La caída estrepitosa del neoliberalismo

En el editorial del viernes 31 de octubre del año en curso, el dinosaurio de el diario de hoy, sostiene que el desplome del modelo neoliberal se debe a la fiebre especulativa causada por la Reserva Federal estadounidense, ya que el Congreso y los gobiernos estatales presionaron al sistema financiero para dar créditos fáciles a quienes no tenían los ingresos para pagarlos, creando, además, “los Fanny Mae para comprar las malas hipotecas. Esa política de facilitar la adquisición de casas llevó a la burbuja que terminó reventándole al mundo…”. He ahí una sencilla, fácil y simplista explicación para continuar justificando la voracidad del sistema capitalista (“salvaje”, lo llamó Juan Pablo II), sin profundizar en las verdaderas causas y contradicciones generadas por el modelo neoliberal. El paso de la ideología a la verdad, señor Altamirano, no es sólo el resultado de una nueva dimensión dialógica o de diálogo abierto –aunque lo haga factible—sino que requiere criterios concretos sociológicos que van más allá, obviamente, de las actitudes personales. En consecuencia, varios cauces son de tránsito obligado : uno de ellos esel planteamiento científico del cambio, pero establecido sobre la práctica. Es decir, no separado de las prioridades concretas de la sociedad, de un modelo determinado. Cuando los mandatarios reunidos en la cumbre elaboraron y se pronunciaron por un nuevo orden mundial, lo hicieron no simplemente como una interpretación teórica, sino a la luz de los acontecimientos y realidades que se ciernen sobre sus países, como práctica específica, que define el verdadero nivel y proyectos de la esperada nueva correlación de fuerzas; la conversión de las palabras en una práctica inteligible por ella misma. El comprender con verdadera lógica y no con pasiones y actitudes ideológicas extremistas, el desplome del modelo neoliberal -o si usted lo prefiere, señor dinosaurio, la gravedad de un modelo agotado-, implica el tránsito hacia la contemporaneidad real en un proyecto que tiene o que debiera ser de mediano plazo; es decir, por encima de los periodos gubernamentales en cada nación. Lo que la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, hace es llamar la atención sobre la injusticia, la codicia y la inhumanidad de los capitalistas y sojuzgadores de las esperanzas de los pueblos, pero en ningún momento se está poniendo como ejemplo para “enseñarnos como gastar el dinero que genera el sector productivo”. Ello no es una invitación a la estabilidad, sino, de forma adversa, a superar la creencia de que los cambios de gobierno tienen algo que ver –por ese soóo hecho—con una dinámica profunda. El quid de la cuestión radica en marcar y ejecutar los cambios. La propuesta es erradicar el modelo neoliberal, instaurar un sistema distinto y permitir, no sólo a nivel local sino que mundial, que los Estados intervengan como verdaderos agentes reguladores y que no permitan los abusos con esa “codicia e inhumanidad”, de los capitalistas y el libre mercado, bien señalado por la presidenta Bachelet. En los últimos años los sustentadores del modelo neoliberal han venido justificando -socializando las pérdidas y privatizando las ganancias, tal como reconocen los mismos mandatarios- y tratando de explicar que el único sistema para garantizar el bienestar, la prosperidad de las naciones y de sus habitantes, es el capitalismo o cualquiera de sus variantes. La codicia, la avaricia, no tiene límites. No se trata de desdeñar planes, no siempre por elección crítica, no siempre por una reversión estratégica, como propone el candidato presidencial de Arena, el tránsfuga Arturo Zablah, sino de hacerlos viables, de que la práctica señale su viabilidad, no para acrecentar las riqueza de los privilegiados de siempre, sino para favorecer a las mayorías, a los marginados, explotados y oprimimos de siempre; esa parte de la ecuación que por intereses egoístas se “olvida” de mencionar el dinosaurio de el diario de hoy. La propuesta de Zablah significa “continuismo” y “más de lo mismo” por otros medios. El Salvador, lo hemos dicho ya, no resistiría cinco años más de Arena, sencillamente porque la experiencia de casi 20 años de gobiernos de signo neoliberal, ha demostrado que el país, como nación y conjunto de seres humanos, no ha avanzado; por el contrario, se ha estancado en el bienestar general. Nosotros lo sentimos y lo palpamos porque somos testigos de la descarada miseria en todo el territorio nacional. Y, como si faltaran jueces o testigos imparciales, lo dicen los organismos de las Naciones Unidas, como el Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la CEPAL, la UNICEFF, la FAO y la Organización Panamericana de la Salud. El único que no parece entender las dificultades del país es el director de el diario de hoy, “sus apreciados columnistas” y, desde luego, los capitalistas muy contentos con el estado actual de cosas. El salto cualitativo hacia el pluralismo ideológico y un verdadero Estado de Bienestar y Felicidad, debe operar hacia el interior, de una manera yuxtapuesta y responsable, y no simplemente con enunciados o populismos como ese de “me he dado cuenta en mi recorrido de norte a sur de oriente a poniente de los abusos en contra de la población, pero yo los voy a combatir”, como proclama, demagógicamente, el candidato presidencial de Arena, el fracasado policía Rodrigo Ávila, cuando el partido a que pertenece no ha podido en 20 años satisfacer las necesidades más sentidas de los salvadoreños. No hay duda de que la mayoría de los discursos de los mandatarios y jefes de gobierno, así como la Declaración final de la Cumbre presidencial, no sólo profundizan en el análisis de la crisis mundial, sino que plantean el esquema de una nueva alianza de fuerzas reales en una sociedad y un mundo en movimiento. Sólo el hecho de que la mayoría coincida en el total fracaso del sistema capitalista y las recetas impuestas por los organismos financieros a todos estos pueblos de América Latina (por supuesto el dinosaurio no comparte tal posición y se aferra a su verdad totalmente reaccionaria y trasnochada), es tanto como instalarse en una radicalidad de ética política. Es el reconocimiento estructural de que un viejo orden de cosas funcionaba por la fuerza, por presiones imperialistas y por virtud de la inercia, y que es preciso reemplazarlo por una teoría aplicada, por una práctica específica, por un nuevo modelo que tome en cuenta las características de cada nación y, por supuesto, con la participación de todos sus habitantes. Eso, en esencia, significa darle verdadero sentido al tan cacareado sistema democrático. En síntesis, los caminantes de esta cubre, invitan desde la Declaración de San Salvador, a una exploración completa, no sólo de la realidad de todos los pueblos latinoamericanos, sino del contexto real de un mundo globalizado -cuyas puertas ha abierto- en el cual y desde el cual la política de potencia todavía quiere imponer sus designios : desde la economía multinacional, el rearme y la estrategia de los espacios desarticulados, las normas de conducta y de relación de los próximos años. Años que, en razón de los graves acontecimientos generados por el desplome del capitalismo y de la aceleración histórica, tan sabiamente planteados por el materialismo, serán decisivos. El tránsito, señor Altamirano, de la ideología a la verdad es el gran reto. El pentagrama del proyecto está en el atril de la sociedad, de los pueblos. Pocote Imprime, Comparte, Divulga... .