9 de abril de 2017

La corrupción impera en El Salvador

La corrupción impera en El Salvador


Si este gobierno efemelenista y los gobiernos anteriores de Funes y de Arena fueran honestos y éticos, hubieran puesto en marcha al menos tres ejes para administrar el país:

1-combate a la corrupción
2-austeridad total
3-una reforma fiscal profunda para
combatir la evasión y ampliar la base tributaria.

Nada de eso ha ocurrido y como todo se ha ido en pura propaganda y demagogia, no es posible esperar un mínimo de consecuencia entre las declaraciones y los hechos. Y esto es necesario no sólo por razones éticas, sino también políticas. En el momento actual, el Estado salvadoreño se encuentra debilitado no sólo desde el punto de vista financiero, sino que también desde el ideológico-político y de su autoridad moral. La deshonestidad de algunos funcionarios públicos del gobierno Funes y fmln se empieza a reconocer abiertamente. Esto es una continuidad de los nefastos gobiernos areneros.

El gobierno actual no da muestras de tener intenciones de predicar con el ejemplo. Así no hay forma de tener la autoridad moral para imponer las cargas fiscales y restricciones económicas impuestas a la población. Haber dicho que se “terminó la fiesta a los malacates” o que se iba a castigar a los funcionarios deshonestos (eufemismo por corruptos) fue sólamente una clara demagogia.

Perseguir el llamado enriquecimiento “inexplicable” debería ser sólo un primer paso en la lucha contra la corrupción. En realidad, la corrupción de los funcionarios públicos fue y se mantiene hoy. Estamos hablando de millones de dólares y no de ripio monetario. Los sueldos excesivamente altos, por ejemplo, son una forma de corrupción. No es el interés de ser verdaderos servidores públicos el principal estímulo. En estas condiciones la carrera política o burocrática se convierte en simple instrumento de ascenso económico y social. Además, se fomenta el oportunismo, el arribismo y la falta de conciencia social entre los funcionarios públicos de alta jerarquía.

El combate a la corrupción suena a utopía y quizás lo es en el caso de El Salvador. En nuestro país, con muy honrosas excepciones, el enriquecimiento a partir de los cargos públicos ha sido tradicional. El propio funcionamiento del sistema, la falta de democracia y la escasa y deformada información que recibe el pueblo, han contribuido a que la corrupción y deshonestidad de muchos funcionarios públicos tenga lugar impunemente.

Como lo he dicho, con el anterior gobierno de Funes y el actual gobierno efemelenista los casos de corrupción han sido muchos. Esconder capitales en paraisos fiscales, permitir la evasión fiscal, hacerse el ojo pacho con asocios deshonestos, provocar licitaciones amañadas, ampararse en el cargo público para hacer negocios familiares, favorecer al amigo y al militante, son apenas ejemplos de esta práctica tan aberrante que nos retrata ante el mundo y deja en evidencia la falta de ética y moral de los gobiernos areneros y efemelenistas.

Ojalá que la Corte de Cuentas y la Fiscalía General de la República muestren diligencia e independencia (en este momento me estoy riendo) para investigar todos los casos de corrupción. Esperemos el milagro!

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