3 de julio de 2012

El ser humano: creador y víctima de la sociedad

Las niñas y los niños son filósofos por excelencia; en el proceso de formación de su personalidad hacen infinidad de preguntas, constantemente, y vuelven a interrogarse sobre todo lo que observan en su interior y exterior. Uno de los problemas en la actualidad es que muchos catedráticos de las facultades de filosofía, brillantes personajes con un coeficiente intelectual superior a la media, sólo hablan de filosofía, pero no hacen filosofía. Lo mismo aplica a los grupos de poder político, llámense empresa privada, partidos políticos o "eminentes editorialistas" de los principales periódicos. El evidente vacío del filósofo es producto del caos conceptual de la sociedad moderna; en ningún momento las ciencias aplicadas han sustituido la práctica filosófica, sino, más bien, ésta última tomando los datos proporcionados por otras disciplinas, elabora argumentos que ponen en el centro al ser humano y su entorno, la filosofía inicia donde terminan las ciencias, siendo las ciencias naturales y sociales hijas de la filosofía.

El ser humano al construir la sociedad la destruyó, dado que no satisface las necesidades espirituales y materiales en las que se inspiró. En ese sentido el ser humano sigue arrastrando las cadenas de una sociedad incapaz de transformar a la persona en un ser feliz consigo mismo, con sus semejantes y con la naturaleza a la que ha declarado la guerra despiadadamente.

Se dice que la persona es lo que es su vida, la sociedad es lo que la persona es, el Estado es lo que la sociedad es. Surgen preguntas: ¿Qué rol juega el gobierno en la sociedad?, ¿es más importante el Estado que el gobierno?, ¿cambiando el gobierno cambia el Estado o cambiando el Estado cambia el gobierno?, ¿cambio y transformación es la misma cosa? Sin convertirnos en seres preguntones, es necesario volver al punto de partida original: ¿Qué es la persona y qué hace en la sociedad?

La primera crítica que podemos hacer a la filosofía de la historia, es aquella que plantea que en todas las sociedades existentes, con la división del trabajo, han existido grupos de personas dedicadas a los rigurosos estudios del saber; pero eso no es siempre así y choca con la actualidad, pues los grupos de pensadores a sueldo se esfuerzan en justificar el estado de cosas actual. 

Dirigentes, activistas, promotores o militantes del gubernamental partido “de izquierda” salvadorena, así como las derechas, buscan desesperadamente noticias, slogans, argumentos de todo tipo para defender lo indefendible, es decir, el fracaso de la filosofía política de la clase dominante y las nuevas burguesías.

Esa ansiedad psicológica por defender planteamientos vacíos convierte a los pensadores a sueldo en víctimas de su propio fracaso intelectual. No existe, pues, un grupo privilegiado dedicado a la reflexión en la modernidad, eso quiebra el concepto de que la intelectualidad está representada o le pertenece a un grupo de académicos específicos; cada persona posee su propio intelecto y se esfuerza más el ciudadano en sus reflexiones cotidianas que los burócratas, tecnócratas y asesores de los gobiernos.

La persona piensa en los problemas sociales, económicos, educativos, espirituales, y se pregunta por qué, siendo constructora de la sociedad, es despojada de todo poder por medio de los aparatos estructurales que deberían garantizar el bienestar de la colectividad. Visto desde ahí, desde abajo, la sociedad actual carece de ciudadanos y los ciudadanos y ciudadanas carecen de sociedad, ya que ésta no corresponde al concepto original; dicho de otra forma, la sociedad es algo privado, pues solo un 1% de las personas gozan de todo lo que se produce, el 99% envuelto entre la fantasía del sentirse feliz, se olvida de sus problemas fundamentales. Pero, sentirse y ser es lo mismo? La persona quiere pensar que es feliz pero no lo es. ¿O es feliz y no se da cuenta?

En las primeras líneas se podría entender que el Ministerio de Educación es el llamado a enfocar estas cosas en los programas educativos, pero vemos que la forma se impone ante el contenido, de tal suerte que todo el equipo técnico del Ministerio de Educación no plantea romper con la enseñanza que impone la superestructura del Estado. Un estudiante puede estar bien vestido, bien calzado y bien comido, pero si la calidad educativa no va al compás de los nuevos tiempos y no se plantean nuevos paradigmas, sirve de poco hacer alardes de cambios y humanizar la forma.

Al poner en duda la felicidad que ofrecen los dominadores de la mente, sale la filosofía de las universidades y entra en los barrios, colonias y cantones, entra en la práctica de la gente. De esa curiosidad por saber la verdad nace la crítica sobre los conceptos, ideas, mitos y esquemas de pensar que inyectan las élites gobernantes a través de los medios de “comunicación de masas”, sectas religiosas, escuelas, y en los puestos de trabajo.

La gente, al poner en duda lo que ha venido aceptando como incambiable, se radicaliza en la búsqueda de esa verdad negada. Ser radical no significa ser intransigente, ni cerrado, sino todo lo contrario: es un característica de la filosofía, significa dudar de la verdad que nos dicen los que secuestran el poder político, el poder económico o el poder mediático, y buscar con nuestra propia cabeza la verdad, a eso le temen los que alienan las poblaciones, a que la gente piense, porque la segunda característica es el desenmascaramiento de la verdad, la denuncia del engaño en el que nos han sometido por siglos y que aún hoy día sigue; otra característica de la filosofía es la propuesta transformadora de la sociedad, del ser humano y la reconciliación con la naturaleza.

Por José Santos Jandres
Colaboración

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