Arena, el dinosaurio y la crísis financiera mundial...

El dinosaurio de el diario de hoy afirma en el editorial del miércoles 19 de noviembre del año en curso, que “las malas regulaciones causaron la crisis mundial”. A renglón seguido agrega que “el desastre de Nicaragua y Argentina, se originó por la intervención de gobiernos populistas, como aquí en El Salvador, durante la década perdida”. El derrumbe estrepitoso del sistema financiero mundial, según esta peculiar forma de pensar, debe atribuirse, fundamentalmente, a la intervención del Estado y no a las contradicciones propias del capitalismo, ni a la voracidad de los monopolios, ni a los modelos implantados, como el neoliberalismo y la economía de mercado que privilegian la mercancía, el valor y la usura sobre el ser humano y el progreso compartido de la sociedad. En El Salvador, la desintegración familiar debido a la migración constante de compatriotas hacia los Estados Unidos (un promedio de 400 a 600 diarios, según datos de organizaciones no gubernamentales), en busca de oportunidades de trabajo, el abandono total de la agricultura, el alto costo de la vida, el mínimo crecimiento económico, la evasión y la elusión fiscal, no se deben, según el antihistórico modo de analizar los procesos sociales del señor Altamirano, al modelo implantado por los cuatro gobiernos de Arena, como tampoco a los desaciertos políticos, sino a “la década perdida”, a “las reformas duartistas” y a los “ataques de los rojos”. Los mandatarios de la mayoría de los países con economías desarrolladas del mundo, entre ellos el presidente de Francia, Nicolas Zarkosy, y los primeros ministros de Alemania e Inglaterra, reconocen que el modelo implantado en sus respectivas naciones ha “explotado como una burbuja” y que “se hace necesario probar con nuevas ideas (todavía tienen temor de mencionar “nuevo sistema”) y una intervención más efectiva del Estado”. Sin embargo, el dinosaurio de el diario de hoy, citando palabras del presidente de los Estados Unidos, George Bush, expresa que “se debe reconocer que la intervención gubernamental en los mercados no es la mejor medicina (…) la historia ha demostrado que la mayor amenaza para la prosperidad no es la muy poca intervención de los gobiernos sino la demasiada intervención…” No, señor dinosaurio!, la debacle financiera internacional de septiembre ha precipitado el fin de una era del capitalismo. Y si usted atiende a la Historia y a los procesos dialécticos y sociales, verá que las crisis acompañan al capitalismo desde sus más tempranos comienzos, han sido recurrentes y cíclicas. El mundo del capitalismo y sus variantes se ha conmovido por las crisis, prácticamente cada ocho o doce años, por un periodo mayor de un siglo. La primera crisis general ocurrió en 1825, luego se repitieron en 1836, 1847, 1857, 1873, 1890, 1907 y los años 30. Como usted puede apreciar, mi estimado dinosaurio, las crísis capitalistas se distinguen por su periodicidad. Entre una y otra, la industria capitalista pasa por un cierto círculo o, como se le ha llamado, “un ciclo”. En el periodo anterior a la guerra imperialista, las crísis cedían su puesto a la depresión, después se pasaba a un renacimiento moderado, el que a su vez daba lugar a un periodo de bonanza cuando la expansión y la lucha por las utilidades alcanzaba su nivel más alto. Entonces llegan la crísis y el ciclo comienza de nuevo. Engels dice que durante estas crísis “…el comercio se paraliza, los mercados están repletos, existen los productos en grandes cantidades sin venderse, la moneda disponible desaparece (¿por qué cree que los bancos están siendo auxiliados en todas partes del mundo, incluso aquí?) , el crédito se esfuma, las fábricas están paradas, las masas obreras disminuyen su alimento porque han producido demasiado, una quiebra sucede a la otra, los remates se realizan sucesivamente. El estancamiento persiste durante años. Las fuerzas productivas y los productos se desperdician y se destruyen en gran escala; finalmente, las cantidades acumuladas de mercancías son vendidas con una depreciación más o menos considerable, hasta que la producción y el cambio comienzan a moverse, lentamente, de nuevo. El paso se acelera por grados, se convierte en trote, el trote industrial se transforma en galope y éste, a su vez, en una carrera loca de especulación industrial, comercial y de crédito, únicamente para arribar, nuevamente, al final, después de los más peligrosos saltos en la zanja de una crísis. Y así siempre, una y otra vez…” Es exactamente lo que está ocurriendo con el desplome financiero de Wall Street. Pero, la ceguera, la ignorancia de la Historia, el extremismo político y el fanatismo ideológico de Altamirano no le permiten ver más allá de sus narices, y, más que eso, se aferra a una causa perdida, viendo en qué banco mundial deposita ahora los millones acumulados durante años de explotación mercantilista de la calumnia, la desinformación y la manipulación noticiosa. Los años dorados de felicidad acumulada junto a las riquezas, han llegado a su fin. Ya no más paraísos terrenales ni eras globalizadas. El aparato financiero se ha desplomado y los monopolios banca-empresas, barones de la exuberancia y el despilfarro, caen como castillos de naipes. Los grandes capitalistas adoradores “del diablo y poseídos por la lógica de la rentabilidad a corto plazo”, como lo dijo Tom Wolfe, han quebrado; pero acuden, ahora sí, al “papá gobierno” para privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. Esto no es más que una contradicción básica del capitalismo -la existente entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación- que se revela, claramente, en la anarquía de la producción. Esta crísis noo es producto de una intervención del gobierno, o por “la década perdida del duartismo” o por “ataques de bandas enloquecidas”, como tristemente señala el dinosaurio. Que se hayan esfumado más de 200 mil millones de euros y dólares, como lo han expresado las agencias noticiosas, desde septiembre pasado, no es culpa de una supuesta intervención estatal. Hoy, la banca de inversión ha sido borrada del mapa. Hagamos el recuento para refrescarle la memoria a este senil extremista de el diario de hoy : las cinco mayores entidades bancarias se desmoronaron: Lehman Brothers en bancarrota; Bear Stearns comprado, con la ayuda de la Reserva Federal (Fed), por Morgan Chase; Merril Lynch adquirido por Bank of America; y, los dos últimos, Goldman Sachs y Morgan Stanley (en parte comprado por el japonés Mitsubishi UFJ), simplemente reconvertidos en bancos comerciales. No es una simple campaña sucia financiada por el lavado de dinero, como la que desarrolla Arena y el gobierno contra el pueblo salvadoreño, es que el aparato financiero mundial ha colapsado y se lleva de encuentro a los bancos centrales, los sistemas de regulación, los bancos comerciales, las cajas de ahorros, las compañías de seguros, las agencias de calificación de riesgos (Standard &Poors, Moody´s Fitch, por ejemplo) y hasta las auditorías contables. Sólo un energúmeno como Altamirano puede atribuir tal catástrofe a “regulaciones de los gobiernos”. El libre mercado no lo arreglaba todo como repetían los especuladores y los vendedores de ilusiones. Incluso, el mismo gobierno de Estados Unidos ha tenido que renegar muchos mandamientos del mercado, y ahora lo encontramos como un Estado interventor. Para muestra un botón : las principales entidades de crédito inmobiliario, Fannie Mae y Freddy Mac han sido nacionalizadas. También el American Internacional Group, la mayor conglomerado de compañías de seguros del mundo. El Salvador, desde hace ratos, está sintiendo los efectos del desastre financiero mundial. El gobierno arenero no da el brazo a torcer porque se encuentra en un proceso electoral donde lleva todas las de perder, según lo revelado por las encuestas de opinión públicas. Nuestro país, debido al modelo neoliberal impuesto por los organismos financieros mundiales y por la voracidad de los grupos privilegiados, también está a punto de colapsar. Aquí se ha castigado a los más pobres con las excentricidades irracionales de los banqueros, con los altos costos de los productos básicos, los impagables precios de las medicinas y la asistencia médica deficiente en los hospitales públicos. Bajo esta perspectiva, es imposible que El Salvador resista un gobierno más de Arena, sobre todo si se sigue castigando a los más pobres y privilegiando a los grandes capitalistas. La salida a la crísis hay que buscarla en un modelo distinto, con soluciones efectivas a los grandes y graves problemas que se han hecho crónicos desde hace casi 20 años. La izquierda tiene una valiosa oportunidad de superar esta grave crísis con propuestas inteligentes y creativas, con una decisión fuerte : la de derrotar primero a los promotores de la injusticia social, la evasión fiscal y la opresión política; y, en segundo lugar, empezar a desarrollar planes efectivos que, como hemos dicho en anteriores oportunidades, serían el de comenzar con un programa de austeridad en las esferas gubernamentales y municipales, una lucha efectiva contra la corrupción y un combate pleno contra la delincuencia. Si en los primeros 100 días mucho de esto se hace, estaremos, entonces, ante la presencia de un nuevo gobierno de realizaciones. POCOTE .