24 de agosto de 2009

Para reconstruir hay que revolucionar el sistema de Salud

“La mejor medicina no es la que cura, sino la que precave” José Martí Ya no hay más tiempo que perder, habrá que hacerlo a partir de esta condición favorable de contar con un gobierno de proyección social por antonomasia, si partimos de la premisa que surge de la opción preferencial por los pobres; si algo nos ha demostrado la vida, y con creces, es que con la ausencia de un sistema de salud incluyente, accesible y universal, a quienes más se afecta es a la mayoría de los salvadoreños, a los pobres y siempre olvidados. Por lo tanto, lo que hablaremos hoy trasciende a lo académico y profesional, se trata de un compromiso del gremio médico y del resto de los trabajadores de salud con la sociedad a la que pertenecen. Que nadie lo dude. Se nos dijo por muchos años que no era posible sostener programas de salud eficientes sin que los usuarios –a quienes luego se les quiso llamar clientes– no aportaran económicamente al recibir los servicios médicos; se llegó a decir que la gente no aprecia lo que se le da de gratis, y que no había recursos para ampliar lo que se tenía. Lo que se consiguió con esto fue la destrucción y fragmentación de lo poco que existía como sistema, evadiendo la creación de nuevas estructuras que ampliaran el acceso y, sobre todo, se abandonó deliberadamente el abastecimiento de medicinas y demás insumos. Más adelante fue bien clara la estrategia. Se nos dijo que sólo lo privado podía ser de calidad; y ahí estribó la conjura : forzar la autodestrucción para luego ser socorridos por la privatización. En fin, esa etapa fue superada aún antes de poder imponerse; las luchas de los médicos y el pueblo incorporado impidieron la felonía, y el engaño descarado fue desmontado, al menos parcialmente; aún se sufren las afectaciones de las mañosas concesiones. Y en ese fragor surgieron las propuestas para curar este sistema de salud enfermo, pero hoy se trata de dar los pasos en serio. Decíamos hace unas semanas que la situación de la pandemia de Influenza y el alza en los casos de Dengue estarían distrayendo de alguna manera acciones en la realización de la promesa esperada, la reconstrucción de esta situación a la que nos llevaron los consecutivos gobiernos de derecha. Y lo que se espera es que se avance en la dirección correcta, una verdadera Revolución en la Salud. No podemos conformarnos en que las cosas sigan un poco mejor, o cambiar algo para que todo siga igual. La decisión del jefe de gobierno en seleccionar a la doctora María Isabel Rodríguez todos la saludamos, la mujer sabia que necesita esta era valiosa y que no debemos perder. Además, ya se han nominado a los nuevos directores de hospitales nacionales –algo igual ha sucedido en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social– como primera etapa de restructuración administrativa que ha de continuar con los otros niveles, igualmente fundamentales y en los que la población abriga la esperanza que mejoren su calidad, funcionalidad, y sobre todo su cobertura. Muchos de estos elementos han sido objeto de puros juegos propagandísticos que han resultado en parches o atol con el dedo. Eso no se puede seguir reproduciendo. No es posible aspirar a un sistema de salud que no parta de un primer nivel sólido y decente, que garantice que nadie muera por algo prevenible. Este debe ser reconvertido en su estrategia, sin desmerecer a los protagonistas actuales que hacen lo que les es posible, pero no puede ser que sea sustentado por la labor de promotores de salud como actores principales en la conexión con la población. Deben ser los médicos y las enfermeras los centros de su funcionamiento. Y no puede ser posible que continúe la ficción de brigadas eventuales que visiten los caseríos y los cantones, para demostrar que se asiste a la población rural. No pueden continuar como métodos de engaño y distracción los llamados hospitales sin paredes, que se han instalado en lugares insólitos y sin cumplir con las condiciones más elementales de higiene y seguridad para los pacientes y de los mismos trabajadores de la salud. Los servicios de salud no deben seguir siendo ocasionales para las mayorías, deben ser permanentes y cercanos a los conglomerados en la ciudad y el campo. No puede ser posible que El Salvador, con más de siete millones de habitantes, aún cuente con un solo hospital pediátrico en todo el país; es indignante, no es posible dar calidad de servicio y seguridad social de esa manera, cuando la gran mayoría de niños no tiene acceso a instalaciones con personal especializado y de calidad, como lo es el Hospital Benjamín Bloom. Lo mismo se diría del área ginecológica que , igual, sólo cuenta con un hospital centralizado, por cierto en las peores condiciones de deterioro, a pesar de ser siempre una institución prestigiosa, con calidad profesional y académica, a pesar de los pesares. Y qué decir de los diferentes hospitales departamentales, que en la práctica son centros “para sacar trabajo”, carentes su mayoría de la indispensable docencia formal tan indispensable para conservar y mejorar la calidad científica y técnica de sus profesionales. En mucho el ISSS ha solventado algunas de estas misiones, ya que ha contado con más recursos -por supuesto con mucha menos demanda que el Centro Médico Nacional que absorbe más del 70 % de la población-, y aún en contra de las vergonzosas experiencias con los desfalcos y malas administraciones, pero con el esmero de la buena parte de sus médicos, enfermeras y demás trabajadores que han mantenido una calidad estimable en sus hospitales, primordialmente. Quedan muchas tareas pendientes para ellos, sobre todo en el área de la consulta médica que aún se encuentra enmarañada en los retrasos de las citas y las facilidades para los asegurados y beneficiarios para acceder en cualquier momento a dicho servicio. Entiendo que muchos compañeros trabajaron por muchos años en proyectos y propuestas para la Reforma del Sistema de Salud, siempre contando en contra los intereses de los poderosos que aún pretenden la tajada como negocio, cuando sabemos que quienes lo quieran hacer ya tienen espacio, centros propios y recursos para ejercerlo de esa manera con el sector de la población que puede pagarlos; pero es inconcebible querer a estas alturas arrancarle los centavos a quienes ni para comer tienen. A ellos va dirigida nuestra atención e interés; aquellos pueden quedarse con lo que obtienen con sus empresas privadas de la salud, pero el país demanda que se dirijan todas las acciones por darle a cada salvadoreño la oportunidad de servicios gratuitos de salud cercanos a su domicilio, con lo elemental para su funcionamiento, y con una red digna de centros hospitalarios de referencia inmediata y también accesible. Pero los lectores dirán: "este pide demasiado, pide imposibles, en un país sin recursos propios, en medio de una crisis económica universal, con tantas necesidades, y quiere un sistema de salud nuevo". Claro que sí, pero partiendo del hecho que se trata de un proceso que inicia de lo básico hacia lo complejo, que es realizable aún con los limitados recursos económicos disponibles. Lo esencial es saber que nadie puede hacerlo solo, o a partir del deseo y participación de unos cuantos. El mayor interesado es el beneficiario, y él espera hechos concretos, quiere ver los cambios, los que sólo son posibles con la participación de todos y la dirección lúcida y orientada. Entendemos un sistema de salud articulado, que debe sustentarse en un primer nivel fuerte y a la par de la gente. No puede ser posible que en una ciudad de más de 110,000 habitantes como es Ahuachapán –comprendiendo también su entorno rural– cuente con tan sólo una Unidad de Salud. Deben crearse nuevos consultorios en los barrios, colonias, caseríos y cantones, permanentes y atendidas por su personal elemental, el médico y la enfermera, apoyados por el resto de personal disponible. Todos integrados a un engranaje que mantenga constantemente vinculados a dichos médicos con el hospital de referencia, del cual no pueden ser unos extraños. Adonde puedan concurrir con los mismos pacientes referidos a la interconsulta con los especialistas, donde también realicen prácticas por turnos, como también el acceso a la docencia que debiera funcionar indispensablemente. De esa manera el primer nivel realmente estará vinculado con el segundo y tercero de manera real, no ignorándose ni despreciándose mutuamente, sino cooperando y trabajando conjuntamente. Y cómo lograrlo? También de manera progresiva, estableciendo programas pilotos regionales para crear en el camino y a través de las experiencias su metodología y funcionamiento correctos, a través de la participación de la misma población que aportaría los locales para las clínicas, los médicos y enfermeras son recursos cada vez más abundantes, a partir de la realidad que se enfrenta aún con un alto desempleo o subempleo. Para ello debería establecerse como punto de partida la planeación de los recursos que el país necesita y los que se pueden formar, para, a partir de allí, asignar los espacios laborales, los insumos y medicamentos proveídos por el Estado y la cooperación local e internacional. Dicho así, y de manera muy simple, parece una quimera, pero realmente es más simple cuando la voluntad y la decisión es lo que prevalece. En futura exposición describiré un modelo de proyecto más en concreto, diseñado para una parte de la población, como ejemplo que podría servir para su posterior multiplicación. Indudablemente, todo parte de lo que siempre se ha dicho: la decisión política de querer hacerlo, y creo que el actual gobierno de Mauricio Funes la tiene. Tiene al pueblo, tiene a los profesionales y los recursos disponibles en la actualidad para partir de ahí y trascender. No será posible si los cambios anunciados no lo son de la manera radical necesaria, es como pretender mantener el mismo modelo de proceso electoral ya caduco y podrido; si no se le quiere reconstruir, las cosas seguirán igual, y de eso ya estamos cansados todos. Por ello la población venció el miedo y votó, porque aspira a cosas nuevas y mejores; lo caduco ya es despreciable y no puede mantenerse. Querer hacerlo es burlar a los que aún ni siquiera saben a lo que tienen derecho y que pueden conseguir en un estado de justicia social. Esta sólo es posible a través de la Revolución pacífica y democrática que anunció el presidente en su toma de posesión, y cuando también insistió lo que los salvadoreños queremos y lo que ello significa: “reinventar nuestro país será crear un nuevo proyecto de nación que, al mismo tiempo, rescate la gran deuda social y acelere nuestro progreso humano y tecnológico”. En esos y otros argumentos nos apoyamos para expresar nuestras ideas que realmente las hemos cultivado desde hace tantos años de experiencias, frustraciones y sueños postergados. Hoy es el momento de empezar en serio, pedimos a las autoridades electas y nombradas que continúen tomando las medidas en ese sentido, y que nos tomen en cuenta a todos, ya que esa será la garantía de lograrlo. La eliminación de las cuotas voluntarias y empezar a abastecer de medicinas a los centros de atención y los hospitales es importante y necesario, pero no basta. Cambiar a los directores de hospitales es necesario para renovar las administraciones, pero eso no basta; hay que apartar del camino a los malos funcionarios corruptos y mal intencionados que aún siguen mandando y abusando de los centros laborales de la salud. Se necesita a quienes sean capaces de defender con la vida, si fuera necesario, el proyecto de todos y que creemos también lo es de este gobierno. Sigan dándose los cambios, reestructúrense los equipos de dirección y administración de Hospitales y Unidades de Salud, échense a andar las estrategias que realmente le permitan a los pacientes del sistema público y del Seguro Social obtener la consulta pronta, el estudio clínico y tratamiento necesarios para recuperar la salud, créense nuevas clínicas cercanas en los barrios, colonias, caseríos y cantones, establézcase la docencia obligatoria en todos los hospitales, y que sea accesible a todos los médicos y enfermeras de todos los niveles para elevar la calidad científico técnica, adquiéranse convenios de cooperación con hermanos países solidarios que sólo están esperando hacerlo por el pueblo salvadoreño. No hablamos de lujos ni extravagancias, solo de justicia y de derechos. Estoy convencido y confiado que ese es el camino, y en él estaremos todos, no hay de otra¡¡¡ Luego seguimos!!! Ahuachapán, 18 de agosto de 2009 Dr. José Mario Zavaleta Colaboración REENVIA - IMPRIME - COMPARTE - COPYLEFT

2 comentarios:

  1. Anónimo1:06 p. m.

    Interesante articulo de raices:

    http://www.raices.com.sv/cacao.php?id=81

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  2. Anónimo2:42 p. m.

    Interesante artículo, yo pienso que es posible realizar lo que se ha descrito en él.... pero no será nada fácil, lo primero es erradicar la corrupción...

    Hace poco fui a una farmacia, en la cual yo confiaba por los descuentos que ofrecía (hasta que me di cuenta que todas las farmacias ofrecen "DESCUENTOS")... bueno, sólo quería comprar vitamina "C" y me ofrecieron una cajita que valía como $14 (CATORCE DOLARES!!!!!!)

    Le dije a la vendedora que yo anteriormente había comprado unas que me costaron $4 (más o menos)... de mala gana me mostró otras menos caras....

    El asunto es que ell@s (l@s vendedores de las farmacias), ganan comisión por las medicinas que venden, por eso no les conviene vender las más baratas....

    Que país más corrupto!!!!!!!

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