La simulación de la falsa prosperidad

Los salvadoreños quisiéramos que de manera gradual, progresiva, sin tregua, se fueran solucionando todos y cada uno de los problemas que atraviesa el país,luego de veinte años de ingratas gestiones de los gobiernos areneros, que no sólo entregaron esta nación a una potencia imperial, a las grandes transnacionales, sino que hundieron la economía, favoreciendo a unas pocas familias y multiplicando la miseria en las mayorías poblacionales. Un sistema o modelo que no sea capaz de distribuir equitativamente la riqueza, no puede llamarse exitoso. No se trata, por lo tanto, sólamente de expulsar a funcionarios, miembros o colaboradores de esa especie en extinción conocida como Arena, sino de ir cambiando el modelo, de introducir sensibles modificaciones en la estructura económica, social, cultural y educativa del país. En el aspecto político darle mayor protagonismo al pueblo, permitir la expresión de los salvadoreños y no sólo utilizarlos como simples votantes en las elecciones. Una democracia se fortalece con la suma de ideas, sugerencias y participación de los diferentes grupos sociales. Todo esto sería una medida de sano gobierno, de garantía para los días por venir y, desde luego, un mecanismo temido por la derecha y los oligarcas, en tanto va permitiendo a los habitantes un mayor poder de decisión. A estas alturas de un nuevo siglo es preciso reconocer que aquella "prosperidad" con la cual trataban de exaltarnos al decirnos que contábamos con una saludable macroeconomía, que teníamos instituciones respetables y una bondad extrema de nuestros sistemas político y económico, cosa que nos recitaban todos los días funcionarios gubernamentales, repitiendolo hasta el cansancio la prensa mercantilista, no soportaron un razonable retorno a la realidad. Nunca fuimos prósperos ni justos en la vida nacional. La simulación de esa falsa prosperidad nos hundió en la peor de las miserias, en el endeudamiento exterior y en la agudización de las injusticias en los diferentes y contrastados niveles de la vida nacional. En meses no tan lejanos, el dinosaurio director de el diario de hoy se atrevió a basar la felicidad y prosperidad de los salvadoreños por el número de teléfonos celulares que circulaban, por la cantidad de centros comerciales modernos y lujosos que se construían en diversos rumbos de la capital y del interior, y porque los fines de semana, sobre todo, las pupuserías, chupaderos y ventas de comida rápida permanecían colmados de consumidores. Las circunstancias y la realidad no resisten tal afirmación. Tanto es así que la disminución de las remesas desde los Estados Unidos está ya causando serios trastornos a la misma economía de supervivencia del gobierno central. La economía familiar dependiente de estos envíos ha cambiado sus hábitos de vida. El actual régimen ha tomado el camino correcto de la austeridad, aunque nos sorprende el gasto excesivo en una campaña publicitaria muy mal concebida y publicitada por los mismos que difamaron los líderes del nuevo gobierno. Desde luego, está la decisión gubernamental de cancelar los mitos de un optimismo ya insostenible. Las críticas deben ser sanas y abiertas; en su momento el propio presidente al declarar que “no tenemos derecho a equivocarnos” y que sería partidario de la “crítica sana y constructiva”, estaba pidiendo a los “salvadoreños de buena voluntad” participar activamente en las pequeñas y grandes decisiones gubernamentales. En este sentido, presenciamos primero, con asombro, y después con morbosa delectación, cómo algunos funcionarios responsables de la buena marcha de los asuntos encomendados a sus dependencias, eran los más implacables críticos de su especialidad. Lo vieron ustedes con las declaraciones de los Ministros de Obras Públicas, de Gobernación, de Justicia y Seguridad Pública, de Salud Pública y las instituciones autónomas de ANDA y el Seguro Social. No sólo denunciaron las ya famosas “plazas fantasmas”, el conflicto de intereses, privilegios y una basta red de corrupción, sino que se comprometieron llevar a los responsables de estafar al Estado a los tribunales correspondientes. Entonces, no es hora de pensar que los exhortos presidenciales a la inconformidad y a la crítica estaban lógica y directamente dirigidos a los gobernados y no a sus colaboradores, que así se convierten en los primeros atacantes de lo que es su obligación cuidar y prestigiar? En fin, quizás nos hemos ido deslizando en el tobogán de la inconformidad y de la crítica, más allá de razones de mesura y ponderación. Ya aireamos nuestras lacras, nuestras vergüenzas, nuestros errores. No será oportuno iniciar el final del primer trimestre de gobierno, con la lúcida aportación de soluciones? Ya sabemos que no vivimos en el mejor de los mundos, que hay mucho que limpiar, corregir, enmendar y pulir. Cuándo empezamos a encontrar los caminos de solución y nos dejamos de este maratón en el cual parece más inteligente y más patriota el que denuncia y se indigna ante las deficiencias que critica y no quien, con más congruencia y mejor sentido, busca remedios a esos males ya tan aireados y a esas inconformidades ya proclamadas? Nuestra decisión está dicha, esperamos del nuevo gobierno rectificación y coherencia en sus hechos, tal y como se prometió en la campaña electoral. Nada más que eso. Pocote REENVIA - IMPRIME - COMPARTE - COPYLEFT