La "clase" política salvadoreña al servicio de la oligarquía y de sus propios intereses partidarios, está totalmente desprestigiada, y no sólo lo revelan las encuestas de opinión pública sino que también los programas de debate de la televisión salvadoreña, en donde constantemente aparecen dirigentes, diputados y miembros “destacados” de los partidos políticos, hablando sandeces, lanzando diatribas contra sus opositores y tratando de cautivar y encantar a los televidentes con poses histriónicas y lances audaces de comediantes baratos.
En otros países, en donde la
política es un verdadero arte, los senadores, congresistas, diputados,
gobernadores y alcaldes son personas respetables y gozan del aprecio de
las comunidades; demuestran, por lo mismo, cuán saludable resulta
acercarse a las corrientes de opinión, pues nunca es tan cierto que una
de las mayores virtudes del político es la capacidad de escuchar la
voluntad colectiva y el actuar con prudencia y sabiduría. Lo han visto
ustedes, amables lectores, en El Salvador? Qué piensan cuando escuchan a
políticos como Will Salgado, Sigfrido Reyes, Donato Vaquerano, Milena
Calderón, Guillermo Gallegos o el "inefable" Rodolfo Parker, mintiendo e
insultando descaradamente?
A nivel gubernamental también
encontramos funcionarios con serias dificultades para expresarse, para
cumplir con sus promesas y hacer efectivos siquiera planes mínimos para
satisfacer a distintas corrientes de opinión, sobre todo cuando se trata
de grandes proyectos que pueden afectar el destino de una comunidad. El
saber escuchar, atender y resolver, en el límite de lo posible, los
graves problemas ciudadanos, define al verdadero funcionario, ya no
digamos a un presidente de la república. Y presenciamos toda clase de
adefesios en el plano interno con la elección de magistrados, fiscales y
presidentes de la Corte Suprema de Justicia. Si de verdad respetaran la
independencia de los poderes y los pesos y contrapesos de la
Democracia.
Los políticos de la derecha efemelenista y de la
ultraderecha tradicional no han asumido, como ya es normal en ellos, su
verdadero papel y su misión en la vida nacional. Prendidos de un
conformismo tan medroso como sectario, en el que se tiene
deliberadamente confundido el patriotismo real con el oportunismo
pendenciero, políticos de esta clase, al menos los que ponen en primera
línea para rebuznar, únicamente toman partido para falsificar los
hechos, para confundir o tratar de engañar a la población.
Para
esta clase de políticos, la Constitución únicamente tiene validez cuando
se trata de defender sus particulares puntos de vista o intereses, por
lo demás no es Carta Magna, sino vara de mando, apoyo incuestionable
sólo para justificar y legalizar sus periódicos desmanes. Admiten, sí,
que puedan introducirse modificaciones bajo ciertas circunstancias
históricas o con el propósito deliberado de buscar protagonismo, pero no
por demandas populares, sino por deseo o presión explícita de los
grupos económicamente poderosos o de sus mismos intereses partidarios.
Que ese deseo coincida o no con el consenso de los ciudadanos, lo
tienen por cosa secundaria. Fieles a un dogma, a intereses de partido,
de clase y a la sumisión, se entregan al paternalismo absoluto y dan la
espalda a los clamores populares, así como a las autenticas necesidades
nacionales. En El Salvador nada ha cambiado en casi tres decenios.
Reyzope
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