La voluntad del pueblo es la verdadera democracia

Se podría decir que con el nuevo gobierno hay un giro a la izquierda? Quizás sí. Se manifiesta, sobre todo, en la apertura de relaciones con la Cuba socialista, en la búsqueda de apoyo en los sectores más vulnerables de la sociedad (obreros y campesinos) y en la confesión pública de seguir los lineamientos del obispo mártir monseñor Oscar Arnulfo Romero -más que nada de gobernar con una opción preferencial por los pobres-. Lo verdaderamente importante no son las palabras, sino las medidas concretas que vayan haciendo posible reformas sensibles a las caducas estructuras económicas, sociales, culturales, educativas y políticas del país. En lo inmediato hay graves problemas y deudas pendientes que no pueden esperar más: aumentos considerables de los precios de garantía del maíz y del frijol, cultivos de campesinos pobres; incrementos en los salarios de los empleados del Estado; apoyo a las demandas sindicales de aumento general de salarios, revisión inmediata del salario mínimo; generación de empleos, mitigación de riesgos, dotación de medicinas a los hospitales, ordenamiento general del transporte público, combate frontal a la delincuencia y al crimen organizado. Desde luego, no debe pasarse por alto el enorme déficit fiscal (arriba de mil millones de dólares), así como el pavoroso saqueo a las arcas del Estado cometido por los cuatro regímenes areneros. En lo mediato y más profundo, reconocimiento del papel de la clase obrera y campesina en el forjamiento de El Salvador presente, no moderno; admisión de que los derechos de los trabajadores urbanos y rurales no son dádivas graciosas, sino producto de la lucha histórica del proletariado. Hay, en suma, una toma de posición de Funes que tiene dos aspectos complementarios: por un lado, se afirma que lo positivo de las luchas reivindicativas y constantes se debe a las clases explotadas, no con estas palabras, pero en el fondo es lo mismo; por otro, se establece un pacto de solidaridad con los marginados y más vulnerables de esta sociedad. Como dicho está, se deben llevar a la práctica a través de medidas concretas de gobierno, aún tímidas, pero reales. Todo ello marca un rumbo único e inequívoco: Mauricio Funes se ha comprometido con la nación y con monseñor Oscar Arnulfo Romero, y se propone gobernar con los de abajo y para ellos. Esto es lo central de su mensaje de toma de posesión y hay que reconocerlo abiertamente, no tanto por haber fustigado la corrupción, el tráfico de influencias, los privilegios y la tolerancia de los cuatro regímenes areneros hacia el crimen organizado, sino por sus acciones prácticas. Oscurecerlo o disminuirlo como hacen los "analistas", diputados y ex presidentes de Arena, sería mezquindad política. Muchos salvadoreños han luchado durante años por un giro de este tipo y quizás más. Nosotros quisiéramos que los cambios fueran profundos, estructurales, pero existen circunstancias y hechos prácticos que lo impiden. En todo caso, está trazado el camino para que los más humildes, marginados y pobres se pongan de pie y acompañen el esfuerzo de introducir cambios importantes en la sociedad. El disminuir su importancia sólo serviría para confundir, para retrasar el proceso y hacerle el juego a los sectores oligárquicos. En concreto, el negar apoyo a algunas medidas anunciadas con el argumento de que son limitadas, como el dejar sin efecto el pago de las mal llamadas "cuotas voluntarias" en los hospitales públicos, cesar a asesores y mandos medios en los ministerios o enjuiciar el papel cumplido por personal destacado en organismos internacionales, es ponerse en la actitud infantil de "todo o nada", actitud condenada por la teoría revolucionaria y por la historia que es la prueba suprema. El negar apoyo o conceder el espacio suficiente a esas medidas por el temor de que Funes no las lleve adelante con la necesaria continuidad, es también infantilismo; porque no se trata de respaldar al hombre, sino a sus posiciones políticas cuando son correctas. Se aplaude el compromiso progresista y positivo; su incumplimiento se censuraría. No pueden dejar de apoyarse las medidas enunciadas, ni tampoco algunas omisiones que fueron visibles en el pasado discurso del 1 de junio. Principalmente el hecho de que no se dijo ni media palabra sobre la necesaria compensación o reparación a los familiares de las víctimas del conflicto, o de la urgencia de impulsar un programa nacional de alfabetización o un sistema integral de salud. Habló el presidente largo y tendido sobre aspectos sociales, pero no dijo nada de lo que se suponía era la llave maestra de su política en esta materia. El comandante Fidel Castro, por su lado, hizo mención a hechos importantes que quizás pasaron inadvertidos para la mayoría silenciosa que escuchaba con atención el discurso. Con todo, debemos decir, como en su momento lo mencionamos, que ese mensaje y las posteriores posiciones del presidente, son coherentes: sabe a dónde va y qué apoyos busca. La izquierda cometería –ahora sí— un error histórico si lo negara. Los juicios posteriores habrán de venir. Falta en el camino pedir cuentas a los corruptos, a los evasores de impuestos, a los acostumbrados al tráfico de influencias y a las licitaciones amañadas. Por eso es de sano gobierno no meter en el mismo cajón a todos los empresarios, los hay modernos y "nacionalistas", competentes y honestos, los que cumplen las leyes de la república y no buscan privilegios. Estos deben potenciarse y establecer pactos con ellos; en este país a lo largo de los años hemos conocido de muchos empresarios explotadores, que siempre han buscado el lucro personal. Ellos dicen que una empresa se funda para ganar dinero y no para perder. Estamos de acuerdo, pero únicamente si se respetan las leyes, los convenios laborales y tratando a los trabajadores como seres humanos y no como simple mercancía o, lo que es peor, como animales! En la campaña electoral, esos empresarios salieron a la palestra y mostraron su real cara, en unas posiciones realmente ancladas en el pasado. Muchas de esas equivocaciones las repiten ahora contra la nueva administración gubernamental, asegurando que los acercamientos de Funes con Cuba o las extrañas relaciones con Venezuela, plantean peligros a la democracia y a las libertades de nuestro país. Señores, es tiempo que lean a los clásicos, a los teóricos del marxismo, la revolución socialista es asunto de las masas no de un presidente. Pretender que un mandatario haga los que nos corresponde hacer a todos nosotros, es de una incurable pasividad pequeño burguesa, disfrazada de extremismo político. Lo cual no tiene nada de extraño: el tremendismo verbal es el desahogo de los impotentes políticos. Por otro lado, si el Ministerio de Agricultura va a aumentar los precios de garantía del maíz y el frijol, debe acompañarlo con un control riguroso de la venta de esos productos, porque de lo contrario los pobres, los obreros, los campesinos, no van a recibir los beneficios de los incrementos en los precios de garantía. De no controlarse estrictamente los precios, esa medida buena puede traducirse en hambre. Por eso es necesario fundar una institución, sino igual, al menos parecida al extinto Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA), lo cual también ha sido anunciado por los titulares de Agricultura. Las otras medidas que debe impulsar el gobierno por medio de los ministerios de Gobernación y Trabajo, es el libre derecho a la sindicalización. Un porcentaje elevadísimo de los trabajadores urbanos, y la casi totalidad de la fuerza de trabajo rural, no está sindicalizada. No pueden, siquiera, exigir el salario mínimo, porque no hay quien vigile y defienda la observancia de sus derechos. Es indispensable que desaparezcan las trabas que los regímenes fascistas de Arena y otros de la derecha, opusieron historicamente a la sindicalización masiva y urgente de esa enorme cantidad de salvadoreños. Si el nuevo gobierno decide de una vez por todas apoyarse en el pueblo, en los pobres, habrá grandes progresos para el país en el camino hacia una verdadera democracia y quizás se puedan cimentar las bases de una verdadera revolución social. Porque lo esencial es eso: apoyarse en las masas. Lo demás se dará por añadidura. Las medidas limitadas se profundizarán de día en día. Y el sueño de los reaccionarios se irá desvaneciendo en los avatares de la lucha de clases. Si, se irá desvaneciendo, porque tal es LA VOLUNTAD DEL PUEBLO! Pocote