La Joda del Finde: Rodrígo Ávila se le Cuadra a Elena Fuentes...

Por Catalino “El Mojado” Sepeda
En algún lugar del frío norte...

Bajaba por la Sexta Décima, oyendo a los Tigres del Norte en la radio, cuando me topé con una trabazón del demonio, a la altura del Gimnasio Nacional. Qué será este relajo?, me pregunté.

Era una marcha. Vi que todos iban vestidos con pantalones camuflados, como los que usan los militares. Encabezando la marcha reconocí a unos sujetos que en los años de la guerra salían en la televisión a cada rato. Estaban ahora más viejos, canozos y panzones.

Allí iban el general René Emilio Ponce, así como los coroneles Sigifredo Ochoa Pérez, Inocente Montano y Francisco Elena Fuentes, entre otros pertenecientes a la llamada “La Tandona”, aquella maliantada de oficiales que hizo y deshizo desde sus puestos de mando en el Ejército, en la década de los 80.

Pregunté de qué se trataba la cosa, y unos que habían sido del Batallón Atlacatl me dijeron que estaban manifestándose en contra de los planes del Frente de abolir la Fuerza Armada y la Ley de Amnistía. Claro, me dije, les conviene que la Ley de Amnistía siga vigente porque los protege de las atrocidades que cometieron durante la guerra. Eso es lo que he oído en las noticias.

Como es un tema muy controversial, candente, me parquié y seguí a aquel montón de militares desempleados que entraban al Gimnasio. Tengo que reconocerlo: soy un taxista metido.

La última vez que estuve en el Gimnasio, fue para cuando vino Carlos Santana por primera vez en 1973. Me acuerdo bien porque fue la primera vez que fumé marihuana. Me pasaron un puro justo cuando Carlos tocaba "Soul Sacrifice", yo me sentía en Woodstock, y me imaginaba la lluvia y los lodazales. Pero volvamos a nuestra historia.

Había una enorme tarima debajo del tablero electrónico, y allí estaban aquellos ex -efes castrenses, sentados en sillas como damas de honor en fiesta rosa de pueblo. En el podio, al micrófono, estaba Ponce: “Los comunistas están amenazando nuevamente al país”, dijo.

Se les veía felices, como rememorando mentalmente viejas hazañas de días de gloria: aquel bombardeo en Arcatao, aquella masacre de civiles en El Carrizal, Santa María Ostuma o en El Calabozo, en San Vicente; aquellos niños atravesados por las bayonetas en El Mozote, aquellas casuchas quemadas. ¡Ah, qué días aquellos!, quizás suspiraban con nostalgia!

De repente oí una tremenda ovación. Y vi a Rodrigo Ávila, el candidato presidencial de ARENA, subiendo al estrado como una estrella de rock. La multitud de cabos, sargentos, patrulleros descalzos y lustra botas en retiro del Ejército, rugió.

El candidato pasó a saludar a aquellos defensores de la Patria, sentados en la mesa de honor, estrechándoles la mano, uno a uno. Pero, cosa rara, cuando se paró frente al Coronel Elena Fuentes, otrora comandante de la Primera Brigada de Infantería, Ávila se le cuadró al estilo militar. Por qué?, me pregunté.

“Yo soy uno de ustedes”, le dijo Ávila a la multitud. Y recordó los días de cuando él formó parte de las defensas civiles, allí en la Primera Brigada. Por eso se le cuadró, me dije. Un tipo que estaba a mi lado, me susurró: “hoy lo dice tan orgulloso, pero en aquellos días a Elena Fuentes le gustaba cagarse en él, yo estuve junto a Ávila, en la misma unidad”.

Era uno de esos sujetos que se mueren por contar cosas que casi no se saben. Cuénteme, le supliqué. Y esto fue lo que me soltó:

“Ávila era casi un bicho virgo cuando se metió a la Defensa Civil, en la Primera Brigada. Allí el Coronel Elena Fuentes se encargaba personalmente de los entrenamientos de esa unidad. Entrenábamos en la cancha de fútbol. “Tiren a pegar, no importa si son mujeres o niños, todos son o serán terroristas en el futuro”, nos decía con su voz de terremoto. Desde que Elena Fuentes vio a Ávila, le dijo: "Creés que vas a aguantar, culero?”.

Lo agarró de pato, como se dice. “Vos marica, vení”, -le decía el coronel-, Tiráte allí y haceme 50 pechadas. Y el pobre Ávila se tiraba al suelo y hacía la maldita, pero apenas llegaba a 40”.

“Entonces el Coronel le decía: como no las hiciste, andá lustrame las botas, y ojalá no me las dejés como espejo de brillantes, ya vas a ver cómo soy cuando de verdad me encabrono, pendejo." Disculpe las palabrotas, pero así hablaba el Coronel.

“De verdad que Elena Fuentes sí era cabrón. Ya no digamos las cosas que hacía con los pobres capturados, esos catequistas, sindicalistas, universitarios de la UES… esos pobres daban lástima, torturas y todo”.

“Bueno, el caso es que la agarraba con Ávila, le gustaba joderlo sólo por divertirse. Es que Ávila… pues sí, era un poco lento para todo, y algo torpe. ¿Ha visto esas películas de La Pantera Rosa? Allí salía Peter Sellers haciendo de un investigador, el Inspector Clouseau, creo que se llama, un tipo que va metiendo la pata a cada rato. Pues así era el Ávila, torpe”.

“Un día, cuando estábamos practicando tiro, le dijo el Coronel: Mirá culero, si no le pegás al blanco, ya vas a ver. Y por joderlo lo puso a que tirara desde más lejos. Al pobre chamaco le sudaban y temblaban las manos. Apuntó y disparó”.

“Y como todo nervioso, el tiro no pegó en el blanco, ni siquiera en el bolado de madera. Fue a pegar a un tanque de agua que estaba algo retirado de allí, y salió un chorrito de agua del hoyo”.

“El Coronel le dijo: mirá gran cerote, ya te cagaste en todo el agua del cuartel, ahora te bañas chulón en ese chorro, ¡ya! Y así fue, el pobre chavo se desnudó y se tuvo que bañar en aquel chorrito de agua, y las mujeres que trabajaban en el cuartel lo veían y aquello fue una jodarria tremenda”.

“Pero lo más yuca fue cuando el Coronel lo sacó de madrina de los Juegos Intramilitares”.

¿Cómo, cómo cómo?, le pregunté. Aquello me resultaba algo confuso.

“Sí, lo sacó de madrina en los juegos deportivos intramilitares. La cosa fue así: Un día le dijo: Mirá, careverga, subite a ese coco y me bajás unos mis cinco cocos. Ávila ya la destrababa para los ejercicios, pero nunca en su vida se había subido a palos de coco. Y como no pudo, el Coronel viene y le dijo: Como la cagaste, de castigo te toca salir de madrina en los juegos deportivos”.

“Así que el día de la inauguración de los juegos lo mandó a que se vistiera con trajes típicos de mujer indígena, como esos con los que visten a las niñas que las mamás llevan a las fiestas de la Virgen de Guadalupe, unos vestidos todos coloridos, rojo, verde, etc.”

“Lo maquilló como mujer, pintalabios y todo, y le puso una peluca de pelo corto, más o menos del estilo de peluca con la que salía Fredy Mercury en aquel vídeo de I want to break free, ¿se acuerda?”

Sí, yo me acordaba: Mercury disfrazado de mucama, barriendo el piso, bailando y cantando.

“A pues así era la peluca de Ávila, como la de Fredy Mercury. Y entonces el Coronel le ordenó subirse a la carroza donde iban las demás madrinas de los demás destacamentos militares, todas lindísimas, solo una horrible, que era Ávila. Y para terminar de joder le dijo: Ma esta bolsita de dulces, nos tirás unos cuando la carroza pase por aquí. Y tuvo que hacerlo. Lo hubieras visto tirando sus dulcitos. Parecía la India María”.

Pero...por qué hoy lo saluda? Debería de odiarlo, le dije...

“Creo que Ávila piensa que Elena Fuentes es un gran hombre, que le enseñó a ser un militar de verdad. Pero, como usted sabe, la Comisión de la Verdad incriminó al Coronel en el asesinato de los seis padres jesuitas y sus dos empleadas, en 1989 en la UCA, al igual que al General Ponce y a otros. Pero para Ávila es su héroe".

Sonó mi celular. Un cliente quería que lo llevara de emergencia a él y a su novia al motel más cercano. El deber me llamaba, así que me fui.

(*) Verdad y ficción mezcladas en la licuadora de la cabeza de Catalino "El Mojado" Zepeda.

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