Norman Quijano : más perdido que una cabra!

En el transcurso de la campaña electoral, el candidato a la alcaldía de San Salvador, Norman Quijano, hizo varias promesas a los capitalinos, entre ellas: la construcción de bóvedas sobre las quebradas, la instalación de centros comerciales y canchas deportivas sobre ellas, la inauguración de un metro bus y buses articulados, la rápida solución al comercio informal y el ordenamiento del centro de San Salvador, la instalación de cámaras de vigilancia en lugares críticos de la capital, así como un tratamiento “efectivo” al problema de la basura en barrios y colonias del área metropolitana. En primer lugar, había que aclarar que el transporte público no es competencia de la alcaldía ni del gobierno central, únicamente el control y regulación del mismo, así como el otorgamiento de permisos, licencias de conducir, permisos especiales y la entrega de tarjetas de circulación y placas para los vehículos, buses, motos y demás. En otros países, el transporte está bajo la jurisdicción y es responsabilidad de las alcaldías. Aquí los buses son empresas privadas o funcionan como cooperativas. Por lo tanto, ese proyecto millonario que ofreció el señor Quijano durante la campaña electoral, deberá ser iniciativa de los empresarios, de los mismos dueños de buses, quienes ya conocen del negocio y tienen los contactos necesarios aquí y en el extranjero para llevarlo a feliz término sí los estudios de costos y factibilidad les demuestran la rentabilidad y funcionalidad del mismo, puesto que se trata de una inversión millonaria y la crisis actual no está para aventuras ni mucho menos para solicitar préstamos bancarios que a la larga no podrán ser honrados. Además, las calles y avenidas de San Salvador son angostas, existe un parque vehicular intenso y hay demasiado congestionamiento en el centro y en la periferia de la zona metropolitana. Es decir, que no sólo se trata de limitaciones de jurisdicción y competencia, sino de problemas estructurales, los cuales deberían ser resueltos por una reforma profunda a la Ley de Transporte Público y al Registro de la Propiedad Privada. No es tan simple como pedir el apoyo a los diputados de las distintas fracciones para que aprueben préstamos, o solicitar ayuda al Ejecutivo para concretar el proyecto del metro bus o buses articulados. Ahora resulta que una persona que “es capaz de todo” (así definen los políticos areneros a Quijano) intenta echarle toda la responsabilidad de un proyecto imposible de realizar en las actuales condiciones, al titular del Ejecutivo. Incluso la fracción legislativa del partido Arena ha expresado públicamente que únicamente darán sus votos para los préstamos solicitados por el gobierno, si este da su total respaldo al alcalde para el metro bus y la construcción de las bóvedas. Es decir, el chantaje ya forma parte de la agenda de un grupo de políticos que todavía no han asimilado su derrota en las urnas electorales. La construcción de las bóvedas es otro proyecto millonario que debería ser más responsabilidad del Órgano Ejecutivo, en el ramo de Obras Públicas, que de la alcaldía capitalina. Pero el señor Quijano está empeñado en “imposibles”, porque su horizonte no está ligado a la gestión municipal sino a una candidatura presidencial. La ambición no tiene límites, sobre todo tratándose de “una persona” como “Norman Quijano quien es capaz de todo”. Lo grave es que ya han transcurrido un poco más de cuatro meses al frente de la comuna capitalina y los problemas puntuales continúan agobiando a los capitalinos y el señor Alcalde pierde lastimosamente su tiempo hablando y dando declaraciones a diestra y siniestra sobre metrobuses y bóvedas. Los habitantes de esta ciudad seríamos felices y le estaríamos por siempre agradecidos al jefe edilicio con sólo realizar una promesa de campaña: el ordenamiento del centro de la capital. Nada más. Todos sus esfuerzos deberían enfocarse a una salida viable y efectiva al comercio informal del centro histórico de San Salvador. Las calles, las aceras, los pasajes y los portales hace tiempo que están totalmente sitiados por los vendedores, comerciantes que no pagan impuestos, evadiendolos por medio del contrabando y transacciones ilícitas. No lo decimos nosotros, es una declaración firmada por el Ministerio de Hacienda y los distintos alcaldes que ha tenido la capital. Quijano debería conocer al detalle lo que ocurre en el centro capitalino, no sólo el desorden generado por la ocupación de espacios necesarios para el tránsito de las personas y la invasión de calles y avenidas supuestamente hechas para el transporte de vehículos y buses, sino porque en ese lugar se trafica con drogas y se cometen toda clase de fechorías, al grado que cuando se ha intentado concretar determinada ordenanza municipal, hay graves enfrentamientos de supuestos vendedores informales contra miembros del CAM y de la Unidad de Mantenimiento del Orden. En los últimos incidentes se han reportado heridos e incendios de vehículos y de negocios particulares. Asimismo, el mismo desorden y la variedad de ventas informales, generan toneladas de basura que, paradójicamente, tiene que recogerla el tren de aseo de la Alcaldía de la capital. Son miles de dólares invertidos diariamente en la recolección de esos desechos sólidos. Es un problema social de gran envergadura que debe resolverse con creatividad y no por la imposición y el autoritarismo como han acostumbrado los sucesivos gobiernos de Arena, al reprimir las protestas populares con el expediente único y exclusivo de la salida policial. El alcalde Quijano debe olvidarse de proyectos que no son de su competencia, como el metro bus, la construcción de bóvedas y la instalación de cámaras de vigilancia, para entrarle de lleno a solucionar las ventas informales en el centro de la capital, la limpieza total de la ciudad, la mayor participación de los ciudadanos en la ejecución de obras comunales y en la preparación y orientación de jóvenes pandilleros en talleres especializados. La propaganda y de los actos demagógicos que podrían darle imagen momentánea pero a la larga convertirse en bumerang contra sus aspiraciones de competir dentro de cuatro años por la presidencia de la república, verdadero objetivo de su incursión en la alcaldía capitalina. 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