucionarios que desde distintas realidades históricas, económicas, sociales y políticas son impulsados a lo ancho y largo de nuestra América; y, por el otro, las fuerzas progresistas y revolucionarias que tienen sus raíces en lo más profundo de nuestros pueblos; que luchan con entrega por darle vida a este nuevo continente que se yergue como un gigante que estaba dormido, pero que hoy impulsado por esta nueva conciencia de los pueblos, se despereza y avanza hacia la conquista de esa sociedad por la que lucharon y murieron nuestros héroes y mártires.
Walter Farfán
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