Obama, Funes y Ávila...

Unas semanas antes de realizarse las elecciones presidenciales en Estados Unidos, altos dirigentes y destacados miembros del partido Arena, expresaban su abierto apoyo al partido Republicano y a su candidato John McCain. No es una simpatía momentánea, ha sido así a lo largo de los años: los sectores derechistas y reaccionarios de América Latina se han alineado, por regla general, con los republicanos, por considerarlos más conservadores y apegados a una economía de libre mercado, un apoyo irrestricto a la empresa privada, una oposición sistemática a la organización sindical y no tocar el tema fiscal, sobre todo el tema de los impuestos a los monopolios y oligopolios.

Tras conocerse los resultados de la votación presidencial de EEUU, tanto el partido Arena como el FMLN han publicado sendos anuncios felicitando al nuevo gobierno. El mensaje del policía fracasado, Rodrigo Ávila, es frío, inconsistente y en el fondo revela el disgusto que les causa el triunfo del Partido Demócrata y de su carismático senador Barack Obama. Por cierto en el spot de televisión, Ávila, una vez más muestra sus escasas luces y el poco conocimiento de la sintaxis y la gramática : “…Nos proponemos a trabajar…”, dice al referirse a una supuesta colaboración con el presidente electo de Estados Unidos. Sin embargo, esto no será motivo de un editorial para el dinosaurio de el diario de hoy, quien sí lo hace contra el candidato del FMLN, Mauricio Funes, a quien acusa de “modestísima cultura y el hábito que tiene de citar ideas muertas y estribillos propagandísticos…” Y cuando hablamos de un mensaje frío y poco convincente del partido Arena, citamos textualmente un párrafo: “…Saludamos al pueblo estadounidense por dar este nuevo ejemplo de civismo al mundo entero. Compartimos con esa gran nación su visión democrática, el respeto a la libertad y el rechazo a cualquier forma de tiranía y terrorismo” (SIC). Por el contrario, el mensaje del FMLN y su candidato presidencial Mauricio Funes, es firme, concreto y revelador: “…Felicito al pueblo estadounidense y a su presidente electo por esta significativa demostración para superar el miedo a los cambios y a las verdaderas apuestas democráticas…Si el pueblo salvadoreño y Dios lo permiten, como próximo Presidente trabajaré estrechamente con el gobierno de los EEUU, afin de garantizar la concreción de planes integrales que hagan posible la estabilidad laboral de nuestros compatriotas, su residencia permanente, así como la integración y reunificación familiar”.

Dos posiciones diametralmente opuestas y que hablan muy en claro a quien asiste la cultura, la capacidad intelectual y el criterio político, muy a pesar de los intentos del dinosaurio de el diario de hoy por levantar la imagen y la presencia del policía fracasado. Como muy bien dice el refrán popular “lo que natura no da, Salamanca no lo presta”. Los mismos sondeos de opinión pública expresan claramente de qué lado están las preferencias electorales y a quién prefieren como su próximo presidente la mayoría de salvadoreños. Estas son reflexiones necesarias y explicativas, antes de entrar al fondo de la cuestión. Múltiples y diversas reacciones han suscitado en estas últimas semanas, el desplome del sistema financiero en Estados Unidos y otros países del mundo y, por supuesto, el contundente triunfo electoral del senador Obama. En el primer hecho, el gobierno norteamericano se ha visto obligado a comprar la mayoría de acciones de dos importantes bancos privados, así como a inyectar de emergencia la descomunal suma de 700 mil millones de dólares, medida obligada ante la embestida de la inflación y la recesión a partir de los problemas monetarios del dólar y de su libre “flotación”, al ser retirada la garantía en firme con que lo respaldaba el tesoro de la potencia imperial. En esas contradicciones tiene que respirar, fatalmente, el régimen de libre empresa, sobre todo cuando en la inspiración política prevalecen alergia o simple incomprensión de métodos de control estatal de la economía, considerados como “ruta de orientación socialista”. Esto, sin control oficial de precios, y toda alza en el uso de servicios o en consumo de productos indispensables se convierte, automáticamente, en factor inflacionario. En el nuevo orden económico y político que a nivel mundial se espera a partir del fracaso evidente del modelo neoliberal, los Estados tendrán que intervenir y regular el mercado, no sólo para impedir prácticas monopólicas y mercantilistas, sino para salir en defensa de los consumidores tan castigados hasta ahora por los alarmantes precios en productos básicos, en medicinas y todo el área de servicios. El presidente Obama llega a la presidencia en una época de grave crísis para la potencia imperial. No sólo por la inevitable recesión y la caída del sistema financiero, el modelo neoliberal mismo, sino por las guerras en Irak y Afganistán, la violencia interna y el alarmante desempleo en la nación norteamericana. Desde luego, esa justificada demanda de comprensión y de apoyo mostrado por los electores obliga también a un implícito compromiso gubernamental: limpiar de toda sospecha de inmoralidad y de ineficacia en la administración de la riqueza de la nación. Los Estados Unidos están en la obligación de cambiar radicalmente su política exterior, de olvidarse del garrote, de los patios traseros y de acusar, a diestra y siniestra, a distintos gobiernos de terroristas, o de apoyar a grupos insurgentes, simplemente por no comulgar o estar de acuerdo con las políticas imperialistas. El presidente Obama tiene que estabilizar la economía doméstica; pero también dar señales al mundo de una mayor apertura política y económica. Los electores lo han votado por la necesidad de un cambio en la forma de conducir y administrar esa nación. Ya no más intervenciones y ataques militaristas; no más prisiones donde se tortura a supuestos “terroristas”; no más pueblos humillados y castigados por el simple hecho de oponerse a los planes expansivos y económicos del imperio. El nuevo gobierno debe revisar las relaciones diplomáticas, comerciales y políticas con países tan dignos como Cuba, Venezuela, Vietnam, China y hasta con Irán, tan groseramente tratado por la administración republicana de Bush. Los Estados Unidos no pueden seguir operando como los gendarmes y los grandes policías del mundo, manteniendo bases militares ilegales en territorios ajenos a su geografía como nación. El rechazo y esa enemistad creciente de muchos pueblos se lo han ganado por su descarada injerencia en los asuntos internos de otros países, por la prepotencia y el creerse los amos y dueños del planeta. Los cambios de gobierno que se han dado en América Latina simplemente han sido una señal de que el modelo neoliberal impuesto por los organismos financieros mundiales, hoy en bancarrota, ha fracasado, lo mismo que la tutela y el dominio de Norteamérica. Es algo que no desconoce el presidente Obama y por lo mismo debe proceder con ecuanimidad y sabiduría, tal como hasta ahora se ha conducido. En lo particular siempre he creído que no existen diferencias en política exterior de los partidos Demócrata y Republicano. Las hay, desde luego, en el campo interno; pero el mundo de hoy no es el mismo de hace ocho o cuarenta años; por el contrario, la debacle neoliberal y la estrepitosa caída del sistema financiero mundial, muestra la imperiosa necesidad de revisar el mapa político y económico y buscar nuevas alternativas para superar las grandes amenazas del recalentamiento global, la crísis alimenticia y energética y, por supuesto, esa estrepitosa caída del modelo neoliberal (para muchos académicos, fase superior del imperialismo).

En El Salvador también estamos a la puerta de un cambio de gobierno -prácticamente inevitable-, debido al agotamiento de ese mismo modelo neoliberal impulsado por los cuatro regímenes de Arena. El FMLN y Mauricio Funes, no encontrarán un ambiente agradable, tendrán que luchar contra una prensa hostíl, una recesión económica, un país sin reservas y un agro totalmente abandonado. Con todo, la población está consciente de la difícil situación y espera que al menos en los primeros 100 días de gobierno se comience a combatir la corrupción, se inicie una reforma fiscal y se ponga en práctica un programa de austeridad en las esferas gubernamentales. En política exterior, la primera tarea será la de consolidar las relaciones con el gobierno de Obama, trabajando por una segura estabilidad laboral y familiar de nuestros compatriotas en el país norteamericano. Pocote REENVIA - IMPRIME - COMPARTE - HAZ PATRIA... .