19 de julio de 2012

Sobre los elementos fundamentales de la Democracia (I)

Estas ideas fueron originalmente presentadas en el grupo de Yahoo “Amigos Guanacos”, en el 2007 . Más tarde, en ese mismo año,  La Macana, una revista publicada en el departamento de Cabañas, El Salvador, publicó una versión modificada. En 2010 fueron compartidas y ampliadas en otro grupo de Yahoo, “La Diáspora Opina”. No son ideas terminadas puesto que sólo prenden ser propiciadoras de debate. 


Por Dagoberto Flores
Colaboración para El Trompudo

I- Introducción.

Hablar de democracia en estos tiempos, es un tanto diferente a lo que fue en la década de los 70s y 80s. Aquellos eran otros tiempos y por lo menos en nuestro país El Salvador, la lucha por la conquista de la democracia costó muchas vidas. No quiere decir que ahora sea fácil, pero sí es menos difícil en cuanto a costo de vidas humanas se refiere. Valga hacer la aclaración que si bien la democracia no formaba parte de las consignas de las organizaciones populares, ésta estaba implicita.

Este no es un tratado extenso sobre la democracia. No se pretende aquí hablar de Grecia, ni de la semántica de la palabra. Ese estudio ya ha sido hecho por otros con la profundidad necesaria. El propósito en esta oportunidad es hablar de ciertos elementos indispensables en el ejercicio de la democracia, los cuales, además, se consideran fundamentales. Habrán otros elementos que otras personas consideren mucho más fundamentales que los que ahora aquí se proponen y eso estaría bien, siempre y cuando todas las propuestas sean sujeto de debate entre los ciudadanos interesados.

Antes de entrar a detallar estos elementos, se hará uso de una analogía física que será util como recurso didáctico. Un profesor universitario de matemáticas dijo una vez a sus estudiantes: “Una mesa de tres patas nunca queda patoja”. Para los estudiantes de ingeniería, y específicamente para aquellos quienes toman los cursos de diseño estructural, este concepto se vuelve uno de los más básicos en sus carreras. La aplicación de dicho concepto es visible en las estructuras que sostienen puentes, torres de transmisión de energía eléctrica, techos, etc. La proliferación de la figura triangular en las estructuras físicas no es casual.

El Escudo Nacional de El Salvador, tiene un triángulo equilatero, cuyos lados significan la igualdad de los tres poderes del estado: el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, y el Poder Judicial. Perfecto, verdad? En la realidad todos sabemos que esos tres poderes son tan elásticos que bien pueden estirarse o encogerse hasta amoldarse a las condiciones políticas imperantes. Por lo menos bajo la ley, esos tres poderes mantienen su independencia relativa en la vida política del país. Pero, en la realidad, uno de esos poderes puede fundirse o anular a los otros dos.

Anular uno de esos tres poderes, significa tener una mesa de dos patas, y se necesitaría de la existencia de milagros políticos para que dicha mesa amputada se pueda parar. La historia reciente latinoamericana nos ha enseñado que en muchas instancias la anulación de alguno de esos catetos fue suplido por las instituciones armadas, con las consecuencias ya conocidas. Nuestro país no estuvo excento a esa realidad y los sucesivos gobiernos militares de derecha, sometieron a sus deseos a los otros poderes del estado.

En la vida politica actual salvadoreña, se estuvo dando un conflicto intenso entre el Poder Legislativo y la Corte Suprema de Justicia. Este trabajo no intentará dilucidar ni los orígenes ni las consecuencias de tal conflicto. Lo único que se dirá es que este es un ejemplo de la lucha entre los poderes del estado, en el cual cada poder hala hacia su lado con sus propios argumentos ya sea de tipo jurídico o de tipo político. Al final, El Salvador podrá tener una mesa de tres patas, cuyo nivel estará u horizontal o inclinado, dependiendo de los resultados.

A veces se habla de otro triángulo: Gobierno, Empresa Privada y Pueblo; y aunque ese es un triángulo válido (por cuanto contiene tres conceptos), no será tema a desarrollar por el momento. Baste decir que en ese supuesto triángulo desnaturaliza lo que se puede considerar como "democracia". 

Otro aspecto no desarrollado acá será el de las elecciones o el voto que, si bien es cierto, es un ejercicio indispensable y necesario que posibilita y legitimiza la toma de decisiones. Es parte integral de uno de los elementos fundamentales de la democracia que se tratarán más adelante. 

Baste decir también, en este caso, que en muchas ocasiones cuando se habla de democracia, se hace un alarde enorme de las elecciones como el "ejercicio democrático" de los pueblos, como si éstas fueran la panacea que cura los males de los totalitarismos, de las dictaduras, de los despotismos, de los malos gobiernos, etc. Qué lejos estamos de conseguir la verdadera democracia si dejamos al pueblo que una vez cada dos, tres, cuatro o cinco años, éste se acerque a las urnas a depositar su voluntad, y dejar así a uno o varios candidatos para que éstos hagan durante ese período lo que sea su voluntad. 

Desde el punto de vista económico, este ejercicio es un gasto innecesario de recursos. Desde el punto de vista de la educación política popular es una falla total. Desde el punto de vista del ejercicio de la retórica y de la oratoria, es un mal ejemplo de ambas disciplinas. Desde el punto de vista del ejercicio de la verdad, esto es una burla completa. Pero, desde el punto de vista de la propaganda vacía y de los "shows" sensacionalistas, es todo un éxito. 

II -La Organización. 

Una vista hacia el cielo en una noche de verano sin luna nos puede mostrar lo bello del firmamento. Una velada en la playa, con luna llena, nos puede mostrar lo bello del océano. No hay caos ahí, sólo movimiento. 

Giran los electrones alrededor del núcleo, y los átomos se unen para formar moléculas. De esa forma el caos inicial va tomando forma más ordenada, gracias a la organización de la materia. 

¿Cómo se puede aplicar ese conocimiento a la vida de los pueblos? 

Supongamos por un instante que el desarrollo de la sociedad se puede comparar a un vehículo en marcha, y supongamos que por las razones que sean ese vehículo se ha atascado en un camino difícil. ¿Cómo lo sacamos adelante? 

Alguién dirá, y con mucho acierto, que saldría "empujándolo" y tendrá mucha razón al hacerlo. Pero... ¿será que es tan así de fácil? 

En primer lugar, si bien es cierto que la unión hace la fuerza, también es cierto que para que esa fuerza sea más efectiva y eficiente, dicha fuerza debe aplicarse en la misma dirección y al mismo tiempo, de lo contrario todo intento será un gasto innecesario de esfuerzo. 

Y, así, de la misma forma que un electrón no gira alrededor del núcleo de manera antojadiza sino obedeciendo a leyes definidas o dentro de los límites que las probabilidades le permiten, de esa misma forma para mover el vehículo de la sociedad, todos los individuos deben participar con un objetivo común, de manera que el movimiento sea menos difícil. 

Ese es el producto de la organización y, por ende, ese elemento se convierte en uno de los pilares fundamentales de la democracia. Sin organización no hay expresión genuina de los elementos que componen los distintos sectores de la sociedad. Sin organización, las móleculas de agua pueden convertirse en vapor y ejercer presión en todas direcciones sin necesariamente apuntar hacia ningún lado. Sin organización, el pueblo está desunido, desubicado, en un estado de caos, y se convierte en presa fácil de sus enemigos. 

Es la organización tan importante que no se puede concebir la miel de las abejas sin el trabajo organizado de las mismas; como no se puede concebir tampoco un cambio social duradero sin la participación ordenada del pueblo. 

Es por eso que cuando se dice que "la unión hace la fuerza", es porque se está pensando en una unión organizada de tal manera que esa fuerza empuja hacia la misma dirección y al unísono. Quien no lo haga de esa forma, es porque se opone al movimiento del conjunto, ya sea porque se beneficia de que el vehículo esté atascado o porque cree que el vehículo se mueve en la dirección no deseada. En todo caso, el desarrollo de las sociedades depende de la magnitud y dirección de las fuerzas que la empujan.

Cuando los pueblos se organizan y alinean sus fuerzas hacia una dirección determinada y empiezan a empujar, es cuando se conoce si los gobiernos de turno son consecuentes con ese pueblo o si sólo pretenden serlo. Es por ello, que todos aquellos gobiernos que se pregonan así mismos como "modelos de democracia", deben desarrollar y fortalecer las organizaciones populares. De no hacerlo así, el pregón de ser un "gobierno democrático" se convierte en demagogia, vana, barata. 

Sin la organización del pueblo no se puede concebir la democracia, porque es a través de la existencia de las distintas organizaciones populares que el pueblo se expresa. Y para que se alcancen los más altos niveles de organización, éstas se deben unir de acuerdo a los intereses comunes que persiguen. Por eso en una democracia no deben faltar la representación de sectores como el de los estudiantes, de las mujeres, de los maestros, de los obreros, de los campesinos, etc. 

Hay individuos que creen que los cambios se pueden lograr sin la necesidad de organizar al pueblo, y pudiera ser que en algunos casos lo logren, pero esos cambios no son duraderos puesto que no hay un pueblo que respalde dichos cambios ni que los defienda. El caso de nuestra vecina Honduras puede ilustrar bien esto, por cuanto ahí el intento de organizar al pueblo se dió después de los cambios propuestos. No se puede castigar así al pueblo, se le debe organizar primero. (continuará)


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