El temor del actual gobierno a la oligarquía

El fin superior de cualquier gobierno debería ser elevar el nivel de vida de los ciudadanos, llevar bienestar a las mayorías poblacionales, definir claramente el modelo económico por desarrollar y un fuerte marco de seguridad jurídica para garantizar y promover la inversión nacional y extranjera. Cuando existen dudas y reservas en los enunciados estratégicos surgen los reclamos de los diversos sectores sociales. Desde luego, la burguesía en primera línea para “garantizar” sus particulares intereses.

Los observadores “prudentes” expresan que es “muy poco el tiempo” para exigirle resultados al actual gobierno; quizás lo sea en lo cronológico, en la medición del calendario; pero nosotros hablamos de “tiempo político”, cuando son urgentes y necesarias las definiciones no sólo para conocer el rumbo de un régimen que despertó tantas expectativas, sino para darle tranquilidad a la población, a las grandes mayorías, y no necesariamente a cúpulas empresariales o políticos trasnochados ubicados en el espectro de la derecha recalcitrante y retrógrada. La derecha de este país, lo reiteramos, insiste en que el “gobierno debe consultar los programas agrícolas por desarrollar”, así como “ser claro en las reglas económicas para propiciar un clima de confianza y tranquilidad en la empresa privada”. Asimismo, “ser claro y coherente en las metas fiscales si quiere ganar confianza en los mercados internacionales”. Tanto en aspectos económicos como en materia de seguridad, los funcionarios han estado prestos a responder con diplomacia y cautela a los reclamos y exigencias de los grupos económicamente poderosos. Opotunamente dijimos que se gobierna para todos y que el presidente tiene la opción de reunirse y dialogar con diversos sectores de la sociedad. Esto es válido aquí y en cualquier parte del mundo, puesto que se busca fortalecer el Estado y propiciar la unidad o, al menos, el entendimiento entre posiciones política e ideológicamente distantes. El mismo slogan del gobierno: “unir, crecer e incluir”, así lo establece. Sin embargo, en la población existe la percepción de que a dos meses y días de haber asumido la nueva administración del Estado, no se está escuchando a distintos sectores, sobre todo personas humildes provenientes de pequeñas comunidades del país. Hay justos reclamos de pequeños agricultores, y campesinos que se oponen a la construcción de presas hidroeléctricas, así como a la explotación minera. Los funcionarios al frente de Agricultura y Ganadería, así como de Justicia y Seguridad Pública, para citar dos de los más consultados por los programas de opinión de la televisión, han coincidido en señalar que el gobierno está haciendo los mejores esfuerzos para atender y superar los graves problemas heredados por los cuatro nefastos regímenes areneros. Esto lo sabemos bien, puesto que las estafas, los desfalcos, el contrabando y la corrupción en general, fueron las características más sobresalientes de las gestiones de Alfredo Cristiani, Armando Calderón Sol, Francisco Flores y Antonio Saca. El nivel de denuncia y la presentación documentada de pruebas contra los funcionarios corruptos de Arena, está muy bien; lo mismo que “el superar el déficit fiscal” y el abandono de obras físicas, como ha ocurrido con la lamentable gestión de los ministerios de Salud Pública, Medio Ambiente y Obras Públicas, nada más para poner tres ejemplos; lo que no aceptamos es “aceptar reclamos” y, sobre todo, no rechazar con fuerza las insistentes exigencias de las cúpulas empresariales en casos tan concretos como los subsidios, la inversión en agricultura o el “malestar” que les ha causado el simple anuncio del Ministro de Educación, Salvador Sánchez Cerén, de terminar con el programa EDUCO y otros; así como “el fuerte reclamo” por las declaraciones del Ministro de Gobernación de “revisar el contenido de algunos programas radiofónicos y de televisión” que claramente atentan contra la moral y las buenas costumbres de la población. El mismo “fuerte reclamo” de los sectores oligárquicos y de sus testaferros, ha suscitado el anuncio de disolver la Comisión Nacional de Desarrollo, un elefante blanco que se tragaba millones de dólares del presupuesto general de la nación; pero como el aparato estatal sigue en manos de los recalcitrantes de la derecha, también protestan por la separación del director de la DECO, o sea el Departamento Operativo contra el Crimen Organizado. Simplemente se sentían seguros y protegidos por policías y mandos medios involucrados en hechos ilícitos como el narcotráfico, el contrabando, asaltos, extorsiones y más. Y los ejemplos siguen, como el de criticar el cambio de direcciones en el Ministerio de Salud y en el Seguro Social porque al decir de los “señores intocables de la empresa privada”, así como por diputados sin escrúpulos y otras ratas del mismo piñal, se “están quitando a expertos y técnicos” en eliminar epidemias como la gripe porcina o el dengue clásico y el hemorrágico. Como lo hemos señalado, los funcionarios buscan la forma de quedar bien con esos sectores recalcitrantes; pero no hacen lo mismo con los más humildes de este país, a quienes ni siquiera se les recibe y atiende en Casa Presidencial. Si el gobierno no quiere modificar una sola de las estructuras sociopolíticas heredadas, al menos debe definir su rumbo y que los salvadoreños entendamos de una vez por todas cuál es el signo, la ideología y el pensamiento político del régimen. Lo decimos una vez más: no hay cambios en las estructuras, no hay ningún cambio profundo en la vida salvadoreña ni muchísimo menos. Hablamos de tiempo político, no del calendario, para decirlo de frente a los pusilánimes y analistas de pacotilla. Si aludimos a la fantástica abulia política que se ha apoderado de gran parte de los salvadoreños, no lo hacemos de una manera gratuita. A los hechos concretos ya señalados nos remitimos. El presidente Funes todavía está a tiempo de definirse, de tomar al toro por los cuernos y recitarle cuatro y más verdades a la oligarquía y a los retardatarios de la historia. El Salvador no puede transitar por los mismos caminos que recorrieron los infames gobiernos areneros. Se supone que este es un régimen de izquierda, por lo tanto no debe buscar parecerse a la derecha o a los social demócratas o social cristianos, simplemente reformistas y administradores del gran capital. Le recordamos que los teóricos e ideólogos del capitalismo siempre han hablado de un “Estado de prosperidad general”. Como bien lo expresan los marxistas “este mito es refutado por los hechos. El paro forzoso y la miseria de centenares de miles y de millones de personas sigue siendo una realidad social, incluso en países tan desarrollados como los Estados Unidos…” No podemos seguir avanzando por el lodoso camino de la demagogia, de los proyectos, de las buenas intenciones. Y es que, además, el gobierno y sus funcionarios parecen tenerle tanto horror a la verdad, como miedo a la oligarquía y a los grupos económicamente poderosos, tanto internos como externos. Por eso es necesario y urgente que el gobierno defina su rumbo y saber si vamos a cambiar el modelo económico que, con más crudeza en los últimos 20 años, ha multiplicado la pobreza en el pueblo salvadoreño.

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