No es tarea fácil criticar o elogiar al gobierno

El panorama político actual se presta para las más variadas interpretaciones: para unos el gobierno está haciendo lo normal, lo justo y adecuado en el marco de una profunda crisis financiera mundial que ha golpeado la economía nacional que ha sido afectada por la bancarrota heredada por los nefastos regímenes areneros. Para otros, incluyendo a miles de simpatizantes, seguidores y hasta militantes del FMLN, no se están dando los cambios anunciados, ni se han investigado ni sancionado conforme a las leyes a los ex-funcionarios de Arena, implicados en actos de corrupción (hechos debidamente documentados), muchos de ellos acusados ante la Fiscalía General de la República.

Los mismos visitantes y lectores de esta sección -no todos ni la mayoría, por supuesto- nos razonan sobre apreciaciones ligeras e injustas sobre el proceder del presidente de la república, a pesar de ser nosotros cuidadosos y objetivos en los señalamientos. Los reclamos de dirigentes gremiales, de destacados intelectuales y profesionales, así como de personas muy humildes, no pueden ignorarse ni dejar de analizarse: olvidamos que ni ayer, ni hoy, ni nunca, habrá buena conducta o felicidad con mala economía. Primero es el ser -comer, vestir, habitar y educarse- y luego el modo de ser. Si hay aumento en las tarifas de servicios esenciales como el agua y la energía eléctrica, si las medicinas continúan con sus mismos precios altos y los productos de la canasta básica mantienen sus elevados precios, la gente protesta y exige respuestas no demagógicas, claras y contundentes.

Millones de salvadoreños son pobres, miles más están en la extrema pobreza económica, pero no de espíritu. No tienen nada en la bolsa, pero tienen conciencia. Por ella y por los medios modernos de difusión comprenden que son pobres, miserables, carentes de todo, marginados. Su lengua es el machete y su rebelión la conciencia y la frustración. Se rebelan contra la injusticia, contra la mentira y el engaño. “Las cosas deben decirse de frente, sin engaños, si no hay pisto para comprar medicinas, ni instrumentos quirúrgicos, ni ropa para cirugías, deben decirlo, pero no mentir para mantener un estado de cosas…”, ha dicho públicamente el dirigente del sindicato de médicos del Hospital Rosales, doctor Alcides Gómez. Sus palabras no deben caer en saco roto ni ser ignoradas o interpretadas como “resentimiento”. Se trata de un respetado dirigente gremial y un gran luchador por cambios sensibles dentro del sistema integral de salud del país.

No es la única ni aislada protesta. Trabajadores agrícolas y cooperativistas también han manifestado su preocupación por la entrega de paquetes agrícolas. En principio se alegó que se trataba de “grupos de inconformes” manejados por el partido Arena y también por el político sin escrúpulos, Orlando Arévalo. Algo de cierto había; pero tampoco se deben ignorar o despreciar tales reclamos. La gente humilde de este país hace largas colas en la ANDA, reclamando por exagerados cobros en los recibos. En las farmacias del Seguro Social y en los hospitales públicos no hay medicinas y los usuarios piden explicaciones. Lo mismo los pacientes que siguen esperando por meses para una operación o exámenes radiológicos.

Los salvadoreños en el tiempo muerto piensan, razonan, se politizan, y muchos, quizás miles, culpan de su miseria a Dios, al diablo, al gobierno, a los políticos demagogos, al vecino y a todos. "Panza llena corazón contento", reza el refrán. "Panza vacía, malos pensamientos y malas acciones", le agregaríamos nosotros. Los funcionarios de este gobierno deben analizar detenidamente todos y cada uno de los casos: no se trata de resentimientos o de amarguras. Alguno habrá, desde luego, pero son la excepción, no la regla. En los regímenes areneros se vivió la injusta distribución de la riqueza; surgieron como monstruos, la corrupción, el contrabando, la evasión fiscal, el crimen organizado y el narcotráfico; los intermediarios y acaparadores de productos alimenticios, los privilegios y los grupos de influyentes, amigos del los ex-presidentes o destacados miembros del partido Arena: para ellos todo; para las mayorías poblacionales, casi nada o las migajas, el rebalse y los sobrantes producidos por el modelo neoliberal.

Con el “Gobierno del Cambio”, renacieron la esperanza y la ilusión por “un mundo mejor”, por una sociedad equitativa y participativa, con paz, justicia social y armonía social. Pero no todo ha transcurrido, ni se está encaminando y proyectando como se esperaba, como pensó el salvadoreño más humilde a la hora de depositar su voto en las urnas electorales.

Por qué han aumentado los homicidios, los asaltos, las extorsiones y los secuestros? Por qué se asesina tan fácilmente? Qué ha llevado a muchos salvadoreños miserables a tener tal desprecio por la vida humana? Porque no teniendo nada, la vida no vale nada. La vida vale cuando se tiene, cuando menos, lo estrictamente necesario, el minimum vital. Cuando no, sólamente se tienen penas, frustraciones y rencores. Y después del sol riguroso, del calor infernal, de los zancudos, del aire sofocante, de las enfermedades, de los desprecios, de las burlas, de la falta de comida, de la ausencia de justicia, de garantías, de derechos...con la irritación viene la sangre.

En muchas zonas deprimidas y marginadas de San Salvador, en barrios miserables, la injusticia tiene un mayor sentido y una menor disculpa si no se aplica. La riqueza y la opulencia tienen en estos lugares, como La Campanera, San José Cortés, San Laureano o la Fortaleza, una cara más insultante porque ahí es mayor la pobreza. Esta podría explicar los muertos. Un pobre muerto violentamente mancha el rostro de Dios, del gobierno, de las instituciones y de los compatriotas. Y ante un pobre muerto, muchos pobres vivos se arman y toman la justicia por sus propias manos.

Como los sociólogos y psicólogos, debemos coincidir también que hay mucha gente mala, despiadada. Y a ésta clase de energúmenos debe caerles todo el peso de la ley. Acaso hasta estos lugares estarán llegando ya los programas de inserción y de integración familiar? Los talleres de formación y capacitación laboral? Los cien mil empleos prometidos por el mandatario? Ciudad Mujer? O simplemente continuamos con los patrullajes combinados y la represión? Una vez más lo tenemos que decir: a un problema que tiene profundas raíces estructurales, de desigualdad y de crisis espiritual en la sociedad, no podemos darle únicamente una salida policíaca o militar.

Cómo nos gustaría que los encargados de programas juveniles, de atención a jóvenes descarriados, pensaran a fondo en las causas y factores estructurales e históricos de la pobreza y la miseria, de la desintegración familiar y de los desajustes generacionales. Nos gustaría tanto que leyeran ese grandioso libro "El Poema Pedagógico", o "Consejos a los padres", de Antón Makarenko, para conocer cómo luego del triunfo de la Revolución de Octubre, en Rusia, se procedió a educar y reasentar en la sociedad a miles de jóvenes.

En las provincias, como en el norte de Morazán, en toda aquella fresca y verde región, hay un aire adicional que se respira pero quema la garganta. Se palpa el temor, pero también la esperanza por el lejano "Cambio”. Los soldados han llegado ahora con motivos distintos: acampan en la profundidad del bosque. La gente los mira y recuerda los años duros de la guerra. Conocen ahora de sus motivaciones, pero esperan una ayuda adicional para trabajar en sus parcelas, para levantar sus cosechas y también sus casitas.

La delincuencia en estos lugares no es tan despiadada como en otras partes del país, por eso confían en los anuncios gubernamentales sobre "Techo y casa para todos", paquetes agrícolas y escolares, programas de solidaridad urbana y rural, salud gratuita para todos. Es la brisa fresca, algo que mucho esperaron por tanto tiempo: un poco de confianza, llenar su espíritu de optimismo. En ésta, como en otras regiones del país (lo sabemos porque lo hemos comprobado), los campesinos aun esperan la visita de los técnicos del CENTA, por cierto justamente nombrado “Enrique Álvarez Córdova”, en memoria del oligarca que se atrevió a caminar de la mano con los pobres y marginados de este país. Nuestros campesinos esperan la visita de los expertos del MAG; están con la esperanza a la altura del nuevo sol.

Los trabajadores del campo nada más recuerdan la cara negativa de funcionarios de los regímenes areneros, quienes únicamente “brindaban” ayuda a los militantes del partido; ayuda mínima, por cierto, ya que abandonaron totalmente el agro. Ahora, ya recibieron semilla mejorada y fertilizantes, otros esperan la entrega de animales domésticos para iniciar sus pequeñas granjas. Aquí está la fórmula, en escuchar a los necesitados, a los humildes de este país, combinar el trabajo : el combate a la delincuencia, pero también la promoción humana, escuchar y resolver.

Los cobros indebidos en el servicio de agua deben desaparecer, lo mismo que eliminar el cobro básico de la telefonía fija, así como regular los precios de las medicinas y de los productos esenciales de la canasta básica. Estas son peticiones justas y normales en una sociedad que se quiere equitativa e incluyente. El país ingresará en la ruta de la reconciliación la "unidad" y el progreso, únicamente cuando TODOS los salvadoreños tengan oportunidades para educarse, para alimentarse, para tener una vivienda digna, trabajos y salarios dignos y acceso gratis a la salud. Si el gobierno ha tomado una opción por los pobres, no hay más camino que la justicia social, la participación ciudadana y terminar con los privilegios de unos pocos, desecharndo de una vez por todas las empalagosas mieles del halago.

Pocote

PS: Saludamos al amigo Carlos Abrego y esperamos que se recupere pronto.