Monseñor Romero: se acerca conmemoración

Nos imaginamos que por primera vez van a haber celebraciones oficiales en el 30 aniversario del martirio de Monseñor Romero, y que van a ser coordinadas por la Secretaría de Inclusión Social, dirigida por la primera dama, algo a lo que tiene derecho el Ejecutivo, si le da la gana y si ha llegado a creer que esto le va a traer beneficios políticos, de imagen y atontamiento de los sectores populares.

Nosotros no deberíamos permitir, o al menos no nos deberíamos prestar a la manipulación de la memoria del Santo nacional, porque es una historia muy parecida a la de los espejitos. El gobierno de Funes va a conmemorar el 30 aniversario de su sacrificio.

Pero nosotros deberíamos de conmemorar, es decir traer a la memoria histórica para poner en práctica, en la práctica de los pobres, de los excluidos, de los necesitados, del pueblo de Monseñor, su ejemplo, su sacrificio, su guía espiritual, su opción preferencial por los pobres de la manera como él la encarnó y vivió.

Sobre esa opción no existen diferentes formas de analizar ni interpretar ni de comprender la concepción que encierra esa visión, esa palabra profética de Monseñor. La opción preferencial por los pobres sólamente es posible reconocerla, expresarla y demostrarla si existe entrega y voluntad constante, permanente, irreversible e incuestionable de la búsqueda de la justicia social, de una manera incontrovertible, porque el ejemplo de Monseñor en esto no deja lugar a ninguna duda, es decir, es incontrovertible.

El que se atreve a tener como referencia la prédica y práctica de Monseñor Romero, ha de tener bien comprendido que en él la palabra era consecuencia de su pensamiento, que su conducta era consecuencia de su amor sincero, y que practicaba lo que decía, pensaba y sentía. Era íntegro. Era sincero. Era honesto. Era transparente.

El púlpito de Monseñor era el canal por donde masificaba su palabra, la que provenía de la realidad que había recorrido con sus propios pies, por eso era y sigue siendo la voz de los sin voz. Pero esa voz es práctica, es realidad. El púlpito de Monseñor no era una escenografía montada para destilar ínfulas, altanería, soberbia ni megalomanía.

Con Monseñor, el pronombre "Yo" significaba "Nosotros", "Ustedes y Yo". Era sentir con el pueblo, y sentir con el pueblo estaba en la práctica cotidiana de él. Se reunía, conversaba y discutía con el pueblo donde el pueblo vivía las inclemencias y sus necesidades. Iba donde estaba el pueblo, y este era su brújula, su rumbo, su pensamiento, su opción preferencial.

Para Monseñor, el pueblo no estaba en los hoteles ni en la degustación de la exquisitez del poder ni en el enseñoramiento al lado de la clase poderosa, donde siempre se ha decidido la pobreza de los pobres. El pueblo estaba en las calles polvorientas, en los hogares donde se zozobra a diario, y él era su refugio, su paño de lágrimas, su consuelo anhelado. Estaba en las gradas de la catedral donde tendía Monseñor su mano a los marginados, no para señalarlos, sino para levantarles la esperanza.

Lamentablemente, esta es la única manera de reconocer a Monseñor, su legado y su práctica. No hay otra. No pueden ser más poderosos los discursos sobre él, la invocación de él, las exaltaciones propagandísticas de las vocaciones de él, que la palabra encarnada en el pueblo. Su palabra convertida en verdad, en hechos concretos en la realidad.

No es lo mismo decir que se tiene "opción preferencial por los pobres" mientras se desconocen, se menosprecian las necesidades de esos mismo pobres, pero se escucha a los poderosos y se decide los destinos del pueblo sobre los intereses exclusivos de éstos.

Por eso, los que creemos en el legado de Monseñor, no deberíamos prestarnos al irrespeto de su memoria. Nadie está obligado a seguir o reconocer su ejemplo, sus prácticas, su ideario, su vocación, su opción. Pero quien dice tenerlo como guía y referente debería ser consecuente con él, siéndolo con su pueblo. Aún en este último caso, quien se declare seguidor de él, tampoco está obligado a ser consecuente con su ejemplo.

Sin embargo, los que tenemos en los principios de Monseñor una guía y reconocemos su martirio y le apreciamos e intentamos seguir sus prácticas, deberíamos de alejarnos del próximo circo que se está preparando. No deberíamos de participar en la actuación, y deberíamos menospreciar a quienes denigren su memoria.

Quienes están sujetos al determinismo de que ni una hoja se mueve sino es por voluntad de los ricos, de los empresarios, de los poderosos y necesitan de su venia, aceptación y aprobación, no pueden ser consecuentes con Monseñor. Quienes prefieren escuchar a los ricos, menospreciando con soberbia la opinión y necesidades de los pobres, no pueden estar de parte del pueblo. Quienes han optado por defender las libertades económicas de los poderosos, de la oligarquía que asesinó a Monseñor Romero, no puede tener opción preferencial por los pobres.

Colaboración de "Creo en vos, mi gente".

REENVIA - IMPRIME - COMPARTE - HAZ PATRIA - COPYLEFT SI SE MENCIONA LA FUENTE