El canto definitivo de la victoria

La agudización de la crisis económica y el desconcierto político internacional (debido al derrumbe del modelo neoliberal), los efectos de una inflación y una recesión por la vulnerabilidad de nuestro sistema y nulas previsiones del régimen arenero, el sometimiento a las presiones de los organismos financieros (usureros) mundiales y los engañosos programas populistas electoreros, tornan sombrío el panorama para los próximos meses y años. La miopía de los grupos dominantes de poder económico y político, al no reconocer la gravedad de la situación nacional e internacional y oponerse sistemáticamente a un aumento del salario mínimo y a mejorar el sistema de pensiones, así como a reducir los precios de los productos de consumo básico y las medicinas, no hacen más que confirmar que este modelo es excluyente y anárquico y que la oligarquía está más preocupada por resguardar sus intereses espurios, que por velar por el bienestar y seguridad del pueblo salvadoreño.“Nuestra economía está blindada”, expresan, al tiempo de dar a conocer estadísticas y cifras amañadas sobre crecimiento económico e inversión social. Para estos magnates egoístas, el aumento constante de los artículos de primera necesidad es sólo un fenómeno de la ciencia económica. Sin embargo, las demandas de un salario justo y de un aumento a las pensiones les parecen inaceptables, antipatrióticas y catastróficas. Todo lo que signifique promoción humana y social, les suena a “comunismo”, a “desestabilización” e “injerencia” de otros gobiernos y organismos internacionales, como muchas veces lo han expresado. Mientras ellos estén bien, disfruten de toda clase de comodidades y mantengan sus negocios e inversiones a flote, muy poco o nada les importan las carencias y necesidades de las mayorías poblacionales. Así ha sido desde siempre y nada ha cambiado en la actualidad. Si en algunos salvadoreños hubiera cabido la idea de que con “la apertura de Arena” (según Zablah), la propaganda demagógica de “festivales nacionalistas del empleo” o la entrega de una o dos casas, todo será mejor, el mismo gobierno se ha encargado de volverlos a la realidad con el aumento descarado de la tarifa eléctrica y una anunciada variación en la telefonía, siempre para arriba, en beneficio de los capitalistas y en contra del pueblo. Es la ecuación, la fórmula que nunca falla : proteger a los poderosos y golpear a los más humildes. Las medidas gubernamentales, graciosamente aprobadas por su fórmula presidencial, se concretan al cumplimiento de las normas necesarias para que los efectos de la inflación sean para unos pocos multiplicaciones de ganancias y para las mayorías poblacionales, fuente de dolorosas y desesperantes angustias. En veinte años de gobiernos areneros no hemos tenido paz, progreso ni bienestar. El fracasado policía y asesino confeso, Rodrigo Ávila, y el tránsfuga Arturo Zablah, no significan cambio alguno, sino más continuismo y la perversa forma de administrar el Estado: dar toda clase de concesiones a los grandes inversionistas, a los barones de la industria y a los condes de las importaciones. “Está en peligro el futuro de nuestros hijos”, dice el oligarca Ricardo Poma. “Debemos cuidar nuestras libertades”, proclama. En su momento tratamos este tema y refutamos una a una sus tendenciosas e infames mentiras. Arena no ha hecho más que administrar y proteger los negocios de la oligarquía, y dar toda clase de facilidades a las compañías extranjeras. Las enormes ganancias de las empresas distribuidoras de productos derivados del petróleo, las telefónicas, Los bancos, las de energía eléctrica, más los monopolios del cemento, de los fertilizantes y las medicinas, son apenas un ejemplo de lo que estamos afirmando. La solución de los problemas políticos y económicos no pasa por “proteger nuestras libertades” y el “futuro de nuestros hijos”, como lo afirma y repite Ricardo Poma. La solución está en sacar a Arena del gobierno (tal y como decía, en su momento, el tránsfuga Arturo Zablah). Para solucionar nuestros problemas se impone el examen abierto de opiniones, el estudio de fórmulas opuestas y llevar a Casa Presidencial a nuevos inquilinos, sensibles a las necesidades del pueblo salvadoreño. Es y será una tarea de ciudadanos preocupados por el interés colectivo y no en el interés de monopolios, ni de conspiradores que, conscientemente, sirven intereses frontalmente opuestos a El Salvador y a los salvadoreños. Por eso esperabamos un debate presidencial. Pero, lamentablemente, los escasos conocimientos y la nula capacidad del policía fracasado y asesino confeso, Àvila, para dar una mìnima coherencia a sus frases, abortó una revisión detenida de los programas de gobierno de ambos partidos, para permitirnos comprender dónde se materializan mejor los anhelos tan largamente esperados por el pueblo salvadoreño. Las expresiones plasmadas en el documento del FMLN, integran, en actitud y conceptos, la más cabal definición de las aspiraciones del pueblo y para el pueblo. El solo enunciado de proceder a una urgente reforma fiscal, a la reactivación del agro, a un combate frontal contra la corrupción y el contrabando, así como a una protección inmediata del medio ambiente, además de generar empleos y estabilidad laboral debido a la crisis económica, nos genera optimismo y la voluntad de converger unidos hacia la esperanza y el cambio. Arena ofrece “estabilidad y una política de inversiones”, “garantía de nuestras libertades” (?!), “reactivación de la agricultura”, “empleos a los jóvenes”, “profundización del sistema democrático” y “fuerte apoyo al sector productivo”. Ven ustedes cambio alguno en la forma y en el fondo? Dónde está el respaldo a la mediana y pequeña empresa? De qué libertades y sistema democrático están hablando? Desde luego que su compromiso es con los mismo de siempre, ecaminado a la protección de las grandes compañías monopólicas, de los evasores de impuestos, de los contrabandistas, de los narcotraficantes. Cómo pueden entonces hablar de seguridad y estabilidad, cuando en veinte años no han sido capaces de controlar la delincuencia común? Por cierto, el que ahora pretende ganar la presidencia, Rodrigo Ávila, fue, por ocho años, director de la PNC y no pudo erradicar la violencia y la delincuencia, ni tampoco controlar el crimen organizado.

Son notoriamente insuficientes las breves líneas de este comentario para analizar, siquiera superficialmente, el daño que veinte años de regímenes areneros le han causado al país. Hay, sin embargo, cosas que todos conocemos y vemos todos los días : la desintegración familiar y la falta de trabajo, lo que obliga a la migración permanente de salvadoreños hacia los Estados Unidos; la pésima atención en Salud y la falta de medicinas en los hospitales públicos, así como en el Seguro Social; los precios exageradamente elevados de los frijoles, el arroz, el maíz, los aguacates,las verduras, las frutas, los lácteos, el pescado y la carne; el despilfarro de los recursos del Estado, sobre todo ese gasto millonario en publicidad, para festejar y ensalzar obras que no se ven. Ante semejante realidad, cómo pueden hoy pedirnos que votemos por la continuidad de un partido que sólo desgracias ha traído al pueblo salvadoreño? Cómo pueden hablar de generar empleos (“250 mil”, dice el fracasado policía Ávila) o de reactivación de la agricultura? Por más propaganda negra y campaña sucia que desarrollen para denigrar a sus rivales políticos, ya es demasiado tarde para hacer cambiar la decisión de millones de salvadoreños. En veinte años tuvieron la oportunidad de producir los cambios y generar bienestar a la población...y no lo hicieron! Por el contrario, multiplicaron las riquezas de los grupos privilegiados, proletarizaron a gran parte de la clase media, y hundieron en la peor de las miserias a miles de ciudadanos que hoy alcanzan el estadio de la pobreza relativa y la pobreza absoluta. Si tuvieran un mínimo de dignidad y decoro, se abstendrían de pedir el voto y permitirían, en buena lid, que un nuevo gobierno se instalara en Casa Presidencial, para empezar a realizar los verdaderos y necesarios cambios que urge el pueblo salvadoreño. En este camino ya abierto, no hay marcha atrás. El pueblo ha dicho basta! y ha comenzado a transitar esas amplias alamedas del hombre y la mujer verdaderamente libres. POCOTE