Frente a la crísis de alimentos, la soberanía alimentaria!

"La globalización está creando dos mundos: uno opulento y otro totalmente desprovisto de recursos elementales. El sistema conducirá a un desequilibrio con vastas consecuencias políticas. La aldea global no es justa ni permitirá una satisfacción de las vastas necesidades de las grandes mayorías. El hambre en el mundo crece y con ella el descontento, la desesperación y deja abierta únicamente la puerta revolucionaria como salida a estas privaciones." Lisandro Otero, Rebelión.

Suenan las alarmas : se anuncia una hambruna mundial.

Esta semana el Banco Mundial sonó la alarma sobre la insostenible situación que sufren África, Centroamérica y el Caribe. El presidente del Banco Mundial ha alertado a todos:

"O se actúa urgentemente y de inmediato, o millones de personas morirán de hambre en breve"

Robert Zoellick ha denunciado que mientras algunos se preocupan por llenar los depósitos de gasolina, millones de personas se aflijen por llenar su estómago. Zoellick ha clamado ante la prensa por el precio del arroz y del trigo, que se lleva todos los ingresos de las familias pobres. Y es que los precios de los alimentos han subido vertiginosamente.

Aunque cabe mencionar tambien, que existen muchas paradojas en las declaraciones de la gente del Banco Mundial. Acaso no han sido ellos, junto a los dirigentes del FMI y el BID, los que han dictado políticas económicas desastrosas para los pueblos que ahora sufren de la hambruna? Esas políticas económicas han sido aplicadas por dirigentes nacionales corruptos y serviles, sino recordemos un caso clásico, el de Argentina : cuando Menem vendió el patrimonio nacional y nacionalizó la deuda privada, llevando el país a la debacle, fuimos testigos de como Argentina, de haber sido el granero del continente, se transformó, de la noche a la manana, en un país pobre y saqueado, donde la hambruna, en regiones como Tucumán, mató de inanición a ninos. (Leer "Confesiones de un asesino economico a sueldo")

En El Salvador se ha hecho lo mismo, con las consecuencias que todos conocemos.


Esto no se ha originado ayer. Los raíces de este desastre mundial que se avecina (especialmente para los países del Tercer Mundo), y del cual comenzamos a experimentar los primeros efectos en nuestro atrasado y minúsculo país, son el resultado de esas políticas criminales de esos mismos hombres que ahora suenan las alarmas. Habrase visto tanto cinismo e hipocresía?

Según el presidente del Banco Mundial, "la situación es crítica en Centroamérica y el Caribe". En Haití llevan una semana de protestas porque no tienen qué comer, y en Perú, el precio del trigo está obligando a la gente a hacer pan con masa de papa. Para qué hablar de África, donde la dramática situación no cambia. Las sequías de los últimos años han asfixiado las tierras fértiles. En Egipto y Pakistán, las protestas se suceden por el racionamiento de la comida. En el sur de Asia y el Pacífico, la demanda cada vez mayor de países emergentes, como La India o China, han disparado los precios de los alimentos.

El problema es que no se produce suficiente comida, sobre todo porque los campos ahora se destinan a los biocombustibles. Y la comida que hay es muy cara, porque el petróleo no deja de superar sus precios topes.

Las causas reales del hambre y la malnutrición.

El hambre y la desnutrición no son efectos de castigos divinos, ni de la fatalidad, ni de un accidente, ni de un problema de la geografía o de los fenómenos climatológicos. No. Son la consecuencia de haber excluido a millones de personas del acceso a bienes y recursos productivos, tales como la tierra, el bosque, el mar, el agua, las semillas, la tecnología y el conocimiento. Son, ante todo, consecuencias de las criminales políticas económicas, agrícolas y comerciales a escala mundial, regional y nacional, dictadas por los poderes de los países del primer mundo, sus corporaciones transnacionales y sus aliados en el Tercer Mundo, en su afán de mantener y acrecentar su hegemonía política, económica, cultural y militar en el actual proceso de reestructuración económica global.

Según los impulsadores de esas políticas, la liberalización del comercio, iniciada en el sector agrícola en 1995, debía incrementar el volumen de los intercambios, estimular el crecimiento económico, modernizar las economías y reducir la pobreza y el hambre en el mundo. Nada de eso sucedió. Lo que ha sucedido en realidad es que esas políticas han aumentado las ventas y las ganancias de los poderes económicos de los países desarrollados mientras que los pueblos de los países subdesarrollados han aumentado su deuda externa y los sectores populares han visto crecer sus niveles de pobreza, miseria y exclusión por todas partes. Se ha apresurado el ritmo de concentración del mercado agrícola internacional en pocas empresas trasnacionales, aumentando, al mismo tiempo, la dependencia e inseguridad alimentaria de la mayoría de los pueblos.

Las políticas neoliberales hacia el campo, de hecho, han impulsado un proceso de desruralización forzada de vastas proporciones y de consecuencias dramáticas. Han desencadenado una auténtica agresión contra las agriculturas campesinas que, en algunos casos, llega a estructurar un verdadero genocidio y etnocidio. Es así como el hambre es utilizada como arma de destrucción masiva, cuando las condiciones geopolíticas así lo dictan. Sino recordemos lo que decía Henry Kissinger, allá, a principios de los 70's, para quien era "necesaria la muerte de 25 millones de personas para resolver algunos problemas en una parte el continente americano" (Kissinger se refería a los países del centro y del sur del continente).

Con las políticas neoliberales, el hambre y la malnutrición crecen, no por ausencia de comida, sino por ausencia de derechos.

Se intenta imponer el patrón alimentario de las corporaciones trasnacionales como el único apropiado y correcto en un mundo global, cuando en realidad se trata de un verdadero imperialismo alimentario que atenta contra la diversidad de los pueblos, de sus identidades nacionales, culturales y étnicas. Algunas potencias hegemónicas usan los alimentos como arma de presión económica y política contra países y movimientos populares. Esta política unilateral debe cesar de inmediato.

Aquí, en nuestro país, se ha abandonado casi en su totalidad al agro. Dependemos de importaciones de alimentos para poder responder a la demanda interna. La firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, país altamente proteccionista de su industria agrícola, y que aplica políticas de subvenciones a su producción interna, así como el subsidio a las exportaciones, permitió que las empresas trasnacionales adquirieran productos a muy bajos precios para venderlos a precios competitivos a los consumidores, tanto del sur como del norte. Una vez que se han estrangulado las industrias agrícolas de esos países, proceden a vender a precios muchos más altos en ausencia de competidores.

Es ahí, entonces, donde entra el concepto de recuperación de nuestra soberanía alimentaria, de la que ha hablado el candidato del Frente. la Soberanía Alimentaria únicamente será posible lograrla, defenderla y ejercerla a través del fortalecimiento democrático de nuestro Estado y de la autoorganización, iniciativa y participación de toda la sociedad. Se requieren, en ese sentido, nuevas políticas de Estado de largo plazo, una efectiva democratización de las políticas públicas y la construcción de un entorno social solidario y participativo.

La Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos del Tercer Mundo a definir sus propias políticas sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación para todo el pueblo, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción y comercialización agropecuaria, así como de gestión de los espacios rurales.

Consideramos que el comercio alimentario internacional debería estar orientado, en su totalidad, por el propósito supremo de servir al ser humano. Nosotros, como salvadorenos, debemos definir nuestras propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y de seguridad alimentaria. Esto comprende la protección del mercado nacional contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica del "dumping" -venta por debajo de los costos de producción-, así como una regulación del mercado interno, eliminando los monopolios que son fuente de acaparamientos y de especulación.

Y usted qué opina?

Fotos de El Salvador 1,3 y 4, cortesía de M. Payés.

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