22 de julio de 2012

Sobre los Elementos Fundamentales de la Democracia. Continuación y final.


III. La Educación. 

Hablaba de los elementos fundamentales de la democracia y mencionaba la organización del pueblo como uno de ellos. En esta ocasión, y continuando con la propuesta, se introducirá a la educación como el segundo elemento del triángulo que sostiene la democracia.  Ya se ha mencionado que "la unión hace la fuerza" y se ha hecho la aclaración que para que eso sea cierto, dicha fuerza debe ser aplicada en la misma dirección y en el mismo instante de tiempo.

¿Estamos de acuerdo? 

Se decía en esa oportunidad que si un vehículo se quedaba atascado en el camino, una manera de volver a ponerlo en marcha era empujándolo de la forma descrita. Pero, hay que reflexionar sobre el hecho por un momento. Si encontrar a los inviduos adecuados para que empujen el vehículo y ponerlos de acuerdo para que lo hagan presupone cierto nivel de organización básica (al menos se necesita del uso del lenguaje, de la persuación, etcétera), el que lo hagan de la manera más efectiva y eficiente demanda cierto nivel de educación. 

Supongamos el caso extremo de una expedición en el Amazonas, cuyo vehículo no responde más. Y supongamos que esos expedicionarios solicitan ayuda de una de las tribus aborígenes de ese lugar, quienes jamás han visto un vehículo de esa naturaleza. ¿Se esperaría que dichos aborígenes supieran como, cuando y donde empujar el vehículo atascado? Pudiera ser que esos aborígenes tuvieran toda la voluntad de colaborar en la empresa que se les presenta, pero por más voluntad, carecen del conocimiento necesario de como funciona un vehículo que lo más seguro es que se agoten antes de moverlo ni tan siquiera un centímetro. 

Es decir que la organización no es suficiente para mover a la sociedad en la dirección que se desee hacerlo, antes es necesario que dicha sociedad esté educada en los problemas que la afectan y que tenga una idea de abordar las posibles soluciones. 

La educación política del pueblo es fundamental en la creación y fortalecimiento de la democracia, quizás por eso es que los pueblos latinoamericanos hemos sido castigados con tanta ignorancia. 

Un pueblo educado políticamente es dificil de engañar porque entiende que las distintas fuerzas políticas de una sociedad responden a intereses económicos bien definidos. Un pueblo educado políticamente comprende que no existe esa "bondad" de la gran empresa, porque esta última tiene como su objetivo primordial el maximizar las ganancias y reducir los costos; y comprende también que reducir los costos significa desempleo en muchas de las veces. Un pueblo educado políticamente comprende que pueden haber individuos que son "buena gente" tanto en la izquierda como en la derecha, pero que ya dentro de su grupo social esos individuos responden a una conciencia de clase que los mueve en una dirección determinada. 

Organizar por organizar no tiene sentido porque no se trata de sumar números nada más. Se organiza para educar, se organiza para concientizar. Se organiza y se educa para preparar a las masas a dar ese salto de calidad que las llevará de ser una masa amorfa, a una masa viva y conciente de su realidad. 

Cuando el carro de la sociedad se atasca, los individuos organizados y educados saben cuando, donde y como, usar sus fuerzas para volver a mover ese carro de la manera más eficiente y eficaz. Se podrá invertir un poco de tiempo en estudiar el terreno y las circunstancias específicas del problema, pero el sólo hecho de haber satisfecho esos dos elementos fundamentales necesarios en su desarrollo social, lo hacen más fuerte y tenaz. 

La educación política, además de brindar el conocimiento más cercano a los problemas sociales, también va dando la cohesión política necesaria entre sus miembros. Surgirán problemas de entendimiento, de interpretación, pero el mismo mecanismo de la educación posibilita la discusión amplia y serena de las distintas alternativas de solución que beneficien a la sociedad. 

La escalera de la educación, en este caso política, va permitiendo ver desde una perspectiva más amplia la problemática de la sociedad en su conjunto, se tiene una visión más clara aunque no completa, se consideran los factores más relevantes, y se posponen aquellos que inciden menos. En el transcurso, se va descubriendo que existe una fuente inagotable de conocimientos por adquirir, porque con la solución de los primeros problemas van apareciendo otros que antes pasaban desapercibidos. 

A la par del desarrollo de la educación política para entender y emprender la solución de los problemas que aquejan a la sociedad, se hace necesaria también la educación moral de los individuos que componen la misma. No se puede pensar que un nuevo modelo económico se puede hacer sobre la base de las costumbres o valores morales caducos. Es menester que un nuevo modelo económico venga acompañado de valores morales que lo sostengan, de lo contrario ese modelo se cae, y el intento es vano y perecedero. 

Baste recordar a Monseñor Romero en su Epifanía del 7de Enero de 1979: "¿De qué serviría cambiar estructuras, cambiar modos de gobernar, cambiar modos de organización política, si los hombres que van a manejar esas estructuras siempre llevan la podredumbre en su corazón? ¿De qué servirá un cambio de situación social si los que vamos a vivir en esas estructuras no nos renovamos por dentro a ser más justos, más hermanos, más nuevos?". 

De todo lo anterior se deriva que la educación es el segundo elemento fundamental de la democracia. 

IV. La Participación. 

Hasta aquí se han abordado dos aspectos fundamentales que deben sostener una democracia: la organización y la educación. Se aborda ahora el tercer elemento que forma parte de este triángulo: la participación. 

En un país determinado existen muchas organizaciones formadas para distintos fines. Dichas organizaciones son doctas en lo que hacen, o en lo que pretenden. Pues bien, si se está hablando de democracia, es necesario que existan organizaciones idóneas que participen en los planes de desarrollo de su destino. Estas organizaciones deben incidir decididamente en los destinos de su sociedad. 

Tómese una tarea determinada, como la siembra y la cosecha de la milpa por ejemplo. Es necesario conocer la fecha de la siembra, la preparación del terreno con las herramientas adecuadas (sean estas el arado artesanal o el tractor moderno), tener la experiencia adecuada para mantener la milpa en buenas condiciones, tanto protegidas de las plagas como de las aves, saber cuando es el tiempo de la cosecha. Se necesita pues, el conocimiento adecuado y la experiencia necesaria para obtener los mejores resultados. Por supuesto, esos mejores resultados dependen también de otros factores como la calidad de la semilla, la prepararión y calidad del terreno, las condiciones climatológicas del lugar, etcetera. 

En este ejemplo, es indispensable contar con los tres elementos de los que he venido hablando: la organización, la educación, la participación. Ahora cabe hacer la pregunta siguiente: si esos elementos son necesarios para sembrar y cosechar una milpa, ¿no deben ser también necesarios para construir una democracia? 

Ningún campesino realizará su siembra y regresará hasta que sea tiempo de la cosecha. Si lo hace así, lo más seguro es que los resultados sean más dependientes de la suerte, que de sus propios esfuerzos, y puede ser que cuando piense en realizar la cosecha, se de cuenta que la mala hierba no la dejó crecer, que las plagas dañaron muchas mazorcas, o que las lluvias empozaron el terreno y pudrieron buena parte del sembradío. 

Entonces, si estamos sembrando la democracia, bajo ningún punto de vista es conveniente plantar un funcionario, dejarlo a sus anchas y regresar al final de su período para pedirle cuentas. Ese modelo no cabe en lo que se debe entender por democracia, a pesar de que por muchos años se ha predicado que ese es el modelo ideal, y hasta se le ha llamado "democracia representativa". 

La participación del pueblo es un elemento fundamental. Sirve para corregir en el momento las desviaciones que los ejecutores puedan tener. Es como corregir el árbol cuando se comienza a torcer y no esperar a que esté torcido para cortarlo y hacerlo leña. La participación también sirve para que en su ejercicio se vayan identificando los cuadros humanos que cuentan o que han adquiriddo las cualificaciones necesarias para continuar con ese proceso. Los futuros cuadros se dan a conocer a través de su trabajo, y se convierten así en los próximos candidatos porque han sido fogueados en el trabajo. La participación es el elemento dinámico de este proceso, si el cual, éste es un proceso muerto, estático, y engañoso. 

Se debe hacer un paréntesis necesario en este momento para decir algo que es de suma importancia. En el mundo occidental se habla de democracia representativa y de democracia participativa. Es evidente por todo lo expuesto más arriba que no existe tal cosa, o existe la democracia y en este caso es participativa, o no existe aunque se llame representativa. 

En los Estados Unidos por ejemplo, país que se toma como ejemplo de democracia, existen ambas expresiones, porque mientras al pueblo de los Estados Unidos se le vende un candidato a costos exhuberantes y con el cual no volveran a interactuar hasta el final de su período (bajo la farsa de lo que se llama democracia representativa), las grandes corporaciones gastan millones de dólares en continuos cabildeos para empujar sus agendas (en este caso muy particular el ejercicio de la participación es constante, fuerte, y en algunos casos linda con la corrupción), desarrollando de ese modo una democracia real para una determinada clase social (aunque la palabra correcta e incorrecta sería oligocracia; correcta porque es democracia para unos pocos, incorrecta porque no está registrada en el idioma oficial). 

Lo anterior es importante tomarlo muy en cuenta cuando se hable de democracia porque para lo que al pueblo le está vedado, para las grandes corporaciones está permitido. Cabildear, de la forma como lo practica la mal llamada democracia occidental, es prohibitivo para los pueblos. 

Es por ello que el gran capital no entiende porque los pueblos se quejan de ese sistema “democrático”, porque ellos si pueden participar activamente en la vida política del país, pero no se dan cuenta, que esa participación no le está permitida al pueblo. Por supuesto, al menos en los Estados Unidos, los ciudadanos pueden hacer llamadas telefónicas, enviar cartas, a sus congresistas o representantes, cosa que no garantiza el ser escuchados. Hasta aquí el paréntesis. 

Queda cerrada aquí esta propuesta de lo que deberían ser los elementos fundamentales de la democracia. Si se desea, se puede tomar esta propuesta como una tésis dispuesta a ser analizada y estudiada por los expertos de la materia. Se dará cuenta el lector que en ningún momento se ha mencionado que las elecciones son un elemento fundamental. Se propone que las elecciones son un mecanismo nada más que posibilita la selección de candidatos a una función determinada, pero cuyo ejercicio en si no garantiza el que un estado sea democrático. A través de la historia de los países latinoamericanos se puede observar que las elecciones sólo sirvieron para legitimizar dictaduras a cual más crueles. 

Dagoberto Flores.

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