El gran desafío del presidente Funes

Las autoridades han ido cerrando el círculo alrededor de la creciente delincuencia, se han capturado policías vinculados a las pandillas y se anuncia que un alto mando está siendo investigado.

Se acerca un nuevo periodo escolar y la posibilidad de hacer menos dura la carga económica de los padres de familia con la entrega por parte del régimen de paquetes escolares, uniformes y zapatos…pensamos entonces que la crisis económica, superada con base en declaraciones oficiales, es una hosca y cotidiana realidad para las amas de casa.

El ciudadano medio hace constantemente este desolador recuento y llega a conclusiones amargas. Los más resignados, los que tienen la claridad de reconocer el desastre que nos legaron veinte años de gobiernos areneros, y los que asimismo advierten los incansables esfuerzos de la administración del FMLN y del presidente Mauricio Funes por superar la difícil situación política, social y económica, casi terminan absolviéndolos de que las realidades concretas serán muy pálidas comparadas con las reiteradas promesas de campaña.

Lo hemos escuchado constantemente en la calle, en los cafetines, en los mercados. La gente dice: “El mandatario tiene, indudablemente, buenas intenciones. Él, en lo personal, es un hombre honesto con gran capacidad de trabajo”. Funes es sensible a los problemas, atento a dar soluciones; pero es también un hombre del sistema, lo ha hecho el sistema y afronta dificultades para romper las estructuras que hicieron posible su meteórica carrera política. Y están además los intereses creados, las presiones formidables de quienes controlan a voluntad la economía del país, que lo obligan frecuentemente a hacer declaraciones que no son vías para un reencuentro con las grandes expectativas nacionales.

Como panorama general, ya se ve que es para impacientar a cualquiera, cuando no indignarlo hasta convertirlo en profeta de la violencia, los reiterados reclamos, acusaciones y amenazas de hombres tan deshonestos, cínicos e hipócritas como el ex-presidente Cristiani y los diputados Ernesto Angulo, Donato Vaquerano y MilenaCalderón de Escalón, quienes reclaman prontas y efectivas soluciones a los crecientes problemas generados por la delincuencia de las pandillas y el crimen organizado. Cínicos e hipócritas porque fueron los cuatro gobiernos de Arena los que heredaron semejante situación y la profundizaron al excluir a las grandes mayorías de oportunidades para educarse, trabajar en empleos dignos o crecer como pequeños empresarios. La política deliberada de no crear empleos, obligó a miles de salvadoreños a emigrar hacia los Estados Unidos y, por lo mismo, a la desintegración de la familia. Los niños y los jóvenes, sin la orientación de sus padres ni el auxilio de la escuela, fueron presa fácil de las maras y las pandillas.

Es cierto que el presidente Mauricio Funes es hechura y creación de un sistema, aunque él, en lo personal, no hubiera tomado parte. Un sistema cuya distinción más conspicua es la corrupción de los ex funcionarios: en estos veinte años y más de desviaciones, El Salvador ha visto nacer una enorme casta de súper millonarios que amasaron sus colosales fortunas con el dinero del pueblo y sin correr el menor riesgo. Que tiren, pues, la primera piedra y levanten la mano cualesquiera de los funcionarios y cuatro ex presidentes areneros y, más allá, pecenistas que se sientan libres de la corrupción y de haber otorgado múltiples privilegios a los grupos económicamente poderosos, para hacer y deshacer a su antojo en este país al que siempre han manejado como su hacienda particular.

En todos estos largos años de torcer los nobles propósitos de este pueblo, no hemos asistido a una sóla consignación frente a los tribunales competentes, de un ex-funcionario o ex-presidente de la república que se haya hecho merecedor de la cárcel por sus desvergonzados latrocinios. En todo este tiempo, políticos y ex políticos, aprovechando mañosas modificaciones a las leyes, han podido explotar a miles y miles de campesinos a los que, como en la era de Martínez, convierten en peones acasillados, con la suprema ironía de que teóricamente son los dueños de la tierra. Los grandes beneficios obtenidos de las enormes plantaciones azucareras y cafetaleras jamás llegaron a la totalidad de los salvadoreños. Se impuso la avaricia, la explotación, el mercantilismo y, en fin, el capitalismo salvaje que, como lo hemos dicho en innumerables ocasiones, concentró las riquezas en pocas manos y multiplicó la miseria en las mayorías poblacionales.

El presidente Funes y el gobierno en su conjunto tienen mucho por hacer para satisfacer las demandas de la población. La pregunta recurrente es: será posible que rompan con esa estructura tradicional de los que en la realidad ostentan el poder económico? Concedido que el Jefe del Ejecutivo es un hombre salido de un sistema, pero es también el presidente de la república. Es, por el momento, el jefe de ese sistema. Lo único que nos falta por averiguar es si en realidad tiene el poder suficiente con el que pueda respaldar sus buenas intenciones. Nos está permitido suponer que sí. Nos permite la suposición el hecho evidente de que las veces  que se ha decidido, cuando ha tomado serias decisiones en apenas cuatro meses de ejercer el gobierno, las cosas le han salido bien, no todas, pero algunas: no aceptó presiones de altos militares que no querían al entonces coronel David Murguía Payés, como Ministro de Defensa; tampoco aceptó las presiones del entonces Estado Mayor de la Fuerza Armada, para no condenar el golpe militar en Honduras; por el contrario, cambió totalmente la cúpula militar.

El Sistema, aún con sus golpes bajos y sus patadas debajo de la mesa, o las rabietas y malcriadezas de diputados como Angulo, Vaquerano, Gallegos o Calderón de Escalón, ha sido impotente para frenar las decisiones. Esperamos, por lo tanto, mucho de las reformas o revisiones del modelo fiscal, y que se completen las demandas ante la Fiscalía General de la República contra todos los ex funcionarios implicados en hechos de corrupción. En esto, como en todas las obras de beneficio popular, contará con el apoyo de la población.

Somos, pues, los gobernados de un sistema donde la voracidad política y económica se ha comido mucho de nuestros mejores propósitos. Somos desde hace muchos años, un país con las manos sucias, producto del robo, de la explotación y del saqueo infame de las arcas del Estado por parte de una mafia de corruptos. Un país que pese a toda su podredumbre o quizá a consecuencia de ella, deposita cada cinco años, en un soóo hombre, poderes difícilmente comparables con otros gobernantes del planeta. Esta cualidad podrá volverse algún día en un auténtico poder para desafiar e imponerse a la oligarquía? Sólo el tiempo y las condiciones muy particulares de nuestro país y de la sociedad lo dirán. Por de pronto, al mandatario le toca gobernar con su pueblo y para su pueblo.

Pocote

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