El Salvador debe transitar por los caminos de la justicia

Muy poco o casi nada conocen los obreros y los campesinos de cifras económicas, índices de precios o costos de la canasta mínima; saben, sí, del alto costo de la vida, del valor de una libra de frijoles, de maíz o arroz; discuten con la vendedora del mercado y se molestan por el cobro excesivo de una “mano” de elotes, de un aguacate o una libra de papas. Las amas de casa saben del alza de los precios y de la imposibilidad de “estirar” un dólar. La crítica más aguda a los infames regímenes areneros fue, precisamente, la grave situación económica del país, siempre en primer plano, así que la falta de empleos y la vorágine delincuencial.

Hubo un periodo cuando escasearon los frijoles y el gobierno tuvo que importarlos de Nicaragua, tragándose su orgullo y su testarudez ideológica contra el gobierno sandinista. Recordamos que para la última campaña presidencial, la propaganda nazi desarrollada por Arena se refería a la crisis alimenticia y a las penurias que estaba pasando la población nicaragüense debido a la escasez de productos básicos; sin embargo, los cereales, los productos lácteos y la carne que consumíamos, al menos parte de la población, provenía de Nicaragua. Por eso es que el énfasis del actual gobierno debe situarse en garantizar la seguridad alimenticia de la población, reactivando la agricultura y facilitando líneas de crédito, asistencia técnica y entrega gratuita de semillas a los pequeños y medianos agricultores. Los campesinos pobres, los que se dedican al cultivo y cosecha de cereales, deben ser asistidos prioritariamente, como una forma de incentivarlos para que dediquen sus mayores esfuerzos a hacer producir la tierra, incluso esas pequeñas parcelas de las que ahora son propietarios. En su programa de Alianza Solidaria a comunidades rurales, el Ministerio de Agricultura debe incluir en el paquete de ayuda, la donación de animalitos a los campesinos, para que de manera práctica y efectiva inicien su independencia económica y su promoción social. No debe únicamente dárseles dinero en efectivo, sino que, como dicen los japoneses, “enseñarles a pescar”, pues es la única forma de ir saliendo de la extrema pobreza y lograr la dignificación de estos miles de salvadoreños quienes han sido siempre calificados de “segunda” o de “tercera” por las ingratas políticas marginadoras de los gobiernos areneros. Los programas de asistencia agrícola deben ir acompañados de audaces políticas de salud, de educación y de vivienda. Al menos este último plan ya es una realidad y miles de familias sin techo digno pronto tendrán su propia casa. No está de más pedir al Ministerio de Salud y Asistencia Social que mantenga permanentemente las campañas de vacunación contra enfermedades prevenibles, así como fumigaciones en todos los rincones del país para combatir al zancudo transmisor del dengue y el paludismo.

El desarrollo social y económico del país lo puede lograr este gobierno si todos los funcionarios de las distintas secretarías trabajan incansablemente, se apoyan en las comunidades y aplican rigurosamente los valores de la honestidad, la transparencia y la disciplina para cumplir con los objetivos y los planes concretos en todos los rubros. De las palabras y los discursos debe pasarse a los hechos, darle seguimiento a todos los planes y no dejar “para mañana lo que se puede hacer hoy”. La población más vulnerable ha soportado por largos años, miseria, marginación y opresión política. Mencionamos veinte nada más, sólamente como un punto de referencia, pero la verdad es que han sido 187 años de explotación y hambre, de justicia reclamada, de desprecio y muerte; por lo tanto, es la hora de la reivindicación, el punto de quiebre para las mayorías poblacionales, y ello quedó claramente establecido al expulsar a los corruptos areneros del Ejecutivo y optar por un régimen distinto.

Cuando nos referimos a garantizar la seguridad alimenticia de la población, no estamos hablando de una porción de ella, sino de la mayoría de salvadoreños. No se trata, pues, de distracciones o conversaciones de sabios, ni de ocultos desengaños de teóricos o seudo teóricos, sino de la alimentación de una enorme cantidad de ciudadanos, quienes por tantos años han nacido, vivido y muerto en el hambre y la desnutrición, muy especialmente hablamos de aquellos niños para quienes la leche es un producto exótico e inalcanzable. Por eso el programa del “Vaso de Leche Escolar”, por desarrollar a partir del próximo año, nos parece una medida excelente y que no sólo contribuirá a disminuir la desnutrición, sino que será un ingreso económico para los ganaderos y lecheros del país.

La esperanza en El Salvador y la perfectibilidad de sus hombres y mujeres, la vida y el espíritu nacional –se los dice quien jamás ha renunciado a ello— no se nutre sólo de palabras o frases, sino de pan y tortillas, carne y leche, pescado, frijolitos y maíz. Pero en la dosis necesaria y suficiente para sustentar el trabajo, el pensamiento, el deporte y el ensueño. Por aquello de la frase bíblica de que “no sólo de pan vive el hombre”. Miles de salvadoreños han comido, durante largo tiempo, sólo palabras y no siempre bien dichas, acompañadas únicamente con unas pocas tortillas y un pucho de sal. Y, a pesar de todo, son inteligentes, creadores y productivos. Pero esto ya no puede durar más y por eso la exigencia de trabajar con diligencia, honradez y agilidad que le hacemos a los distintos funcionarios del actual gobierno.

Ya en innumerables comentarios hemos señalado que los responsables directos de la marginación social, de la extrema pobreza y la opresión política sufrida por el pueblo, son los rancios miembros de la burguesía y de la oligarquía del país. Lo sabemos todos. Pero no es con voces de convencimiento como renunciarán al lucro criminal, al monopolio, a la evasión de impuestos y al contrabando, sino con castigos duros. Y eso únicamente se logra llevando a los tribunales correspondientes a los corruptos, a los evasores fiscales y a los dueños del contrabando. No se trata de “revanchismos políticos” sino de un acto de justicia, de reivindicación con la patria, con todos esos salvadoreños que a lo largo de 187 años han sido marginados y apartados de toda posibilidad de progreso y promoción social.

Pocote

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