12 de noviembre de 2009

Reflexiones sobre la ofensiva del 89

“Este pueblo aprenderá a sonreír, a ser verdaderamente alegre, cuando verdaderamente haya una transformación profunda”. Monseñor Romero.

Se han cumplido 20 años de la ofensiva guerrillera de 1989, que demostró prácticamente un empate entre las fuerzas guerrilleras y el ejército oficial. Navegar en el tormentoso mar de los alcances de esta gesta, no es fácil. Apreciar su total dimensión requiere ojos capaces de resistir tanto luz de relámpagos, como densas sombras. Por ello, quizás es más viable encerrar en una cápsula el esquema de un pensamiento general que, al final de la partida, llevaría a concretar unos Acuerdos de Paz para terminar con un Estado militarista y oligárquico, aspectos que lamentablemente todavía se resisten a desaparecer en su totalidad.



Miles de salvadoreños se adhirieron al esfuerzo colectivo porque creyeron en la impostergable necesidad de cambiar estructuras caducas. Otros miles imaginaron que con la firma de tales acuerdos de paz, la guerra de liberación había sido traicionada, destruida, pero que con sus alientos y restos podía levantarse una nueva nación. En consecuencia, el pensamiento político de pioneros de la lucha de liberación nacional, como Farabundo Martí, Modesto Ramírez, Anastasio Aquino, Feliciano Ama, Salvador Cayetano Carpio, Mélida Anaya Montes, Jorge Schafik Handal y otros, no se vacía en un sistema, en un cuerpo doctrinal, ni se concentra en un proyecto. Tambien muchos no aspiraron a ser teóricos de la revolución, sino sus críticos. En este afán, condenaron a quienes, a su particular juicio, utilizaron la lucha revolucionaria, la deformaron o la mancharon. Contra ellos lanzan su imponente capacidad para la injuria y el desprecio. De estos traidores y supuestos redentores e iluminados, tránsfugas, hay muchos en este país.

En este vigésimo aniversario de esa gesta heróica, se explica que muchos de los insignes luchadores proponían soluciones inmediatas y no la transformación esencial de la sociedad de nuestro tiempo. Sus fines eran nítidos, y quí sólo podemos señalar algunos: creación de instituciones democráticas y al servicio de la colectividad, como la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, la Policía Nacional Civil, un Tribunal Supremo Electoral, el Consejo Nacional de Seguridad Pública, la depuración de la Fuerza Armada, una nueva filosofía para la misma y la total desmilitarización de la sociedad, el fin de la represión y la violencia oficial,  el respeto a la vida, los derechos y la dignidad del ser humano, el cumplimiento estricto de la ley, entre otros, que ciertamente se concretaron con la firma de los Acuerdos de Paz.

Diremos, además, que esa estrategia esgrimida por el FMLN para alcanzar la victoria no se fundaba simplemente en la violencia revolucionaria, sino en la creación de conciencia y decisión popular, que se impondrían en una especie de plebiscito nacional. Idea que en otros países se ha envuelto en una exposición profética, sin precedentes y sin continuadores. Viene a nuestra mente la extraordinaria gesta liberadora y concertadora del pueblo de Vietnam. Con otra simbología y connotaciones los ejemplos de China, y Rusia en su momento. Aquí, cerca de nuestras fronteras, la heroica lucha de Nicaragua, que también tiene sus “iluminados” y tránsfugas y "arrepentidos", como los creadores del "Adiós muchachos", canto pusilánime al deseo de poseer una visa de los Estados Unidos.



Esa concepción ideal de la vida pública, pensada y llevada a la práctica por los pioneros de los movimientos de liberación, se enmarcaba en el supuesto de una América Latina unida y organizada, política y económicamente, conforme a la voluntad de cumplir una misión en el proceso de la historia humana. Desde este punto de vista, es el mismo espíritu que acompañó las batallas de José Martí, Simón Bolívar, Farabundo Martí, San Martín, Francisco Morazán, Augusto César Sandino y el guerrillero heroico Ernesto Che Guevara, sólo para nombrar algunos.

Muchas veces la igualdad de hombres, modos, artes, lengua y aun el paisaje, permiten, impulsan a crear una hermandad de pueblos. Cómo se cumplen tales legados! Lo estamos viendo con la sucesión de gobiernos democráticos y progresistas en América Latina. Nuestras repúblicas se convierten en el escenario del mayor milagro en la historia del hombre: el nacimiento de la raza síntesis, formada con las virtudes de todas. "La raza final, la raza cósmica", como en un gran momento escribió José de Vasconcelos.

En suma y en esencia, la unión de estos pueblos se configura como un ideal lejano, de largo madurar, situado más allá de las circunstancias pasajeras. Está todavía el aporte de la guerra de liberación en nuestro suelo, que todavía no se ha documentado los suficiete ni se ha comprendido en su justa dimensión, pero esto no quiere decir que la aspiración a la unidad de nuestros pueblos no sea estímulo para la lucha. Desde luego, la integración y la definitiva independencia de todos nuestros países, no pueden alcanzarse si se hacen concesiones a las oligarquías. Sobre este aspecto hemos venido reflexionando y haciendo llamados respetuosos al presidente Funes, no con el deseo de un enfrentamiento directo con los sectores económicamente poderosos, sino en la impostergable necesidad de establecer reglas claras en el modelo económico y el sistema político, para que, finalmente, se otorgue igualdad a todos los salvadoreños. No es mucho pedir, si retomamos el hilo histórico de las gestas por la soberanía y la independencia de nuestra América.



Asimismo, desde esta tribuna y en coherencia con lo señalado, hemos sugerido a la dirigencia del FMLN, que ahora es tiempo de activar con creatividad y sabiduría las secretarías de la juventud, de ideología y organización, para preparar a sus reservas, a la juventud, con miras a las luchas por venir. Para ello será necesario actuar con imparcialidad, con verdadero sentido de la realidad, removiendo obstáculos (cuadros intermedios del partido de izquierda, que a lo largo de los años han mostrado incapacidad, pero mucha astucia para mantenerse como responsables de secretarías claves) y nombrando militantes destacados, no siempre sumisos y “cercanos” a dirigentes históricos. Cinco años apenas son la punta, el inicio de la gran batalla.

Muy bien recordamos los comienzos de la lucha hace más de veinte años, cuando las jóvenes generaciones señalaron las aspiraciones y las inconformidades colectivas, la realidad de la patria. Y eso era bastante. Su influencia se extendió en muy amplios círculos; es decir, formó toda una generación de auténticos combatientes, de consumados luchadores, no sólo milicianos y guerrilleros, sino verdaderos transformadores sociales.

Por eso, en la celebración de este nuevo aniversario de la batalla de 1989, es bueno preguntarse si ese esfuerzo colectivo, ese enorme trabajo forjador de libertades tuvo -visto desde ciertos ángulos- validez moral. Se puede conducir a una mayoría a la humillación o a la muerte, empeñándola en una lucha cívica que las circunstancias condenaban al fracaso? Ese es, sin duda, un planteamiento falso de la cuestión. Si los dirigentes pudieron, en algún grado, al final de la lucha, caer en la duda y el desaliento, el deber se agotó en el momento en que depositaron -o lo intentaron- su voto. Cumplieron lo que a ellos se les pidió y vivieron, además, ese momento que da claridad y sentido a la existencia. Los que se han mantenido fieles al legado de los pioneros, de aquí y de otros suelos, que en realidad son la mayoría, saben que la lucha no ha terminado, que el pueblo todavía está a la espera de los cambios anunciados, prometidos. Por ello la formación de la conciencia social, la combatividad, la coherencia de lo que se declara con lo que se hace, deben ser la guía, el camino hacia nuevos derroteros.

Con todo, no se puede juzgar tan a la ligera a los dirigentes de aquellas jornadas, decirles apresuradamente que se equivocaron al firmar los Acuerdo de Paz, sin antes haber concretado claramente un pacto económico social, indemnizaciones y entrega de tierra a los lisiados y combatientes de la guerra. Debemos decir también que esos comandantes no eran ni un coro de ángeles, ni una legión de héroes. Ha corrido largo el río del tiempo, 20 años ya, desde la ofensiva militar de 1989. Entretanto, mucho ha acontecido  en el mundo, en nuestro mismo país. En ese transcurso se repitieron ocasiones dramáticas, en las que las voces de ayer -no importa que ya fueran opacas- debieron haberse escuchado: la destrucción de la república española, los acosos contra el gobierno anticolonialista cubano, la rabia impotente de los jóvenes por sus universidades invadidas, la violencia y las persecuciones. Unos cuantos hechos, entre mil.

En el presente, otros y terribles problemas nos agobian: crisis económica generalizada, desempleo masivo, delincuencia común y el crimen organizado en aumento. En el centro de la vorágine, la inconformidad y los ataques viscerales de la oligarquía contra el tibio intento de hacer una revisión o una “reforma” fiscal. Los inconformes vienen de distintos espectros y escenarios. La confusión revela -en el mejor de los casos- ausencia de sentido crítico, olvido de los términos exactos de la lucha de los contrarios, del materialismo histórico y dialéctico. No es vana la lucha por la unidad del pueblo si no se dignifica antes la vida interna del país? Si ustedes lo prefieren, ya que intentamos reflexionar sobre un hecho trascendental de hace 20 años, no es la costosa edificación de una política internacional grandilocuente y hueca sólo una manera de conducir y manejar la atención pública con el propósito -fallido hasta ahora- de apartarla de los gravísimos problemas, cuyas soluciones no encontramos?



Si todo lo dicho es error de juicio, de apreciación histórica, carece naturalmente de importancia. El hecho trascendental es el punto de partida para muchas de las cosas actualmente en vigencia. Pero si fuera oportunismo tardío, búsqueda senil de beneficios ya inútiles, se demostraría que ese glorioso contingente representativo de lo mejor del pueblo salvadoreño que se alzó en noviembre de 1989, no fue nunca coro de ángeles ni legión de héroes, sino simplemente combatientes al servicio de las mejores causas de esta nación, transformados ahora, muchos de ellos ya mayores, en seres cansados que cuando la noche se aproxima y el alma cae, quieren acercarse a un poder. Lo decimos simbólicamente, para entregarle lo único hermoso que poseían: un puñado de recuerdos de su ilustre juventud.

Pocote

2 comentarios:

  1. Anónimo11:18 a. m.

    Alli fue donde la oligarquia le torcio el brazo a cristiani y lo obligo a negociar con el FMLN y aceptar algunas peticiones de esta organizacion.

    Pero desde entonces el señor cristiani viene mostrando su prepotencia e intransigencia.

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  2. no olvides los grupos de soccorro que ayudo la mara en 89.
    http://www.salvamento.org/blog/?p=1286

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