Desde La Diáspora. Recuerdos: La Declaración...

Un domingo de Mayo de1971 estaba en una Fiesta Rosa, vestido de traje entero, corbata y con la patada de "Aqua Velva", mi perfume más afrontable. La fiesta estaba topada y la música de los Moody Blues, Three Dog Nights y Creadence Clearwater Revival, explotaba a través de los enormes parlantes ubicados en las cuatro esquinas de la Casa Comunal de la Colonia Guadalupe en Soyapango.

Estaba viendo bailar, disfrutando la música y buscando chamaca, cuando en eso apareció un compañero de estudios del Instituto Nacional, vecino de mi colonia, a quien me referiré como "mi amigo". -"Tenés pareja"-me preguntó. -"Nel". -"Entonces veníte"-me dijo. Yo lo seguí en medio del mar de gente, sintiendo toda clase de agradables fragancias de mujer, así como apestosos sobacos de hombre. Al fondo vi dos chamacas de poco más o menos nuestra edad; de lejos, una parecía morena, nada atractiva, pelo negro y liso hasta el hombro, de la cual, al ya estar cerca, noté su cara marcada con pequeños hoyos, secuelas de problema de acné; andaba, sin embargo, bien vestida y maquillada. La chava aparentaba estar regular. La otra, en la que tenía clavada mi vista, se veía preciosa. Su belleza se agrandaba, geométricamente, conforme nos acercábamos a ella. Podía ser cierto? Al estar ya cerca de ella lo comprobé: tenía a la mujer cósmica de mis fantasías frente a mí! Tendría algunos 15 años, de piel blanca, pelo castaño y ojos color miel. Era la foto perfecta de mi sideral imagen de la mujer que deseaba. Pues bien, allí estaba ella, y por extraños misterios el macizo me ponía enfrente de semejante tamal. Bailamos -qué rico!- y yo le agarraba las manos, nunca pensé que hubieran manos tan suaves. Durante la fiesta platicamos y chisteamos. Ella se mostraba amable y receptiva. Imposible! ¡Era más que un sueno y no lo podía creer! Como a las nueve de la noche se despidieron, pero antes quedamos en vernos el sábado siguiente, para la inauguración de los Juegos Deportivos Estudiantiles, en el Flor Blanca. Ese día comenzó la fraterna amistad que yo desarrollaría con este cuate -para toda la vida-, enmarcada en esta experiencia y fracaso en mi papel de aspirante a "cachimbón pa' los culos". En Mayo, por lo general, se iniciaban los Juegos Deportivos Estudiantiles en el país, con la participación de casi todas las escuelas, colegios, liceos e institutos. Eran varias ramas deportivas y se competía durante cuatro meses. El básquetbol era el juego más popular, por las rivalidades entre los colegios de la clase alta. El Liceo Salvadoreño y el Colegio Externado San José, que mantenían una rivalidad en baloncesto, venían a agregarle una poderosa excitación a los juegos. Por casi siete años había visto innumerables juegos en el Gimnasio Nacional; muchas veces sentí y gocé esa excitación energética que se experimenta cuando "Las Barras" de los colegios gritaban, lo más duro posible, alentando a sus equipos. La del Liceo, o "los albos", era la barra más organizada, y su mascota era un símbolo de León. Ellos habían sido los campeones en los pasados cinco años, y en todos los partidos unas 500 a 700 voces vestidas de blanco, en altos decibeles, cantaban : "Ni por el oro del mundo yo cambiaría ese León porque le tengo un amor profundo por ser la gloria de toda la nación". "El León puede ser abatido, pero nunca vencido... Viva el León!... Jodido! El siguiente sábado por la tarde nos encontrábamos mi amigo, las chavas de la fiesta y yo, en el Flor Blanca, para la apertura de estos juegos. Habían reunidos casi 35 mil expectadores, en su mayoría estudiantes; era un día sábado asoleado y caliente, el estadio estaba lleno de juventud capitalina. Los colores distintivos de los colegios se veían segregados por todos los graderíos. Verde del Externado, blanco del Liceo, rojo del Instituto Nacional, etc. Ella estaba ahí, conmigo, angelical y preciosa! Hacía una semana habíamos conocido a estas dos chavas, y mi amigo se veía, a leguas, casi a punto de amarrar con su pareja. Fue un día de delicias que terminó cuando las llevamos a sus casas, al sur de San Salvador, y fuimos presentados a sus familias. El lunes siguiente fuimos al Gimnasio Nacional, para la inauguración del básquetbol y el Campeonato Relámpago. Los planes del recien pasado fin de semana, con mi amigo, eran de "amarrar" con las nenas ese día. Amarrar en esos días significaba decirle a la chamaca, más o menos, éstos términos que, penosamente, he transcrito de mi viejo diario personal : "Hoy es el dia "D", A. y yo estamos decididos a tirarles el rialazo a las dos nenas. Le gustaré? Me aceptará? Y si no me acepta? Deséame suerte, amigo diario, porque la voy a necesitar mucho... He decidido hacerlo como a las 6 de la tarde y decirle a R. : usted me gusta mucho y quería pedirle que sea mi novia. Así, directo y sin titubeos".

Era un total virgo, sin imaginación y carente de inventiva verbal, buena paja o güiri-güiri...como decía el caliche de la mara. Peor aún, yo nunca antes me le había "declarado" a una chava, y con la única que había amarrado, hacía tres años, pues fue ella quien se me había "declarado". A las 6 pm. de ese lunes por la tarde, ella sentada tan cerca de mí, sin maquillaje, naturalmente bella...recuerdo que, por primera vez en mi vida, puse mente receptiva al fresco olor de mujer, y aspiraba profundamente ese aliento limpio, joven y sano de esa niña-mujer de mi misma edad. Pero también, por primera vez en mi vida y delante de esa reina, mis manos empezaron a temblar, mi temperatura corporal subió cinco grados y comencé a sudar profusamente. Sentía frío!. Era una lucha interna entre macho y "marica", huevudo o sin huevos, la que se desataba dentro de mí. Al final fui marica y me faltaron los huevos para "declararme". A la salida, caminamos las tres cuadras de una calle con una enorme arboleda a cada lado, que la hacía parecer más oscura que iluminada, esta bordeaba el lado sur del Parque Cuscatlán. Yo caminaba mudo y hasta la mera mierda de enojado conmigo mismo, sabía que me había agüitado a la hora del tamal. No podía dar más de lo que tenía y mi misma impotencia me humillaba! Ella tampoco hablaba. Se había portado de maravillas conmigo. Había mostrado más madurez y perspicacia que yo. Me había dado, por medio de la plática, dos claras oportunidades de declararme. "Qué espera usted de una novia", me había preguntado; y yo, cortado en seco, contesté la más infantil e imprudente de las respuestas: "Por qué lo pregunta?". Momentos después, trayendo yo mismo el demoníaco tema de la declaración y noviazgo, ella lo usó para tirarme el más directo calzonazo. Sutilmente, me dijo: "Es peligroso esperar mucho para declararse"! Yo lo entendí porque describí en mi diario que la sensación que sentí en ese momento era algo así como si hubiera tenido un corazón de 80 años, con crisis de taquicardia, y me habría ocasionado una mortal arritmia si huebiera respondido a lo dicho. Gracias a Dios... no contesté, pues quizás no estuviera contando el cuento! Ella me dio una segunda oportunidad, al aceptar ir conmigo al Gimnasio, dos días después, a ver un partido de básquetbol. Pero llegado el día, con mi amigo nos dimos cuenta que no teníamos el dinero suficiente para pagarles a las dos los $25 centavos de entrada al Gimnasio, más las nuestras. Dicho de otra manera, no teníamos ni un peso! Una peseta (25 centavos) era un montón de dinero para nosotros en aquellos bellos años! Cómo podíamos hacerle? Podíamos postergar la cita?

Yo sentía alivio con la idea de postergar la cita ya que los demonios de la "declaración" no me dejaban en paz. Pero, en estos momentos sin salida, mi chero se superaba al máximo y salía con geniales ideas. Ese nefasto día surgió con una de sus magistrales ideas que yo le conocería durante nuestra amistad : las iríamos a recoger al Central de Señoritas, caminaríamos a pie las cinco o seis cuadras que nos separaban del Gimnasio, atravesando el Parque Cuscatlán; unos metros antes de las taquillas de entrada, él figuraría la manera de pelear con su pareja y mostraría su enojo negándose a entrar al Gimnasio, yo intervendría de mediador y trataría de convencerlo que cambiara de idea; mientras tanto, dejar que ellas compren sus boletos y entren solas, mientras yo estoy entretenido tratando de "apaciguarlo". 10 o 20 minutos después, con ellas adentro y habiendo pagado su propio boleto, entonces nosotros haríamos la entrada triunfal. Él haría las paces con ella y yo sería un héroe! Contábamos con la idea general que entre la mara se daba por hecho : que las mujeres siempre cargan feria. Cómo siempre, la cosa salió tal y como él la planeó! Ella no se pudo portar mejor, me rozaba su mano y pegó su pierna contra la mía, tan cerca de mí la tenía que sentí ese sensual aroma de mujer que despertaba un extraño y dulce estremecimiento en algún lugar dentro de mí cuerpo y de mi alma. Pero esto abría también el tapón de la botella llena de demonios que se presentaron al instante : mis manos comenzaron a temblar de nuevo, mi frente se llenó de sudor helado, mi voz sonaba seca y cortada. Estaba seguro que si en ese momento me paraba, caería rodando hasta la cancha de baloncesto, muchas gradas abajo. De nuevo los demonios me vencieron y no me declaré. Esta vez su disgusto comenzó a ser evidente, al punto de salir del Gimnasio. Jamás me dio otra oportunidad y nunca quiso volver a verme. Y allí se dio cuenta mi amigo que yo era un virgo con las mujeres, siendo lo suficientemente cortéz como para no expresarlo, excepto con una ligera frustración al saber que yo no había amarrado. Terrícola Con Permiso de CUSCATLÁN REENVIA - IMPRIME - COMPARTE - HAZ PATRIA... .