Integridad y veracidad periodísticas...

(Dar Click a las imágenes) Los datos obtenidos en sondeos de opinión pública, si no son respaldados por la ética, la imparcialidad y la integridad de la casa encuestadora y de sus patrocinadores, carecen de veracidad y despiertan suspicacias y dudas entre la población. El dinosaurio de el diario de hoy puede afirmar para su propio interés y conocida vanidad y prepotencia, que las encuestas patrocinadas por su medio “se realizan ciñéndose a las normas más altas en lo profesional y ética”. Sin embargo, la experiencia y la práctica dictan lo contrario: el material informativo y editorial de este medio está cargado de una innegable parcialidad hacia el partido Arena y el gobierno. En Estados Unidos o Colombia, tanto como aquí, es casi imposible para un periódico librarse de la acusación de publicar falsedades, aunque el diario esté convencido de que publica la verdad. La razón estriba en el significado de la verdad. Hace algunos años, cuando Kruschev (Ex Primer Ministro de la desaparecida Unión Soviética) decía que los Estados Unidos hacían guerra bacteriológica en Corea, científicos y expertos en la materia, pensaban que tales acusaciones eran falsas. Cuando el New York Times publicaba esa información, aseguraba estar difundiendo la verdad de la declaración de Kruschev, y en este sentido sí tenía la razón. Hago la aclaración que éste es el motivo por el cual los periódicos califican sus noticias o las atribuyen a alguien. El hecho de que el director de el diario de hoy, atribuya a Borge y Asociados, la paternidad o responsabilidad de la encuesta, no significa que los datos obtenidos no hayan sido manipulados para favorecer la imagen de un determinado partido político o su fórmula presidencial. Las dudas de la población se refuerzan por la misma inconsistencia y contradicciones de la casa encuestadora y sus patrocinadores (Grupo Editorial Altamirano), ya que sondeos realizados con treinta días de diferencia revelaban que el candidato presidencial del FMLN estaba arriba de su rival de Arena por 15 puntos. Un mes más tarde tal porcentaje se había reducido a tan sólo cuatro puntos! Es obvio, entonces, que el lector común y corriente tenga la impresión de que el periódico no está ciñéndose a la verdad. La tarea de que la verdad sea efectivamente conocida es, en una democracia, el deber de todos. En nuestro país, el diario de hoy y su fanático director se atribuyen el derecho de desinformar, calumniar y acusar a los que consideran “rivales políticos” y “comunistas”, como cuando califica a la alcaldesa de San Salvador, Violeta Menjivar, de “Reina de la basura”; o cuando pierde toda compostura al llamar “canalla” al candidato presidencial del FMLN, Mauricio Funes. El diario de hoy puede informar de “grandes promontorios de basura” en determinadas zonas de la capital y exigir a la alcaldesa que cumpla con sus obligaciones y responsabilidades ante el pueblo y ante sus representantes elegidos. Lo que no puede hacer es calumniar, insultar y denigrar a una funcionaria que como profesional, mujer y autoridad legítimamente electa, merece respeto. Cuando la prensa descubre malversaciones fiscales, tales como el saqueo del Tesoro del Estado, las noticias tienden a determinar responsabilidades y a denunciar a los culpables ante la opinión pública. Será responsabilidad del gobierno acusarlos formalmente y llevarlos ante la justicia. Acusaciones sonadas (casos de Carlos Perla, en ANDA; Romeo Majano, en el ISSS; Raúl García Prieto y Héctor Cristiani, en el Banco de Fomento Agropecuario; nada más para citar tres casos), han sido espectaculares e interesantes. El tiempo y el dinero gastados por los diarios para dar a conocer tales hechos, están bien empleados; la prensa debe ser encomiada por esta tarea y por los resultados que obtiene al velar porque los buenos funcionarios se mantengan siempre tales y no sucumban a ninguna tentación. El diario de hoy, debido a su línea editorial e informativa extremistas, cae en constantes contradicciones y en total parcialidad hacia determinadas organizaciones, asociaciones, países o personas. En la cobertura periodística que está dando a unas simples y corrientes elecciones para alcaldes en Nicaragua, se limita a hacer propaganda, a proporcionar noticias sesgadas, donde sobresalen palabras y frases como “fraude”, “atentados y ataques de turbas sandinistas”, “robos de votos”, “ambiente oscuro y turbio”, “nulidades y artimañas”. Los periodistas que cubren “tan sensacional hecho”, serán felicitados a su retorno al país, pero nunca más tendrán una conciencia tranquila. Sus fuentes son siempre personas opositoras al gobierno, como Eduardo Montealegre, candidato a alcalde de Managua por el Partido Liberal Constitucionalista; o el candidato a vice alcalde, Enrique Quiñónez; o el ex presidente Arnoldo Alemán. Pero no vemos una entrevista con el candidato electo Alexis Arguello, o con el presidente Daniel Ortega, o con el presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), Roberto Rivas, para que expliquen o aclaren las acusaciones de fraude o nulidades y artimañas, que le formulan los candidatos perdedores. Esta sería una muestra de imparcialidad y ética periodística. La libertad de expresión del pensamiento y el libre acceso a las fuentes de información, carecerían de objetivo final si no se las mantuviera con el propósito de poner en plena vigencia el derecho a la información. Ese derecho social constituye la raíz del sistema contemporáneo de la comunicación colectiva. Con su editorial de este martes 11 de noviembre del año en curso, el dinosaurio de el diario de hoy, trata por adelantado de justificar los resultados de la próxima encuesta donde estamos más que seguros que los grandes titulares de este periódico de marras dirán: Empate técnico entre candidatos de Arena y el FMLN. Y, por supuesto, también aumentará la apreciación de los salvadoreños de que el Tribunal Supremo Electoral prepara un escandaloso fraude. Pocote .