El Teatro de las Fantasías...

Están preparados los salvadoreños a vivir en una nueva era, como lo propone el candidato presidencial de Arena? Ello implicaría la fatal necesidad de cruzar amargos trances y aceptar como bueno el legado de 20 años de desgobiernos areneros; esto es acumulación de la riqueza en pocas manos y multiplicación de la miseria en las mayorías poblacionales. Significaría aceptar como buena la dolarización, los altos costos de los productos básicos para la dieta alimenticia; la creciente delincuencia, con no menos de diez asesinatos diarios y un promedio de 25 los fines de semana; la criminal corrupción; la evasión fiscal; el abandono total de la agricultura; la desintegración familiar debido a la migración hacia los Estados Unidos; la falta de empleos; el deterioro ambiental; el contrabando; las licitaciones amañadas y más? La campaña electoral desarrollada por la fórmula presidencial de Arena es demagógica, populista y cínica. Con mensajes subliminales y verdades a medias intentan hacer creer a los salvadoreños que con “nuevos diputados” (encabezados por Gallegos, Mario Marroquín, Mario Valiente, Samayoa y otras especies de la misma fauna) estarán al frente para resolver los graves problemas sociales y económicos del país. “Vamos a combatir los abusos en los precios de las medicinas”, exclama Ávila. Con tales declaraciones está admitiendo que el actual gobierno no ha sido capaz de controlar los precios de los alimentos, las medicinas, el combustible, la luz, el teléfono, el agua y todos esos productos necesarios para la sobrevivencia de los salvadoreños con menor poder adquisitivo. No sólo es una burla a la inteligencia de este pueblo, sino que tambien es una cínica repetición de una mentira y una promesa descomunal, a punto de cumplir 20 años. Ahora las mayorías de la nación están plenamente convencidas que es necesario y urgente cambiar de rumbo y probar con un gobierno de izquierda, con un modelo económico diferente y un plan social distinto para empezar a transitar por sendas de verdadero progreso. Los salvadoreños han demostrado por largos años una férrea disciplina para adaptarse y poder vivir en la pobreza y la escaséz. Han demostrado, en suma, su resignación y su estoicismo. Hoy, su intuición les indica que su hora ha llegado y para ello es necesario “sacar a Arena del gobierno”, como decía el ahora candidato a la vicepresidencia por este partido, Arturo Zablah, y llevar al poder a personas de pensamiento más avanzado y con ideas acordes a los nuevos tiempos que se avecinan. El panorama interno obliga a reacciones distintas, creativas. Lo mismo el externo. La teoría de la múltiple polaridad, del equilibrio de fuerzas numerosas, que ingenuos observadores creyeron descubrir como normativa de la vida internacional del futuro, se ha desvanecido. Una sóla verdad se levanta. Para nosotros, aterradora. Sólo existen la solidaridad, el bien común y la inagotable creatividad para superar los graves problemas que nos han heredado los sucesivos gobiernos de Arena. El pueblo salvadoreño ha aceptado también, hasta ahora y sin protestas visibles, más que las necesidades de urgente relevo en el gobierno, expresadas en encuestas de opinión pública. El proceso de su creciente empobrecimiento, que ya dobla sus espaldas, avanza debido a la nula sensibilidad de los cuatro regímenes areneros para atender sus demandas. Por lo tanto, no desconoce ni puede olvidar la existencia de administraciones ineptas, la inmoralidad y la demagogia de los funcionarios areneros en las distintas dependencias gubernamentales. Por eso le repugna y le incomoda que Ávila venga a ofrecerles más de lo mismo y, de paso, a firmar más papeles, promesas y compromisos, como en su momento lo hizo Francisco Flores y el presidente Saca : “Las únicas promesas que valen son las que se cumplen”, repite y repite. El gobierno arenero tuvo la oportunidad de cambiar muchas cosas en la economía nacional, en el orden administrativo, en el panorama político y social del país. Es más, cuando las poderosas empresas distribuidoras de combustibles dispararon sus precios e, incluso, se negaron a cancelar una multa por abusos cometidos, el gobierno arenero debió ensayar una acción mucho más amplia: el saneamiento de la administración y manejo de todas las empresas nacionales y la regulación en este mercado para proteger el bolsillo de los salvadoreños. No lo hizo y, por el contrario, fue obligado por las transnacionales a legislar en favor de estas, como lo ratifica la sangría a los salvadoreños, vía pago de impuesto adicional por costo del galón de combustible. Por tanto, los salvadoreños ahora reaccionan indignados cuando el fracasado policía Rodrigo Ávila les promete “combatir los abusos”, siendo él mismo parte de esa fiera enfurecida que ha castigado una y otra vez la economía de los salvadoreños. Los mensajes publicitarios se agotan en su misma retórica y cinismo descomunal. Cómo decir que “se combatirá la delincuencia y la violencia”, si este mismo caballero fue director de la Policía Nacional Civil durante dos periodos y lejos de erradicar semejante flagelo social, se dispararon los índices de extorsiones, homicidios y asaltos. Sus promesas y “compromisos que ahora firmo y mañana te los cumplo”, no tienen ningún valor moral. Lo mismo con lo de la austeridad y la corrupción. En su significado más remoto, AUSTERO es lo que quema, doma y modera las pasiones y los sentidos. La austeridad, además, tiene, fines de permanencia y duración, tanto como desprecio por lo pasajero y lo vano. Pueden ser austeros aquellos pueblos en los que la vida es sinónimo de un largo trabajar pero con equitativa recompensa. En los que existe un mínimo de justicia social. En los que no es posible improvisar fortunas descomunales y sorpresivas, ni vivir rico entre desnutridos y mendigos. Aquellos que no están poseídos por la fiebre de la autodestrucción, ni agotados por los sueños de las falsas grandezas. En los que el individuo y las comunidades, pequeñas o grandes, crecen realmente protegidas por la ley. Aquellos en los que cada habitante, en el goce sencillo y simple de una vida respetada y digna, ama por ello su casa, su calle, su pueblo y, así, su patria. Pedir austeridad entre nosotros, como lo hacen el presidente Saca y el ex fracasado policía Rodrigo Ávila, no puede ser sino vana retórica, frases, palabras vacías y fantasías desmedidas. Ante semejante realidad cabe que nos preguntemos si podríamos soportar otros cinco años de gobiernos areneros? Los salvadoreños por fin se cansaron de los vendedores de ilusiones, de las promesas y de “compromisos firmados”; ya no es posible seguir en el engaño en un país donde nuestros hijos no tienen futuro y donde se premia a la mediocridad y se abren las puertas al afiliado del partido en el gobierno; donde se acepta y se comparte la corrupción y se piden puestos “donde haya suficiente dinero” para “hacerse rico” rápidamente. Los días están contados para un partido que tuvo el tiempo necesario para responder y hacer obras de verdadero impacto social, pero que, sin embargo, no pudo satisfacer ni estar a la altura de los pequeños y medianos requerimientos de las mayorías nacionales. POCOTE

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